domingo, 16 de julio de 2017

El francés Adrien Salenc destaca en la noche de Las Ventas


Complicado y manso conjunto de Pablo Mayoral en el estreno del Certamen Internacional de Novilladas 

Adrien Salenc, en un derechazo al sexto novillo 
Adrien Salenc, en un derechazo al sexto novillo - Pablo Mayoral
 
R. PÉREZ Madrid

Volvían las nocturnas a Madrid bajo el epígrafe de Certamen Internacional de Novilladas. Se congregaron alrededor de cinco mil personas: queda mucho camino y promoción para recuperar la tradición de aquellas noches en Las Ventas en las que se duplicaba (y triplicaba) el aforo.

El estreno fue con una difícil novillada de Pablo Mayoral, con muchos ingredientes mansos y más genio que casta. Ninguno rompió ni se entregó del todo, en un conjunto de poca clase en líneas generales. Una difícil papeleta para los jóvenes, en la que el mejor parado fue el francés Adrien Salenc con el omplejo sexto. Muy dispuesto y con recursos, con aires a los Rafaelillo, le buscó las vueltas y sacó muletazos de mucho mérito en una interesante pelea, con un cambio de mano que provocó el mayor ole de la velada. El fallo con el acero le privó del premio. Antes se había mostrado por encima del cárdeno tercero, que se pegó un volatín y blandeó mucho en varas, hasta echarse literalmente en banderillas. Incomprensiblemente, por el palco asomó el pañuelo blanco, aunque este animal era firme candidato al verde.
Tibo García, en un derechazo
Tibo García, en un derechazo- Paloma Aguilar
El ejemplar más claro fue el que abrió plaza: su movilidad y cierta codicia, aun sin humillar, desataron las esperanzas. Pero Lagartijo, voluntarioso en su presentación, trazó una labor con altibajos y no acabó de surgir el entendimiento. Manseó el serio cuarto, al que toreó deseoso en las cercanías al hilo de las tablas y con el que pasó las de Caín para darle matarile. Al filo de los tres avisos se quedó.

También los rozó el otro debutante, Tibo García, con el peligroso quinto, una prenda que desarrolló complicaciones desde la salida. El francés se dobló con buenas formas con este «Cuervito» y lo intentó con entrega. En la hora final, los arreones de genio aumentaron. El novillero de Nimes pechó con un lote de pocas opciones, pues el segundo -que brindó al cielo- portaba las fuerzas contadas.

Con algún pasaje ilusionante de buenas maneras, hierático, buscó el temple, pero la limpieza era díficil entre las protestas del animal y surgieron varios enganchones. Hubo unos ayudados con gusto para cuadrarlo, pero con el acero no lo vio claro.

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