lunes, 22 de octubre de 2018
Talavante y el euro más que el que más
Rosario Pérez
A vueltas con Talavante. Que no habla ahora (de momento). Y con Matilla. Que nunca ha hablado (hasta el momento). Siempre se ha dicho que los entornos de un torero suelen ser los menos beneficiosos para un espada, y a pruebas recientes me remito en más de un caso. El otro día, estando en Murcia, no se me ocurrió otra cosa que poner un tuit de lo dicho públicamente, sobre un escenario, de Juan Pablo Corona: «Un torero de Puerta Grande en Madrid ha dicho que no sustituye a Ureña (en Lima) porque es figura». Mi tuit no iba acompañado del nombre del empresario, pero sí en la información, claro está. Lo que ocurre es que ahora el twitter se confunde con el periodismo y yo, aunque sea 24 horas periodista, no voy dictando lecciones ni dando noticias en twitter. Porque, en esta era de la cuarta revolución industrial, para mí el twitter sigue sin ser un periódico. Las noticias las dejo para ABC y las comparto en la red social. Fin de la cita. Que no es cita. Porque ni hay comillas ni nombres, aunque lo fácil es abrir comillas sin apellidar.
Más allá del twitter, les diré algo: a veces lo que parece periodismo tampoco lo es. Y en el caso Talavante periodismo ha habido poco: rumore, rumore, rumore… Mucho Raffaela Carrá y poco Raphael (qué sabe nadie). Aguas turbias y contaminadas, mientras la afición busca certidumbres en un mundo de incertidumbres. (Nota: esto es un post, no una noticia).
La verdad, la suya, la conoce solo el torero. La verdad, la del exapoderado, la conoce solo Matilla.
De lo que hay mucho rumor es de los dineros. No hay nada más que irse a las fuentes empresariales. Y si las fuentes no mienten, se habla de un aumento de más del 25 por ciento desde que lo apoderó Antonio Matilla, el más trabajador y listo de la clase, como escribí recientemente. Pero el poder siempre genera envidias y recelos.
Matilla tiene muchos enemigos. El poder siempre los tiene. Nada nuevo bajo el sol desde que la Tierra es Tierra. Unos profesionales lo elogian; otros largan de él, eso sí, cuando se da la media vuelta… Aquí no hay más santos que los de los Evangelios.
La ruptura no son quince mil euros: la ruptura es, además de cosas que solo los interesados saben, ese yo quiero ganar un euro más que el más pedido por Talavante tras su triunfo en San Isidro. Pero las empresas no estaban dispuestas a pagar al extremeño, uno de los toreros más grandiosos de hoy, ese euro más que el que más. ¿Por qué? Porque en la taquilla no lo generaba (además, la política de no hablar en los medios no le benefició, pues es imprescindible que un torero se acerque a la sociedad -la estrategia de José Tomás solo le vale al de Galapagar-), que es uno de los males de toreros muy buenos que apenas tienen tirón. El problema: de todos los que no se han preocupado, desde figuras a empresas, de que esos toreros interesen. Y más: de que ninguno, salvo Roca Rey, ha tenido esa fuerza en la última década. Roca que, por cierto, ha tenido la mejor campaña de comunicación en mucho tiempo: Marco Rocha no tiene hoy rival.
Matilla, empresario, ganadero y apoderado, actualmente dirige la carrera de tres matadores (Morante, Manzanares y El Fandi -a Padilla le resta solo la campaña americana) de los 825 matadores que hay en el Registro de Profesionales.
Considerado uno de los taurinos más influyentes, un deportista lo compara con el Jorge Mendes del fútbol, el representante portugués que cuenta con Cristiano, James o Mourinho entre sus clientes.
Porque no olvidemos, los toros son un negocio. Arte, sí; cultura, también. Pero un negocio para ganar y donde nadie quiere para perder: “Esto es pa listos”, se ha dicho siempre. Una industria cultural que necesita una regeneración, pero contando con los que conocen el terreno que pisan. Y Matilla lo conoce como el que más.
Se habla mucho estos días de sistema, de ese sistema en el que mandan cuatro y alguno más. Del sistema, tan desestructurado que es prácticamente inexistente: ese es el trabajo que tiene por delante el sector taurino y no defensas jurídicas, un trabajo desde dentro -no se hará, no soñemos-, imprescindible no ya solo para la supervivencia de la Fiesta (con demasiados que malviven y a los que no les queda ni para tomarse un café), sino para vivir -se necesita un equilibrio-. Y se habla mucho más aún de independencia. Y si se analiza el toreo, independientes de verdad ha habido tres en los últimos tiempos, uno que ya no está, Iván Fandiño; uno retirado, Joselito, y el que lo ha sido desde que empezó, Enrique Ponce. Y, también, en esta última década, Miguel Ángel Perera, de la mano de Fernando Cepeda. Talavante, como la mayoría, ha vivido en el llamado «sistema». Y es muy lícito, faltaría más: cada cual que dirija su carrera como mejor le parezca. Talavante no es una víctima. La figura extremeña tenía contratadas, con honorarios y ganaderías, corridas ya para después de su triunfo en San Isidro, por cierto, por la vía de la sustitución. Pero Talavante quería más, lo que es muy lícito. Y los empresarios no querían pagar más, que también lo es. Talavante (qué pena la decisión personal de retirarse un torero tan puro en el ruedo) no es una víctima. Pero sí será un arma arrojadiza (lo está siendo ya), la que usarán los enemigos de Matilla, aunque sepan que en el caso Talavante y Matilla, la historia no es como algunos pretenden contar aprovechando que el río está revuelto. Un euro más que el que más. Fin de la cita.
Coda: Talavante anunció su retirada la tarde en que se despedía Padilla, torero de Matilla, y Manzanares, torero también de Matilla.
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