miércoles, 15 de mayo de 2019

Perera y las tontas del Santo

El presidente Gonzalo Villa regala las dos orejas y la Puerta Grande al extremeño por una templada faena al mejor toro de una decepcionante corrida de Fuente Ymbro


Miguel Ángel Perera salió por la Puerta Grande de Las Ventas por sexta vez en su carrera como matador de toros. ANTONIO HEREDIA  



El Rey en los toros, y los políticos en la pradera. Entró Don Juan Carlos en la plaza de Madrid con el lento señorío de los siglos. Una ola de aplausos agradecidos por tanto recorrió los tendidos. Por el caminito que va a la Ermita se quedaron los políticos pidiendo votos y abolición taurina unos y reclamando cariño y clemencia otros. La Carmena besaba niños con la ternura de sus magdalenas: pobres críos. A la corrida del Santo Patrón sólo acudieron las derechas, para disgusto de los tabarrones de la letanía de no politizar la Tauromaquia (sólo en caso de defensa diestra).

La otra ovación, que no la primera, sonó intensa para Diego Urdiales. En recuerdo del otoño de gloria y resurrección. Urdiales la compartió, ya apurada, con Finito de Córdoba y Miguel Ángel Perera. Que completaron el cartel de "no hay billetes".

De Fuente Ymbro saltaron los toros a despejar el ruedo ante el asombro del Rey. Que ya sabía de sus éxitos en Valencia y Sevilla. Pero las bazas iniciales de Ricardo Gallardo renegaban de la fama reciente. Tanto, que Finito y Diego pasaron de ofrendarlas al Monarca. Perera lo vio claro, nítido, cristalino: Pijotero merecía ser ofrecido a la realeza y al cielo protector. La calidad suave de su son, su humillación y fijeza prometían repescar la corrida del sumidero al que apuntaba y al que a la postre fue. Y apostó por medir en el caballo todo aquello. Que no se sustentaba precisamente en un poder sobrado. Las fuerzas precisas, más bien.
El director general de Publicaciones de Unidad Editorial, Aurelio Fernández, cumplimenta al Rey Don Juan Carlos en presencia de la Infanta Elena.
Miguel Ángel Perera entendió perfectamente la distancia generosa: Pijotero galopaba esos metros luciendo sus perchas al viento, las líneas exactas de sus cinco años, y el alegre tranco de la bravura. Que descolgaba, ¡y cómo!, en la jurisdicción del firme torero. Y allí la velocidad del galope sereno se reducía por abajo. En frondosas series de derechazos de cinco o seis ligados y el obligado de pecho.

 Fueron tres tandas macizas y puede que demasiado exigentes: a veces el toro aflojaba y perdía las manos en el embroque del mando mayúsculo de MAP. Un pase de las flores, dos de pecho, uno mirando al tendido. Al notabilísimo fuenteymbro le faltó aliento y entrega, el mismo viaje gigantesco, por el más rácano pitón izquierdo: el bramido de la plaza cesó en los naturales incompletos de Perera.

 Que remontó en una ronda rendonda, casi esférica, diría. Y otra vez el incendio y las llamas, el ajetreo y la felicidad. Contó el matador con la virtud otras veces olvidada de interpretar el momento idóneo de la muerte: el toro de Gallardo la pedía. Y la faena también. Costó cuadrarlo. Escarbaba con la cara entre las manos -no fue la única vez- y se descomponía de los cuartos traseros. Después de varias vueltas y probaturas en las distintas suertes, Miguel Ángel encaró ligero la mínima posiblidad igualada. Y hundió la estocada. La locura se desató hasta más allá de la oreja. Día del Santo, día de isidros. El mayor de todos los isidros se sentaba este miércoles en el palco presidencial: Don Gonzalo Villa. Pues Villa entregó las orejas y abrió la Puerta Grande como quien regala rosquillas tontas del Santo. Como Carmena besando niños en la pradera. Y el Rey le devolvió al premiado la montera con el obsequio, otro, de protocolo.

La cosa es que Perera iba a disfrutar de la sexta Puerta Grande de su carrera por laxa flojera presidencial. Que tendrá efecto rebote en la feria. Un trofeo hubiera apuntalado el engranaje ya recuperado en Sevilla. El exceso perjudica: su ruido incluso arrollará injustamente la notable faena.
El último no valió para compensar con su manifiesta ausencia de fortaleza. Apuntaba buena condición pero no podía con la penca del rabo. Curro Javier alardeó con los palos. Como antes Javier Ambel. Perera insistió en vano.

Finito y Urdiales carecieron de lote y opciones entre algún chispazo de su corte. Y ya. La corrida reflejó el anuncio de Gallardo: venía abierta de sementales. Y en verdad no se pareció ningún toro a otro. Alguno como el cuarto fuera de lógica y hechuras. Un conjunto con más seriedad que armonía.También en los movimientos. El sexteto se alejó considerablemente de la excelencia de Valencia y Sevilla.

A Perera lo portaron a hombros hasta la furgoneta. Como un trámite sin fulgor que había que cumplir. Detrás tronaba una bronca bíblica contra el palco.

FUENTE YMBRO

Monumental de las Ventas. Miércoles, 15 de mayo de 2019. Segunda de feria. Lleno de "no hay billetes". Toros de Fuente Ymbro, un cinqueño (3), serios en sus muy diferentes hechuras; notable el 3º de brava y buena clase y preciso poder; apuntó condición el muy flojo 6; el resto no sirvió.

Finito de Córdoba, de berenjena y oro. Pinchazo y bajonazo (leves pitos). En el cuarto, pinchazo, estocada casi entera y atravesada y descabello (silencio).

Diego Urdiales, de azul marino y oro. Pinchazo, estocada rinconera y tendida y tres descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, pinchazo y media estocada (silencio).

Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro. Estocada trasera. Aviso (dos orejas). En el sexto, dos pinchazos hondos (silencio). Salió a hombros.

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