Corta dos orejas y El Fandi logra un trofeo en una noble corrida de Torrealta
Rubén Pinar - Efe
Andrés Amorós
Con muy buena entrada, comienza la serie de seis corridas de toros en Albacete. A los toros de Torrealta, nobles y manejables, les falta casta para emocionar. Rubén Pinar corta dos orejas, sale en hombros; El Fandi, una.
Hace un año, Antonio Ferrera sufrió aquí la cornada que truncó su temporada. Al primero, suave hasta el exceso, lo saca del caballo toreando –como hacía Gallito–, con lentas verónicas; traza muletazos templados, con gusto, pero falla, al matar. Al serio cuarto lo lidia con dominio y torería, dejándole la muleta en la cara: buena labor de un diestro que ha mejorado muchísimo. Mata con habilidad: petición.
El Fandi lancea de rodillas al segundo, noble; quita por chicuelinas de compás abierto (la absurda moda traída por José Tomás); liga muletazos con gran oficio; reclama él mismo la música (¿); se entrega del todo en una larga faena y mata con seguridad: oreja. El quinto no le deja lucirse con el capote; algo, con los palos. Muletea de rodillas y de pie, sin regatear esfuerzos, pero sufre dos desarmes y no mata bien.
Rubén Pinar, en su tierra, suele dar el do de pecho, ha encadenado cuatro puertas grandes. Se muestra firme, seguro, en el tercero, bondadoso pero apagado. Luce el temple propio de los diestros de su tierra pero, acostumbrado a reses más duras, le falta toro. Rotunda estocada: oreja. Brinda a su hermano el último, igual de manejable. Muletea con mando mientras dura el toro, que no es mucho. Aunque la espada queda atravesada, logra sumar otra puerta grande.
Siendo la nobleza una virtud indudable de un toro, ¿puede llegar a ser excesiva? Para el diestro, quizá no; para el aficionado, desde luego que sí, cuando no le acompaña la casta sino la sosería.
Postdata. En días en los que se escuchan tantos disparates, hay que recordar –casi todos ya lo han olvidado– que la Monumental de Barcelona sigue cerrada, aunque es perfectamente legal dar allí corridas, después de la sentencia del Tribunal Constitucional. El empresario no se atreve a abrirla, por temor a represalias (así está Cataluña); los profesionales taurinos (Agrupación de Empresarios, Fundación del Toro de Lidia) han sido incapaces de pedir que les cedan la Plaza para organizar siquiera un festejo, que tendría un enorme valor simbólico: ¡lamentabilísimo!
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