domingo, 15 de abril de 2018
Solo brilla Escribano con complicados victorinos en Sevilla
Merece elogio que Antonio Ferrera, reconocido ya como figura, siga apuntándose a esta divisa. El público sigue reclamándole que ponga banderillas, sin enterarse de que ha decidido, este año, cambiar su estrategia, dejándolo sólo para especiales ocasiones. El primero, que se llama «Escriño» (el cesto de paja donde se lleva la comida a los bueyes), marca ya el signo de la tarde: flaquea, queda corto, vuelve rápido. Ferrera le va enseñando a embestir, intenta alargar las embestidas, resuelve con oficio los momentos de apuro. No llega a alimaña, se queda – como aquí dicen – en “esaborío”. El diestro se atasca, al matar (y se lastima, en la mano). Al cuarto, aplaudido de salida (como algunos de sus hermanos), le pican muy trasero. Resuelve Montoliú en banderillas. El toro es pegajoso, se orienta: se traga el primer muletazo pero se quita de encima el segundo; parece dormidito y pega un gañafón. A estas alturas de la tarde, la gente ya está aburrida, se impacienta. Esta vez mata bien. No ha tenido opciones.
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