domingo, 28 de abril de 2019

Sincero debut de Ignacio Olmos con una seria novillada en Las Ventas



Después de ser cogido, dio una vuelta al ruedo en un festejo en el que saludó el mayoral de Julio García

Ignacio Olmos, cogido por el tercer novillo de manera dramática
Ignacio Olmos, cogido por el tercer novillo de manera dramática - Paloma Aguilar


Madrid 

Una actuación entregada y muy sincera del debutante Ignacio Olmos, que resultó herido de menor consideración y perdió un premio a última hora con la espada, y la gran novillada que lidió el hierro salmantino de Julio García fueron los dos grandes argumentos del último festejo del mes de abril en Las Ventas.

El único utrero difícil fue el tercero, primero de Olmos, novillo poco franco por su falta de entrega, por lo mucho que se lo pensaba, frenándose y desarrollando, además, durante su lidia.


Difícil papeleta para un joven que llegaba a Madrid con menos de una decena de novilladas toreadas en toda su vida. Pero lejos de amilanarse, Olmos fue a tirar la moneda, aunque eso le costase dos volteretas de aquí de espero, lo que denota valor, hambre y ganas de ser torero.

Encomiable actitud para venir a Madrid a debutar y a jugarse su futuro a una carta. Dio la vuelta al ruedo, para, acto y seguido, pasar a la enfermería, donde fue intervenido de una cornada superficial de 15 centímetros.

Regresó para dar cuenta del sexto, otro torazo, como toda la novillada, y con el que demostró, además, que sabe torear.

Fue éste un novillo extraordinario por la codicia y la profundidad de sus embestidas. Lo enseñó de manera magistral Rafael González en la brega. Y Olmos volvió a estar tremendamente sincero para torearlo con muy buenas maneras al natural en una faena emotiva y muy medida. Tenía cortada la oreja, pero la espada hizo que se le esfumara un triunfo más que merecido.

El jabonero que hizo primero fue un manso de solemnidad que trajo de cabeza a las cuadrillas y que, después de volver grupas constantemente por el derecho, de repente, por el otro pitón era novillo totalmente diferente.

Kevin de Luis recorrió mucha plaza tras él hasta que, ya avanzado el trasteo, descubrió el lado bueno del utrero, y, con las carencias propias del poco bagaje, le robó tres tandas al natural para acabar atascándose con el descabello.

En el cuarto fue donde se le vio lo bisoño que está. Primero, por la colocación, siempre detrás de la pala; segundo, por esa manera tan de ahora de torear con la voz, en línea y para fuera; y tercero, y lo peor de todo, por cómo se le fue un novillo que en otras manos más expertas hubiera sido otro cantar.
El primero de Lagartijo fue muy manejable, el típico novillo que deja estar, dócil y obediente, aunque viniéndose también un poco a menos de mitad de faena en adelante.

También porque el cordobés, al que se le vio muy cómodo, lo asfixió demasiado, pasándoselo con tanta facilidad como pocas apreturas a lo largo de una faena correcta pero que no llegó entusiasmar.
Y si no pudo con el anterior, mucho menos con el encastado quinto, con el que trató de "vender el barato" después de no conseguir domeñar las exigentes acometidas del de Julio García, al que acompasó sin fajarse de verdad, sin templarlo en ningún momento, sin torearlo propiamente dicho. Una lástima.


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