Lo que su verdad esconde lleva el hierro de la pasión y el dolor. Duele contemplar el rostro de Iván Fandiño, flaco y doliente como un Cristo,
con la piel resquebrajada y pegada a los huesos, con unos nudillos que
se afilan cuando hace la cruz en unas estaciones que se han anticipado a
la Semana Santa. Sus arrugas encierran el verso machadiano del
hombre que vive en paz con el mundo y en guerra con sus propias
entrañas, en ese círculo en el que al final su gloria será también la de
los otros. «Maestro, en su muleta está el destino de muchos de nosotros»,
le dijo un novillero en la tapia. Y esa frase se ha inmortalizado en la
figura que el ya fechado como 29-M protagoniza la hazaña nunca antes
vista de lidiar seis toros de divisas míticas en Las Ventas: Pablo Romero, Palha, Victorino, Adolfo Martín, Cebada Gago y José Escolar [estos son los toros]. Una tarde para la leyenda del siglo XXI, un acontecimiento único que ha despertado una expectación sin precedentes en la inauguración de la temporada en la Monumental, bajo las riendas de Taurodelta.
–Mucha gente se preguntará qué necesidad me mueve, y
profesionalmente no la tengo. Estoy anunciado dos tardes en Sevilla, dos
en San Isidro, torearé en Pamplona y Bilbao, tengo la temporada
francesa hecha; he renunciado a Valencia y Castellón... El motivo es
personal, una necesidad interior, una manera de dar las gracias a Madrid
por todo lo que me ha dado.
«Muchos me transmiten que soy el torero del pueblo, y el pueblo quiere héroes y gestas»
–¿Es consciente de los riesgos de una apuesta de tan alto calibre?
–Sé de la dificultad. Me llevo preparando desde octubre,
entrenándome más que nunca, para tener capacidad de improvisación y no
ir con prototipos de faena, que solo bloquean. El arte está en la
creación y la preparación.
Iván Fandiño (Orduña, 1980) ha abandonado por un día su retiro espiritual en la finca «Doña Elvira», de Cayetano Muñoz, para tentar en casa de Zacarías Moreno. Cada luna de 2015 la ha observado desde su particular abadía extremeña, donde se desvela por la rosa que sí tiene nombre,
por la libertad por la que emprende esta aventura. «Ni leo, ni veo la
tele, ni sé lo que sucede en el mundo; me busco en mi soledad, en mi sosiego espiritual, y solo de vez en cuando me pongo música». Como un Rocky en su entrenamiento de nieve y fuego, con un Micky (Néstor García) que lo guía en el combate de su vida, ha perdido media docena de kilos, uno por cada toro de férreo apellido. Allí, en su «monasterio» pacense, nunca suena la campana...
¿ Quita más el hambre y el sueño verse anunciado con esos hierros?
Las horas de sueño se hacen cada vez más cortas; las
noches, cada vez más largas. Por mis circunstancias, me ha tocado ya
lidiar con estas ganaderías. Pero este reto es especial y me siento más
torero que nunca.
–¿A qué torero verá Madrid el Domingo de Ramos?
–A uno que se va a medir con su libertad y que se va a enfrentar a su destino y al de muchos.
–La palabra considerada el bien más preciado por Cervantes inunda su twitter personal. ¿Qué representa para usted?
–No deberme a nada ni a nadie. Gestionar mis fracasos y mis
triunfos con mi espada y mi muleta, ser el dueño de mi destino. Para
mí, la libertad no es acomodamiento, es un acto de rebeldía en el día a
día, enseñar mis uñas y mis garras, ir casi con el cuchillo entre los
dientes.
«En mi espada y muleta se encuentran mi destino y mi libertad»
–Se
adueña de una cruda sentencia: «El auténtico guerrero sabe que solo
tiene una opción, ganar o morir en el intento». Suena duro...
–Lo contemplo como algo natural. Tengo una cita con la
Historia, y para mí va más allá de lo cotidiano. Si he de morir, moriré
libre y con las botas puestas.
El fotógrafo y quien esto firma miran acongojados al hombre que habla de la vida con la misma naturalidad que de la muerte. Duelen su verbo y su toreo ante las complejas vacas que le han tocado en suerte, con la secuelas de una segadora y antigua cornada en el muslo derecho, sentido y hundido en la tierra y en su propio pensamiento. Duele como dicen dolía ver torear a Belmonte...
–¿Siente usted dolor al torear?
–La entrega del cuerpo muchas veces puede parecerse al
dolor. Después de muchas faenas puedes llegar a sentir esa sensación de
vacío, del dolor de perder a alguien; todo se quebranta en el alma
cuando afloran tantos sentimientos. La soledad, el vacío, el sentirte
realizado y a la vez hundido. La faena al toro «Grosella», de Parladé,
fue una de ellas.
–
Esa tarde se consagró de manera unánime en Madrid y también cayó herido. ¿Alguna vez se ha sentido derrotado?
–Sí, pero he superado cada derrota. La mayor victoria es volver al campo de batalla tras un fracaso.
Entre sorbo y sorbo de café, Fandiño guarda silencio, ese que anticipa a la buena milicia del «Guerrero de la Luz», como si estuviera embebido en la disciplina de Coelho. «Me encanta ese autor, sobre todo,“El alquimista”»,
confiesa. Sus ojos brillan y esboza una tibia sonrisa mientras
parafrasea al novelista: «Cuando quieres mucho una cosa, el Universo
conspira para ayudarte a conseguirla. Y mi apuesta es todo corazón».
–Paulo Coelho decía también que quien entienda el alma del mundo entenderá el lenguaje de la vida. ¿Qué idioma habla Fandiño?
–Seco, puro y de verdad. Ni me gustan los aspavientos ni
busco la sonrisa. Algunos aficionados me comentan que mi toreo suele
hacerlos estremecer.
«Muchas veces me siento como un David contra seis Goliats»
–La afición acudirá en masa al reclamo de este acontecimiento. Primer éxito, la taquilla.
–Es una gran responsabilidad que acuda tanta gente. Pero,
mire, muchos aficionados me transmiten que soy el torero del pueblo, y
el pueblo quiere héroes y gestas.
–Y
después... Miuras en Sevilla. Siguiendo su lema del «más difícil
todavía», su reto se funde con su instinto salvaje de Narasinja y huye
de toda rutina.
–No me va, me aburre. Me atrae el misterio y hacer cosas
que nadie se ha atrevido a realizar. Cuando estoy en la cocina, me gusta
darle picante a la vida.
–En esta aventura venteña, el león (su símbolo) se enfrentará a toda una selva brava.
–Muchas veces me siento un David contra seis Goliats, pero
creo que debo reivindicarme así, y hacer lo que la afición demanda y
espera de los toreros. En ocasiones, dejamos de lado los gustos del
aficionado.
–¿Quién manda en la Fiesta: el toro, el torero o el empresario?
–En la Fiesta no lo sé; en mi vida y en mi carrera, yo
mismo. Todo lo que tengo me lo he ganado yo: nunca he implorado nada ni
debo nada a nadie.
–¿Hace lo que quiere?
–Sí, aunque no todo lo que me gustaría.
«Me siento más torero que nunca»
–¿Enemigos?
–Me gusta tenerlos cerca, pero los veo sobre todo en fotos...
–¿Y divisa la Puerta Grande?
—No veo esa imagen. En una tarde de esas características
siempre te tienes que poner en lo peor y estar mentalizado para lo que
venga. Hay que estar al cien por cien, ser uno mismo. El mayor triunfo,
más que las estadísticas, es que sea una gran tarde de toros y salir
satisfecho conmigo mismo. Sí sé que habrá pasión y dolor..
«Madrid merece la grandeza de gestos así»
De nuevo el sufrimiento se holla en su tez broncínea y seca. «¿Sabe? Madrid es incomparable a cualquier plaza del mundo. Cada vez que la contemplo, me quedo maravillado por todo lo que ha significado para mí. Ella merece la grandeza de gestos así. Pero sin miedos,
porque nadie llegó a la cumbre en su compañía, sino vencidos por el
valor, preparando la mente en soledad. Sé que hay gente que espera y
desea mi fracaso, y otros, mi triunfo. Pero solo en mi espada y en mi muleta se encuentran mi destino y mi libertad».
Lo que la verdad de Iván Fandiño esconde no es un secreto. «Aunque no todos la conocen...» Se llama libertad, y en su nombre emprende esta epopeya alejada de lo terrenal. «Quien quiera verlo, que se dé prisa...»
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