domingo, 16 de septiembre de 2018

Un intratable Roca Rey abate a sus ídolos

FERIA DE LA VIRGEN DE LA VEGA

Tarde colosal del peruano que corta cuatro orejas pasando por encima de Ponce y Juli a plaza llena


Encajadísimo y profundo derechazo de Roca Rey, que sentenció la tarde y la feria BMF TOROS ANDRÉ VIARD


Los andares amanoletados, el pecho erguido, las puntas de las zapatillas hacia dentro, el brazo derecho suelto, la arrogancia en el gesto... la solemnidad en el toreo se llama Roca Rey. ¿Cómo se puede llenar la escena andando tan despacio? En el paseo ya había concentrado toda la atención. La mejor entrada del ciclo, la tarde de mayor contenido.

En la rojiza arena de La Glorieta los papelillos coqueteaban con el viento. Las bandadas de palomas se asomaban a admirar la magia. El taco se empezó a armar en un quite por chicuelinas y tafalleras de Roca Rey. El toro a tres mil por hora, Roca sin inmutarse. Quizá eso también sea, de otro modo, el temple. El tal Capitán de Garcigrande -premiado con la vuelta al ruedo- se crecía ante la exigencia. Cuanto más por abajo, mejor era la respuesta. El pitón derecho se había partido en el peto. Se manchó el morro con el arcilloso albero salmantino. Más reunido aunque siempre igual de asentado, se mostró Roca Rey cuando se lo trajo toreado y no hizo el molinillo, tan de moda. Un recurso que contaminó una sola tanda. Después, el toreo. El de entrega por las dos partes. Impactaron las bernadinas finales con cambios inverosímiles. Al sexto le faltó empuje dentro de su clase. Roca Rey lo cuajó sin dejarse tocar la muleta ni una vez. Y, como a su primero, lo tumbó de otro zambombazo con la espada. Salamanca ya había sido conquistada.

Enrique Ponce y El Juli también tuvieron opciones pero se fueron andando. El valenciano, en maestro, firmó un precioso saludo capotero y dejó detalles de torería ante el primero. Un cambio de mano en redondo apuntó el cenit cualitativo. El final genuflexo fue inmensamente torero. Entre el arranque y la coda, una sucesión de tandas con la descarada técnica de quedarse al hilo para que aquello ligase a toda costa. La falta de celo quizá lo obligaba. O no. El trofeo cayó sin peso. Ponce dudó si cambiar el tercio tras el primer puyazo al cuarto. Es raro ver a un maestro dudar. Le hace más humano. Se arrepentiría después de no haberlo metido bajo el peto de nuevo. El único toro con el hierro de Domingo Hernández, muy remontado, le hizo pasar un ratito a Ponce que se refugió en tandas cortas y demasiados gestos a la galería. Los tendidos le reprocharon la colocación y el intento de poncina con la sensación de que al toro lo había movido mucho pero toreado poco. Con la espada lo vio negro.

El Juli pechó con el peor lote. Le buscó las vueltas al rebrincado segundo hasta que se rompió del todo en las tandas finales. Al quinto le faltaba raza para seguirla hasta el final. Se frenaba en el tercer muletazo. Juli tiró de recursos. Se aburrió de intentarlo y llegó a aburrir con tanto zapatillazo. Con la espada pegó un mitin haciendo guardia en los dos turnos. Roca Rey ya había sentenciado ante sus ídolos la tarde y la feria, por lo menos.

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