martes, 29 de mayo de 2018

La tibieza de las cosas a medio gas

FERIA DE SAN ISIDRO


Derechazo de Álvaro Lorenzo, que volvió a Madrid tras su Puerta Grande ANTONIO HEREDIA


De la corrida cinqueña de Torrehandilla sólo un toro embistió con cierto estilo. Y un sobrero de Virgen María. Sin finales ni romper a lo grande. Luque, Galván y Lorenzo saludaron ovaciones.

El día después de la suspensión seguía lloviendo. Del ruedo, ayer protegido y arreglado, o viceversa, desapareció la ciénaga. Barroso pero no barrizal el aspecto. A Álvaro Lorenzo la plaza le recordó su Puerta Grande del Domingo de Resurrección -tres orejas, tres- con una cariñosa ovación. Detalle del viejo Madrid. La corrida de Torrehandilla y Torreherberos -4º y 6º- venía con los cinco años cumplidos. Seria, muy abierta de cara, "de buenas hechuras", dijo el ganadero. Y baja era. Sólo que los tres primeros tuvieron diferentes cuellos -los morrillos de primero y segundo se los comían- y el mismo patrón de soltar un tornillazo a final de viaje. Una humillación relativa. En el embroque.

 Una nobleza cierta y un fondo decreciente. Su empleo en los caballos no sacó nota. Como en los capotes de tres tipos que vuelan la verónica con estilo. Daniel Luque, David Galván y Lorenzo no pudieron brillar. Y en la muleta la cosa consistía en que las amplias testas no tocasen las telas.
 Dentro de ese orden, el toro de Luque duró más sin ser nada del otro jueves. Y el torero fue creciendo en limpieza. Hasta lograr una cuarta tanda de derechazos de notable trazo. Por el izquierdo hubo menos motivos. Menos celo. Y esto también se estableció en los de Torrehandilla como denominador común. Un cambio de mano destelló con luz propia. Las luquecinas finales, tan extendidas, pero más propias en su creador, alegraron a la parroquia. Que continuó aplaudiendo tras un pinchazo hondo y un descabello. En el aplausómetro igual dio la gran estocada de Galván. Digno y solvente más que inmaculado con el punteo. Como le sucedió a Álvaro Lorenzo. Que jugó con la media distancia y la mano baja. En los remates por alto, léase pases de pecho, las capacidad atornilladora o desatornilladora de los cabezazos se incrementaba.

Nada para la Black and Decker de genio de un cuarto de defensas más recogidas. Genio de impotencia. Nulo poder y sin pila de bravura. Ya vencido, se pegó un costalazo definitivo avanzada la faena de Daniel Luque. Sin opción antes ni después. Desesperación máxima en el matador de Gerena.

Con una larga cambiada de rodillas en el tercio saludó David Galván al colorado y cargado -600 kilos exactos- quinto. Que derrochó otro son, desde sus elevadas agujas, en el ramillete de verónicas y chicuelinas. Repitió el comportamiento de sus hermanos en el caballo. Tan suelto. Galván apostó en una pedresina como apertura de faena. Y por estatuarios que desembocaron en vistosos pases del desprecio. La mano derecha fluyó con encaje. Más encaje que ajuste con el redondo volumen en su buen concepto. Sin terminar de apretar la noble embestida. Que terminaba en la media altura.

 Como la muleta. Y, aun así, el bondadoso fondo del toro se quedó corto. Redujo distancias el torero de San Fernando en un arrimón que tampoco caló. Tanto las ceñidas bernadinas como las apuradas manoletinas casi acaban en drama: un pitonazo y un pisotón malograron el cierre. Que finalmente fue por ayudados. DG volvió a matar con cabal rectitud.

Devolvió la presidencia al sexto, un jabonero atacado de kilos y sin cuello, cuando ya prendían en su lomo dos pares de banderillas. No habitaban las fuerzas en su cuajada anatomía. Tiempo de rectificación. El cinqueño sobrero de Virgen María trajo sus opciones por la mano izquierda. Álvaro Lorenzo lo vio claro desde el principio. Aunque al toro le faltaba salirse de los vuelos, los naturales brotaron con notable y templado dibujo. Sin finales y más hilvanados que ligados, lógicamente. El último tramo de faena transcurrió sobre la derecha. Sereno y prolongando hasta el aliento de la despedida ya deseada. Por lo que pesaba ya la tarde. Insostenible sólo por los detalles, por su tibieza, por la inconsistencia de las cosas a medio gas.

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