martes, 8 de mayo de 2018

Comienzo de San Isidro con tormenta



Seis silencios y solo un buen novillo en el deslucido conjunto de Guadaira

Carlos Ochoa, en un derechazo
Carlos Ochoa, en un derechazo - Paloma Aguilar
 
  Empieza la Feria de San Isidro en una tarde tormentosa, con novillos de Guadaira (que dejó el encaste Buendía para apuntarse a Jandilla), serios pero deslucidos. Un plomizo silencio ha rematado las seis faenas.

A fines del XIX, el italiano Edmundo de Amicis, el autor del célebre «Corazón», visitó España: «La inauguración de las corridas de toros en Madrid es mucho más importante que un cambio de ministerio; los padres prometen a los hijos estudiosos que les llevarán a la corrida; los amantes lo prometen a las hermosas; millares de personas no hablan de otra cosa». Hoy se habla de los fallos de un árbitro de fútbol pero se forman grandes colas en las taquillas: cerca de 20.000 personas acudirán durante 34 tardes seguidas; con una novillada de cartel sólo discreto, han venido más de 16.000 personas. ¿En qué otro espectáculo sucede algo semejante? Prueben a vender entradas para escuchar a los políticos y verán…

Abre Feria el ecuatoriano David Garzón, residente en España desde chico; lo apoya Caco Senante. El primero protesta en el caballo, queda corto. El diestro se muestra reposado pero no pasa de voluntarioso. No mata bien y todo queda en nada. En el cuarto, brusco, se desata la tormenta, truenos y agua. David no consigue mandar lo suficiente a este «Mandón», en una faena de escaso brillo. Las palmas a la voluntad dan paso a la impaciencia. Pincha sin pericia.

Más soltura que naturalidad

El madrileño Carlos Ochoa ganó el concurso «Camino hacia Las Ventas», es alumno de Rafael de Julia. El segundo sale con pies, embiste con celo en todos los tercios. (Se lucen Iván Vicente, a caballo, y Andrés Revuelta, con los palos). El diestro conecta con el público, manda pero con la postura forzada. Tiene más soltura que naturalidad y cae en «tics» de la actual Tauromaquia, incluida la excesiva duración de la faena. No mata bien. El quinto, aplaudido de salida, pesa 540 kilos, echa la cara arriba, en el caballo. Ochoa vuelve a mostrar facilidad pero el toro se queda corto, se para: sólo puede lucir su oficio. Mata a la cuarta.

Varias veces hemos visto este año a Ángel Téllez: tiene buenas maneras pero le falta un triunfo rotundo. El tercero es noble pero flaquea, después de varas. Apenas le da ocasión de mostrar su estilo, dentro de una línea clásica, buscando el temple. Las repetidas caídas de la res lo deslucen todo. Mata fácil. El sexto, también serio, derriba al caballo pero embiste sin clase. Saluda en banderillas Juan Navazo. Sufre el diestro una colada peligrosa. El buen concepto y la entrega del diestro no logran fruto.

Al final, sale el arco iris: a pesar de la tormenta y de la grisura de la tarde, siguen vivas nuestras ganas de ver buen toreo. En treinta y cuatro tardes, no faltarán ocasiones.

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