El diestro extremeño reflexiona sobre la técnica y la inspiración en la tauromaquia actual
“El toreo de hoy roza la perfección de la mano de los grandes toreros de la actualidad. Parece inverosímil, pero logran dar pases a todos los toros, al margen de su dificultad. De hecho, han desparecido las tardes de pitos y broncas, que toda la vida formaron parte de la liturgia taurina. Hoy no se dan ‘sainetes’; es tal el protagonismo de la técnica que vamos a convencer a los públicos que esta es una profesión fácil, y no es así”.
(Ahí sigue Juan Mora, uno de los referentes del toreo artista, con sus reflexiones sobre la fiesta, los toreros, la técnica, la inspiración, el alma… Con el traje de luces siempre preparado, listos los ‘avíos’ y la muleta ‘planchá’, -“no pienso retirarme nunca”-, el diestro extremeño reflexiona sobre su concepción del arte del toreo, los problemas que aquejan a la fiesta y su vocación tardía, pero entusiasta, de lector empedernido y escritor de sus propias vivencias. Ahora, merece la pena leerlo a él).
“La técnica en el toreo es hija de la tecnología”
“El toreo, no obstante, debe tener un alto componente de inspiración y de magia; es lo que yo llamo el factor sorpresa, la aparición de lo inesperado. Un torero no puede ir a la plaza con la faena preconcebida. Cuanto más veo lo perfecto -la técnica- más me gusta lo imperfecto”.
“Puede que el toreo actual sea demasiado previsible, pero no quiero que esta afirmación se entienda como algo peyorativo. Ser torero tiene mucho mérito. No es fácil resolver los problemas de la lidia. Porque quien se pone delante de un toro es un ser humano, de carne y hueso. Reconozco, sin embargo, que me cautiva más la improvisación que una faena perfecta y redonda. Un trincherazo, entrar y salir de la cara del toro, una media… A través de los pequeños detalles se consiguen grandes obras”.
“En suma, torear no es otra cosa que la fusión del cuerpo y el alma, una actividad intelectual…”
“Me preocupan, claro que sí, los movimientos antitaurinos, y no tanto por el toreo, sino por la sociedad. No sé adónde nos quieren llevar con el pensamiento único. Llegará un día en que comeremos un filete de carne con un espejo retrovisor por si alguien intenta atacarnos por detrás. Yo digo que un salmón no puede operar una vesícula, y ha venido a este mundo para acabar en una sartén. Y el ser humano debe amar a los animales, claro que sí, pero no hasta el punto de sacarles un carné de identidad”.
“Mientras tanto, yo me refugio en la lectura y escritura. Y me explico. Yo fui un mal estudiante. Estudiar era como un castigo. Yo abría un libro y las letras empezaban a moverse, se apilaban, se hacían una montaña y tenía que cerrarlo. Después, me casé, y mi mujer comenzó a insistir, hasta que un día, hace ya veinte años, al final de una temporada en la que había toreado muchas corridas, nos tomamos unos días de vacaciones y me convenció para que me llevara un libro, La isla del tesoro, una novela de aventuras. Cuando abrí aquel libro, la montaña se me hizo más pequeña y noté cómo me emocionaba. Ese fue mi primer libro, y recuerdo que me sentí conmovido. Ahora leo un poco de todo, y admiro a los escritores por su capacidad para imaginar, contar cosas y darles sentido. Y yo me he convertido en un lector peculiar. Con un lapicero subrayo lo que me interesa y las frases las escribo en folios. Ahora, soy yo el que tiene montañas de letras”.
(Asegura Juan Mora que no se considera un maestro (“ese apelativo es demasiado para mí; solo soy una persona con muchas ganas de aprender, y me gusta más ser enseñado que enseñar”), ni un referente del toreo (“solo un torero, que no es poca cosa”). Dice ser feliz (“mientras tenga ganas de aprender y evolucionar”), y ¿honesto? (“creo que sí; si toda una vida dedicada al toreo no me ha servido para ser una buena persona o, al menos, intentarlo, no habría merecido la pena vestir el traje d
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