viernes, 22 de junio de 2018

Roca Rey, ídolo de masas, arrebata al público alicantino y sale a hombros

Feria de Hogueras

Alejandro Talavante corta una oreja tras una excelente faena al quinto de la tarde

Roca Rey, triunfador en la feria de Alicante.
Roca Rey, triunfador en la feria de Alicante.
Alicante


Roca Rey, Andrés de nombre de pila, es el nuevo ídolo de masas. La masa de público está con el torero pase lo que pase. De forma incondicional. Para lo bueno, para lo regular y para lo menos bueno. En Roca Rey -Andrés- todo vale, que vale todo. En esta tercera de abono, el público alicantino enloqueció primero con el torero y cogió un monumental cabreo con el presidente, después, al negarle la segunda oreja del tercero de la tarde, pedida con clamor en el tendido.

Ese tercero, colorado ojo de perdiz, un dibujo de toro, tuvo salida fulgurante y respuesta de espectáculo por parte de Roca: una larga de rodillas y un racimo de lances, no todos limpios ni quietos, pero que ya pusieron la plaza al rojo más vivo. Apenas picado, solo un picotazo señalado con mucho cuidado, el toro desarrolló bondad en combinación con sus justas fuerzas. Antes de banderillas, el quite de Roca: chicuelinas, tafalleras, farol invertido y revolera. La plaza no era una plaza; era un manicomio. Aunque al toro le costó un pelo tomar la muleta, la faena no tuvo desperdicio para el gran público. De toreo fundamental, pases sueltos, de buen concepto, pero de uno en uno porque el toro no tenía fuelle para aguantar las series encadenadas. Con todos los poderes en sus manos, Roca puso la faena en el escaparate final con circulares en todos los sentidos y direcciones, parones cerca de los pitones y demás envoltorio. La plaza en pie. Y más aún cuando dejó una excelente estocada, que resultó fulminante. Tantas orejas de regalo que se dan, resultó extraño que solo le premiaran con una.

Al sexto titular, inválido y devuelto, le suplió otro del mismo hierro. Menos toro, muy estrecho de sienes, y manejable sin más. Más asentado Roca, con menos arrebato, la faena fue de versos sueltos. Poca ligazón, pero salteada de muletazos de mérito. Más de toreo hacia adentro que hacia afuera. Con el toro a menos, Roca se echó encima de él y vino la galería de marras. Cercanías, derroche de aguante ilimitado con el toro rendido a sus pies. Hubo pinchazo antes de otra buena estocada, y la oreja reclamada le sirvió para abrir la puerta grande.

Al salpicado toro que abrió la corrida, un cromo de astado, le hizo Sebastián Castella una faena de esas que se venden al por mayor. Muchos pases. Mecánico siempre, al aire del toro y con la muleta a media altura, sobre todo cuando lo pasó de izquierdas. El de Cuvillo, sin rechistar, seguía la muleta con obediencia franciscana y con una clara virtud: movilidad. Un dulce, vamos, que dejó a Castella campar a sus anchas, aunque con poca alma en todo. Le costó cuadrar y la cosa se enfrió tanto, que la gente no reaccionó cuando entregó toro tan bombón a las mulillas.

El cuarto tuvo las fuerzas muy ajustadas y, cansado de ir de aquí para allá, salió del armario de la mansedumbre y acabó por buscar las tablas. Castella pareció centrarse más en principio, pero luego todo desembocó en otra faena de pases acumulados y de escaso lucimiento. Se le espesaron otra vez las ideas a la hora de cuadrar y la cosa acabó en ni fu ni fa.

Con tanta viveza saltó el segundo de la tarde, que enseguida le bajaron los humos. Fue el picador que hacía puerta -el de tanda ni lo olió-, quien tras un derribo meritorio del toro vengó trance tan apurado con un segundo puyazo sin misericordia. Para los restos acusó el “cuvillo” tan tremendo castigo. El toro, bajo, largo, de preciosa armonía física por los cuatro puntos cardinales, claudicó más veces de las deseadas en la muleta a pesar de su incondicional vocación por embestir. Talavante le anduvo cómodo, sobrado, sin gran compromiso porque no había lugar ni ocasión, sin que la faena cogiera vuelo de verdad. Al final, labor de casi un sinsentido ante enemigo tan amigo.

Otra cosa fue el quinto. Toro largo, de buena presencia, de gran movilidad en todos los tercios, incansable en la muleta y de son excelente. También con las fuerzas justas, pero, en este caso, mal menor. Con él, un Talavante pletórico y comprometido con la causa. Centrado desde los primeros muletazos, en redondo y sin preparación alguna. La personalidad por bandera, junto con el temple.

 De toda una labor sin fisuras, lo de vuelo más alto fueron dos series con la mano izquierda:

 monumentales. Versátil labor, a la que no faltaron los fuegos de artificio finales: arrucina, manoletinas, afarolados y circulares.

CUVILLO / CASTELLA, TALAVANTE, ROCA REY

Toros de Núñez del Cuvillo, el sexto lidiado como sobrero en sustitución del titular, de muy correcta presentación, nobles con las fuerzas justas, no plantearon problemas. Discretos en varas.

Sebastián Castella: pinchazo, estocada trasera _aviso_ y descabello (silencio); estocada pasada echando la muleta _aviso_ y tres descabellos (silencio).

Alejandro Talavante: estocada pasada y echando la muleta, y descabello (saludos); pinchazo y estocada (oreja).

Roca Rey: estocada sin puntilla (oreja, gran petición de la segunda y dos vueltas); pinchazo y estocada (oreja)

Plaza de Alicante. Tercera corrida de Hogueras. 22 de junio. Tres cuartos de entrada.

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