Sebastián Castella cortó la única oreja de una tarde en la que se lidiaron 9 toros en cuatro horas de tediosa función
Roca Rey se estrelló con un lote imposible aunque firmó la serie al natural de mayor calidad de la corrida en la que regalaron un sobrero los tres actuantes
Sebastián Castella, en un lance de la corrida en Cali (Colombia). EFE
La baja a última hora de Enrique Ponce preocupó por el agujero que podría suponer en taquilla. El efecto Roca Rey amortiguó la caída y la inteligente sustitución ideada por la empresa llevó a quedarse como estaba: una gran entrada. Cerca de 13.000 espectadores llenaron la Copa de Champán. La polémica por la caída del cartel del maestro de Chiva logró que se hablase mucho de esta tarde. El comunicado de la empresa hablaba de "rotura de ligamentos" en boca del doctor Villamor. Sin embargo, se cuenta con Ponce para Manizales en 20 días, adonde ha asegurado que va a ir a torear. Algo no cuadra. O la lesión no era tan grave pero le impedía acudir a Cali o el milagro se ha obrado en estos días tan 'especiales'. Ponce es uno de los toreros más queridos por la afición colombiana , por eso, el fallo les ha dolido tanto.
Juan Ruiz le contará a Ponce que lo más sabroso de la tarde en la que estaba anunciado se quedó en la taquilla. Un gran ambiente y una decepción descomunal. El empresario, Juan Bernardo Caicedo, escogió su hierro para la corrida de mayor postín. Se cayó con todo el equipo y con tres sobreros de regalo. Ni uno permitió a la terna un lucimiento real.
La única oreja de la tarde la obtuvo Sebastián Castella. Manejó con suavidad las telas en el cuarto, al que cortó la oreja a base de porfiar con unas manos que de cada tres embestidas regaló una decente. El francés estuvo muy listo, arrancó la emoción más fuerte en el inicio de faena para después buscar la ligazón. La oreja premió sus ganas y su disposición. El primero, un jabonero sucio de amplia presentación, se desfondó pronto y diluyó su brío inicial en continuas escapadas. Regaló el sobrero Castella como respuesta al gesto de Roca Rey que lo solicitó primero. Tuvo el feo gesto de no respetar la antigüedad e insistió en que Roca torease dos toros seguidos: el sexto y el primer sobrero de regalo. La antigüedad en el toreo es sagrada, hasta en los capeos. Estoqueó al octavo, que fue un marrajo que a punto estuvo de echárselo a los lomos.
Roca Rey llegó con la vitola de la figura del toreo que ha logrado ser en tan poco tiempo. Su lote fue imposible, por manso, descastado, deslucido... El regalo de su sobrero tuvo mucho sentido. Otro jabonero bien armado y bien comido. Roca no escatimó en recursos para llegar arriba. La faena tuvo tres fases bien diferenciadas: arranque explosivo, buen toreo al natural y toreo final en cercanías. Los naturales enganchando adelante con el vuelo en el morro del jabonero fueron extraordinarios por su temple, compás y profundidad. La espada le traicionó con la plaza ya entregada.
Luis Miguel Castrillón destacó en la feria del año pasado. La revelación paisa fue. En esta tarde salió 'enfadado' como le dijo César Rincón antes de torear: ¡Enfádate! Se trata de un torero fino con elegantes formas y perfectas hechuras de torero. Lo llevó a España de novillero sin picadores José Antonio Campuzano (que desde el callejón observó a sus tres pupilos). Castrillón fue todo voluntad: saludó variado al primero de su lote, recibió por verónicas de hinojos a su segundo, participó en los quites correspondientes, inició una de sus faenas de rodillas y regaló también el sobrero (que hizo noveno en la larguísima tarde). Los mejores pasajes los firmó ante el segundo de su lote, recogido de pitones, de tanta calidad como debilidad de remos. Le dio 10 embestidas antes de derrumbarse sin solución. Una pena.
La afición desolada abandonó la plaza tras más de cuatro horas de vacía función. Nueve toros de Juan Bernardo Caicedo que dieron al traste con el cartel estrella de la feria.
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