jueves, 9 de mayo de 2019

La importancia de Perera

El extremeño regresa a su mejor versión y cuaja una rotunda faena a un gran toro de Santiago Domecq, que salva un debut adornado con una excesiva vuelta en el arrastre


Profundo derechazo de Miguel Ángel Perera al notable 'Aperador' de Santiago Domecq, este jueves, en la Maestranza JOAQUÍN ARJONA  


Tres noticias en una se daban antes de que sonasen los clarines: Manuel Jesús El Cid hacía su último paseíllo en una Feria de Abril -cuatro Puertas del Príncipe le contemplan-, Paco Ureña regresaba a Sevilla después de, y la ganadería de Santiago Domecq debutaba en la Maestranza.

El Cid sintió la calidez y el cariño por los tiempos de gloria en una ovación temprana. Y luego en otra a la muerte del esbelto y corrido toro del debut de Domecq. Que se movió sin terminar nunca de humillar desde su elevada cruz. Con prontitud, fijeza y bondad pero sin entrega ni profundidad. Cid manejó fácil y a su altura aquel pasar. Y le exigió más en una tercera tanda a derechas, la que más trepó por los tendidos. No se daba igual por el izquierdo, pero el vetereno torero insistió: la música cerró el grifo de su generosidad. Y prácticamente ahí acabó la cosa.
Gustosa trincherilla de El Cid al cuarto toro de Santiago Domecq
La presentación de Santiago Domecq levantó el vuelo con Aperador, un toro hondo y colorado que no enamoraba por su abierta cara y su anchura de sienes. Hablo por mí. Que no supe descifrar que la bruta manera en la que acometió en los quites por apretadas chicuelinas de Miguel Ángel Perera y por ceñidísimas gaoneras de Paco Ureña -se escapó de milagro- era su manera de decir que lo quería todo por abajo. Esto lo entendió Perera a la perfección. Obviada la apuesta, o la puesta en escena, de la obertura de obra por cambiados de rodillas -si no rectifica le quita la cabeza-, lo suyo desprendió la importancia de aquel abrasador 2008. O de la remontada de 2014. MAP estuvo superior. De temple, aplomo y ligazón. Pesó su toreo exacto de rotundidad por las dos manos: Aperador se estiraba tras ellas con rítmico fondo y profundidad. De las postreras series que rendían Sevilla, la última reventó del todo el cotarro. Tan atalonada y hundida. El rugido presagiaba las dos orejas seguras. Que sólo el espadazo bajo y trasero anuló. O las negó el presidente Fernando Fernández-Figueroa con buen criterio. Quizá el que le falló para asomar el pañuelo azul -que no había pedido nadie- casi a la par que el del trofeo. No por la paridad en el tiempo, sino por el dadivoso premio para la notabilidad del toro. De ahí a la excelencia faltó.

La sinceridad de Paco Ureña sigue intacta. La sensibilidad de Sevilla no apareció esta vez para tributarle una ovación en su regreso. Seducían las hechuras de Libanés, su finura, su cortedad de manos, su expresión. Y apuntó buena condición y admirable humillación sin el poder para desarrollarlas. Ureña toreaba a los vuelos, encajado y sutil. Cuando se lo traía al natural, Libanés se venció y lo volteó. Afortunadamente lo empaló sin hacer carne. La faena continuó con el valor sencillo de lo auténtico. Sin que el toro fuera más allá de donde su contado empuje le permitía.
Natural de Paco Ureña al último toro de Santiago Domecq
Mal lo pasó El Cid con el último toro de su última Feria de Abril. Una avispa que picoteaba informal, por el palillo el disparo. Cid, que había brindado el personal, se puso enseguida con su otrora dorada izquierda en un planteamiento tan generoso como errático: el toro lo desarmó y, crecido ante la ausencia de poder, lo desarboló. Borrosa faena de pies intranquilos.

Complicado también fue el quinto, de diferente conformación a todos: corrida abierta de sementales, habían anunciado los ganaderos. Por fuera y por dentro, no hubo uniformidad. Recto, por dentro y por la cadera se vencía el toro en la muleta de Perera. Tras la gran exhibición de Curro Javier con el capote en la brega, tocaba tragar ricino. Tragaderas de acero y seco valor del extremeño. Que en un quite por saltilleras había asustado al miedo. De recio y sordo brillo su esfuerzo. La Maestranza reconoció su seria tarde.

Ureña aprovechó con su honesto embroque el momento cabal del sexto en ese instante. Luego el toro no se rebosaba en las telas. Tan apoyado en las manos.

De las tres noticias que se daban en una, el adiós, el regreso y el debut, la mejor fue la que no contaba: la importancia de Perera. Con permiso de Aperador, el gran salvador de Santiago Domecq.

SANTIAGO DOMECQ

Plaza de la Maestranza. Jueves, 9 de mayo de 2019. Décima de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Santiago Domecq; de diferentes hechuras y remates en su seriedad; el notable 2º premiado con la vuelta en el arrastre; de más movilidad que entrega el noble 1º; sin poder el 3º, de buena condición; informal y complicado el 4º; difícil el 5º; manejable sin rebosarse el 6º.

El Cid, de malva y oro. Pinchazo y estocada contraria (saludos). En el cuarto, estocada baja (silencio).

Miguel Ángel Perera, de coral y oro. Estocada trasera y baja (oreja y fuerte petición). En el quinto, estocada (saludos).

Paco Ureña, de coral y oro. Estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y media estocada (palmas de despedida).

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