Rivera Ordóñez triunfa en su debut y corta dos orejas como el peruano, que cambia la puerta grande por la de la enfermería

Cayetano sale a hombros del coso de Pamplona - Efe
ANDRÉS AMORÓS Pamplona
Llegan a San Fermín las figuras y aumenta todavía más, si cabe, la expectación. Con ellas, sus ganaderías preferidas. Los toros de Jandilla, menos aparatosos que los de días anteriores, dan muy buen juego: Cayetano sale a hombros y Roca Rey no puede hacerlo, al caer herido.
Miguel Ángel Perera sigue su camino independiente. El primero pega derrotes, al final de cada pase. Parea bien Curro Javier. Perera se muestra poderoso, firme, en una labor más profesional que brillante. La espada queda desprendida. Al cuarto, lo lidia con primor Curro Javier (en Sevilla, le hubieran ovacionado) y mejora, en la muleta. Comienza Perera con los habituales cambiados; se queda muy quieto, corre bien la mano, llevándolo prendido, en naturales hondos, mandones. Al final, el toro se raja a tablas. Una faena clásica, insuficientemente valorada, por ser la hora de la merienda.

Reaparece esta tarde Andrés Roca Rey, después de su último percance; por valiente que sea, están abundando demasiado. Es, sin duda, la gran sensación, a sus 21 años. El año pasado, en San Fermín, salió a hombros, las dos veces. Este año, es el único diestro que torea dos tardes y se le espera, lo cual también implica exigencia y responsabilidad de primera figura. En el tercero, para al toro, echándose el capote a la espalda, algo muy poco frecuente. Miden mucho el castigo; quita por caleserinas. De rodillas, improvisa un trincherazo. Ya de pie, liga con facilidad muletazos de mano baja, mandones, y levanta un clamor, en el arrimón. Mata a la segunda pero el toro tarda en caer: oreja. Además del valor sereno, evidente, piensa en la cara del toro, algo nada fácil, y se mete en su terreno con gran seguridad.
En el jabonero último, quita por saltilleras, cambiándole el viaje, en el último momento. Domina al toro en derechazos de mano baja y aguanta, cuando protesta. Al matar, se rompe la espada y sufre una cornada, en la cara interna del muslo izquierdo, de unos 12 centímetros, además de un varetazo abdominal. Se lo llevan a la enfermería, mirando cómo cae el toro: nueva oreja. Sigue apabullando pero no le deben coger tanto los toros.

Posdata. «Al mediodía del 6 de julio –escribe Hemingway– la fiesta estalló. Era una fiesta y duró siete días». Además de la alegría de vivir, es la fiesta del toro. Cualquier día, el aficionado puede asistir al encierro, las vaquillas, recortadores, lecciones para niños, el apartado, la corrida, el toro de fuego, el encierrillo: una jornada entera en torno al toro. Como definió Lorca, el «negro toro» sigue recortándose sobre el «blanco muro» de España, aunque algunos no quieran al uno ni a la otra.
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