domingo, 13 de enero de 2019

Juan Mora, filósofo del misterio del toreo: "Solo soy un soñador" (I)

El veterano torero extremeño reflexiona sobre su trayectoria y la fiesta de los toros

Juan Mora, a hombros, en Las Ventas, en la Feria de Otoño de 2010.
Juan Mora, a hombros, en Las Ventas, en la Feria de Otoño de 2010.


“Ponerse delante de un toro sin estar loco es un misterio. ¡Sin estar loco…! Ha habido chiflados que en cuanto ha salido el toro han recuperado la cordura. Pero hay personas normales que parecen locos, y esos son los toreros. ¿Por qué lo hacemos? Yo creo que por un sentimiento de amor hacia el toro. Ese es el hilo conductor del toreo. Si no fuera así, la tauromaquia habría desaparecido hace tiempo”.
(Juan Mora, -Cáceres, 1962-, no torea, pero está presente en la memoria de los aficionados como si acabara de despojarse del traje de luces. Sigue en activo, listo y dispuesto, para volver a triunfar en el ruedo, como aquel 2 de octubre de 2010, cuando revolucionó el corazón de Las Ventas con una obra de arte desbordante de inspiración y sorpresa. Para muchos, aquella tarde marcó un antes y un después en el toreo moderno. Y, desde entonces, Juan Mora es un oráculo, un referente, un torero de culto. Y él, humilde y digno, parece instalado en otra dimensión, en la lectura, la reflexión, la búsqueda de la serenidad… Y habla y habla de toros y de la vida, como lo que es, un maestro).
“Yo no tuve más remedio que ser torero. Es lo que veía en mi casa desde que nací. Mi padre era un hombre del toro, un apasionado sin límites, y ese entusiasmo era nuestro pan de cada día. Con seis años me puse delante de la primera becerra, y pronto sentí la llamada de la vocación. Digo yo que la genética tendrá algo que ver, pero la vocación es lo más importante. Nace en ti a través de la genética y de lo que ves, lo que te gusta y lo que sientes. Y así te vas forjando como aspirante a torero”.
“Vivo la tauromaquia como una filosofía de vida”

“El toreo me ha enseñado que se vive para alcanzar dos metas: aprender de los demás y amar la vida. Tuve la suerte de crecer entre gente del toro que eran personas de bien, que es lo primero, según mi padre, que había que ser en la vida. Aquellos hombres te hablaban de la importancia de los valores y te iniciaban de manera ejemplar en los principios del toreo y de la existencia. Esas enseñanzas no se olvidan nunca”.

“Te haces torero y vives una vida de película; algunos, con final feliz, y otros, con amargura y frustración, pero todos somos protagonistas, y siempre merece la pena. Yo sería egoísta si dijera lo contrario. No tengo tres cortijos, pero el toro ha sido el conductor de mi vida y el que me ha enseñado a ser persona”.

“Yo sé que no he sido un triunfador; solo un soñador, quizá, y un torero que sueña mientras torea, y no necesito un número de festejos para llenar de entusiasmo mi espíritu. No obstante, estoy muy agradecido a la profesión por todo lo que me ha dado, y creo que el toro me debe estar agradecido porque decidí darle mi vida, y cada vez que me he vestido de luces ha sido para dignificar mi profesión (y no por lo que yo haya conseguido, porque ha habido muchas tardes irregulares, como prácticamente ha sido toda mi carrera), y sentir su liturgia como una religión. Realmente, vivo la tauromaquia como una filosofía de vida, como un manojo de emociones…
Juan Mora, en un parque madrileño.
Juan Mora, en un parque madrileño.
“En contra de lo que algunos puedan pensar, sigo en activo mental y físicamente. No me he retirado, y no necesito torear más en la plaza para ser el torero que soy y quiero ser. En cualquier manifestación artística hay que esperar el momento preciso para crear. Esa es mi afición: esperar que fluyan mis sentimientos para torear cada instante un poquito mejor. Ese sueño ha sido mi búsqueda constante desde que tengo uso de razón y no creo que lo alcance nunca”.

“Es verdad que durante la temporada pasada solo he participado en festivales; yo no sé si es que no me llaman los empresarios o que yo no los llamo. Sé que si me buscan me encuentran, y tengo claro que el destino puede estar a la vuelta de la esquina, pero no hace visitas a domicilio. Hay que ir a su encuentro. Yo estoy al servicio del toreo, como un enamorado, pero no busco el destino, y prefiero que él me busque a mí”.

“Claro que me gustaría vestirme de luces en una feria importante. Estoy preparado para torear. Creo que siempre hay que estar preparado para hacer lo que se siente el día que se pueda. Cuando surgió la corrida de octubre de 2010 en Madrid llevaba seis años proscrito, pero llegué a la plaza con el guión aprendido y los deberes hechos, como hoy”.

"Lo natural es lo más hermoso del toreo"

“Si llegara la oportunidad, me vestiría de luces en Sevilla y Madrid, pero no tengo ningún contrato encima de la mesa. Imagino en mi mente las obras que me gustaría realizar en esas dos plazas, y pienso al mismo tiempo que sería mejor no ejecutarlas y que se quedaran en mis sueños”.

“Porque no se trata de torear por torear. Primero, hay que tener una motivación, y, después, cuando un empresario contrata a un torero debería hacerlo con amor hacia un mundo plagado de ritual, espiritualidad y sentimiento. No se debería perder ese punto de romanticismo que hace falta para darle sentido a un espectáculo tan grande. No olvidemos nunca que el toreo es un arte que hay que expresarlo con naturalidad, porque lo natural es lo más cautivador de la vida y lo más hermoso del toreo. Por eso, en la contratación de un torero no deben prevalecer los intereses económicos”.

“Mantengo la esperanza de que esas llamadas se puedan producir en cualquier momento, pero tampoco estoy pendiente de ellas. Y no es que sea un torero que imponga condiciones, pero sí soy celoso de los detalles que componen una contratación. Quiero, por ejemplo, que el empresario me transmita con su voz que quiere que yo acuda a su plaza”.

“¿Raro yo? No sé; a veces, me lo han dicho. Bueno, hasta mi mujer me lo comenta de vez en cuando. Sé que tengo defectos, pero también muchas ganas de mejorar. Creo que se puede estar a mi lado”.

(Ciertamente, es cómodo estar sentado junto a Juan Mora, escuchar sus reflexiones y verlo torear en las imágenes ilusionantes que reflejan sus ojos. Nadie sabe, él tampoco, si volverá a vestir el traje de luces en feria de postín, pero está claro que este hombre se siente plenamente torero. Todavía tiene mucho que decir. Un filósofo del toreo merece que el aficionado pueda seguir leyendo sus reflexiones. La semana que viene, segunda cita con Juan Mora).

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