Triunfó con los toros de Miura y fue un torero predilecto de la afición de Madrid y Sevilla
Manolo Cortés, junto a la Maestranza - Rocío Ruz
ANDRÉS AMORÓS Madrid
Siempre que, saliendo de Sevilla, paso por Gines, digo su nombre: «Manolo Cortés». Un torero por el que he sentido gran debilidad, como tantos profesionales y aficionados. Superaba ampliamente todos los tópicos sobre los diestros gitanos, con arte pero medrosos. Él era un artista pero también un lidiador completo, fácil, tranquilo, muy técnico. Sus éxitos con los toros de Miura lo demuestran.
Contaba él que cogió el oficio toreando en el campo, de noche, a la luz de la luna, a vacas viejas, ya tentadas. En un tentadero, lo vio Camará y eso bastó para que llamara a don Pedro Balañá, para que debutara: lo hizo, de luces, en Santisteban del Puerto, el 8 de septiembre de 1965; con picadores, en Cortegana, en 10 de septiembre de 1966. En 1967 sufrió una grave cornada: sólo un año estuvo de novillero con picadores. Ese año, toreó cinco novilladas en Valencia y abrió la puerta grande todas las tardes.
Tomó la alternativa en Valencia, el 18 de marzo de 1969, con toros de Urquijo, de manos de Antonio Ordóñez, con Diego Puerta como testigo. La confirmó en Madrid, el 14 de mayo. Esa tarde, Ordóñez, que le tenía ganas, le dio un repaso pero, el día 25, Manolo cortó tres orejas, en Las Ventas, a los toros de Antonio Pérez. Fue el triunfador de la Feria de Abril de 1969. Sufrió una grave cornada en San Fermín, en 1970. Toreó 62 tardes en Sevilla (el segundo, después de Curro Romero) y 41, en las Ventas. Las dos Plazas le tuvieron como torero predilecto: no es pequeño aval…Estuvo en activo casi 30 años, hasta 1997. Ya retirado, dirigió la carrera de Pepe Moral, Manuel Escribano y Salvador Vega.
El temple
Toreaba con clase, naturalidad, empaque. No le costaba esfuerzo: «He tenido buen oficio y facilidad para torear, tapando los defectos del toro. Con el capote, he tenido mucha facilidad para ‘arreglar’ los toros para la muleta». Consideraba que la clave de todo es el temple: «Que no enganchen. Esperar a los toros. Llevarlos, darles su tiempo». Era consciente de su capacidad: si no llegó más arriba, «la culpa fue mía. Después de un éxito importante, me confiaba, tenía la seguridad de que, en una tarde, con 15 muletazos, todo lo arreglaba».Así lo hizo varias veces, con los toros de Miura: «Si he toreado seis o siete toros bien de verdad, tres han sido de Miura. Les cogí pronto el aire. Esperaba a verlos venir…»
Uno de esos triunfos lo consiguió en Valencia, el 31 de julio de 1978. Vicente Zabala padre escribió, en ABC, una crónica también memorable: «Ejecutó las suertes de muleta como si soñara, algo que yo hacía mucho tiempo que daba por perdido para siempre…»
El toreo fue su vida entera: «Vivir en torero me hacía feliz. Lo que no podía era vivir sin torear». Fue un auténtico artista y así lo recordaremos.
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