sábado, 26 de agosto de 2017

Una ruina de toros

Urdiales y Roca Rey cortan trofeo en los únicos que se mantienen, de una flojísima corrida del Puerto de San Lorenzo


Una ruina de toros 
 
ANDRÉS AMORÓS Bilbao

A la entrada de la Plaza, un grupo de antitaurinos me increpa: “¡Cómprate un libro!” Agradezco la sugerencia: no se me hubiera ocurrido… Intentaré hacerlo. Y, hasta, leerlo.

Después de la gran faena de ayer, aficionados y profesionales siguen hablando de Enrique Ponce.

 En la historia del toreo, ¿hay alguien que, a su edad, después de tantos triunfos, siga conservando esa afición, esa ilusión por torear? Yo no lo recuerdo. Ha vuelto ahora a Bilbao, una de «sus Plazas». Viene de estrenar su espectáculo «Crisol» (todo salió tan perfecto que ni quiera sus enemigos han podido criticarlo) y de indultar dos toros, en una semana: ¿quién es el guapo que lo ha hecho? En esta Plaza sigue exponiéndose la tremebunda cabeza de «Carjutillo», el toro de Samuel Flores que él lidió. Vuelve a Bilbao con responsabilidad de figura: dos tardes, con diestros bien valorados (Cayetano, Urdiales) y los dos jóvenes que más despuntan (Ginés Marín y Roca Rey). La primera tarde, deslumbra a todos, «domando» con suavidad – como Domingo Ortega – a un toro poco lucido. ¿Cómo no lo van a esperar con ilusión todos los aficionados? Se le recibe con una gran ovación. Y se guarda un minuto de silencio por Dámaso González, gran torero y hombre cabal.

El cartel es excelente, la entrada es buena, sin llegar al lleno; los toros del Puerto de San Lorenzo, encaste Atanasio, flojean lamentablemente; además, se lastiman tercero y quinto. ¿Qué les sucede? En los dos únicos que aguantan, Urdiales y Roca Rey cortan un trofeo.

El primero flaquea de salida , se orienta, queda corto, se orienta. Brinda por el micrófono de la tele. (¿Por qué no se conecta con el de la Plaza, para que se enteren también del brindis los que han venido, no sólo los que ven la corrida desde casa?). Protesta cuando Ponce lo sujeta primorosamente. Pero las embestidas son muy cortitas. Una lección de torería con un toro flojo y descastado. Contesta al grito de un patoso, levanta un clamor. Logra una gran estocada, a la segunda. El cuarto flaquea y gazapea; pasa por allí sin casta ni fuerza. Vemos otra vez al Ponce admirable enfermero. Por grande que sea su maestría, ha de llamarlo varias veces para que se mueva un poquito (“¡je…je…je…!), esforzarse para mantenerlo en pie. Para mí, es una pena,
 aunque suene la música y lo aclamen. Al final de una hermosa serie, el toro claudica y se tumba.

 Torear «eso» no tiene sentido. Se va con el cariño de la gente pero, por la flojera de los toros, no ha podido refrendar el gran triunfo del día anterior. ¿Por qué no se ha anunciado con otra ganadería? Él sabrá…

También el segundo flaquea y protesta pero va más largo y humilla. Brinda Urdiales al cielo.

 Cuando se acopla, muy animado por el público, traza muletazos con clase pero discontinuos, con algunos sustos, porque el toro repone. Avanzada la faena, logra ligar, aunque el toro rueda por la arena. Mata con decisión: oreja. El quinto blandea y mansea. El aburrimiento cunde. Y la indignación, cuando no se respetan las rayas de picar. Huyendo de la muleta de Urdiales, también se lastima una mano. Diego, sin confiarse, mata a la quinta.

Flojea mucho el tercero: no cabe toreo de capa y la suerte de varas, mínima, es una parodia. Todo se reduce a la muleta: ¡qué pena! Al tercer muletazo, ya flaquea. Roca Rey lo ve claro, hace lo adecuado, pero el toro se lastima la mano derecha y corta. Mata con facilidad. «Rien de rien», diría un castizo de Arniches. Al sexto pitan de salida, cuando huye del capote; se parte el palo, apenas lo pican. Roca Rey muestra su cabeza clara y su capacidad: lo mete en la muleta, liga muletazos mandones, alegra al público, con alardes, y mata con rotundidad: oreja. (Hace bien el Presidente en no conceder la segunda, excesiva).

Como se han cortado dos trofeos, una parte del público sale contenta. Con tan escasa exigencia, así nos va… Buscando al toro que «se deja», caemos en este desastre. Los toros flojos, descastados, son la ruina de la Fiesta. ¡Qué pena no ver a Ponce – y a los demás – con un toro bravo!

Postdata: Me cuenta Manuel Vázquez, hijo del inolvidable maestro sevillano, la primicia de que su hijo va a debutar en el tradicional festival de Higuera de la Sierra, el 16 de septiembre. En el cartel, de nuevo, irán juntos un José Luis Vázquez y un Manolo Vázquez: ¡cuántos recuerdos!... Luego, la realidad mandará, como siempre. De momento, ilusiona la continuidad de una de las más grandes dinastías del toreo.

No hay comentarios: