lunes, 20 de mayo de 2019

Recordando a Fernando Domecq: «Perfecto solo es Dios»



Profesionales y aficionados recuerdan al ganadero de Zalduendo y Antoñete en la buena novillada de Mayalde, con un «Atrevido»

Minuto de silencio en memoria de Fernando Domecq
Minuto de silencio en memoria de Fernando Domecq

Rosario Pérez

Salió «Atrevido», pero no era el toro blanco de Osborne, sino un novillo negro de Conde de Mayalde. «Ni Marcos es Antoñete». Aquel bautismo trajo nostalgias entre los viejos aficionados. Un lector de ABC nos comentó que eso del «VAR» ya existía en los toros «antes que en el fútbol»: «¿Pero usted sabe la que se lió con aquel toro blanco?» Resulta que de nácar «nada», que en realidad era «berrendo y botinero, incluso capirote». «No lo digo yo, Pablo López [no el cantante], lo escribió ya en la época “El Ruedo”». Su vecino, Antonio [no Orozco], quiso zanjar la polémica: «De toda la vida se ha dicho que blanco o ensabanao». Replicó su compañero: «Y de toda la vida se ha toreado derecho y con alma, y no con tanto adocenamiento».

En la memoria, de nuevo Chenel, fiel a los cauces clásicos y eternos, al cite de antaño y la torería. «A “Atrevido” no lo toreé, lo amé como se ama a una mujer», aseguró el maestro sobre aquella obra inmortal. No hubo en toda la tarde parecido alguno con la faena a «Atrevido» ni a otras «sinfonías de Beethoven y Mozart», como ensalzaba el inolvidable Suárez-Guanes, chenelista de pro.

Tampoco olvidarán profesionales y aficionados a Fernando Domecq. La muerte le ha llegado en pleno mayo, en esa primavera en la que tantas glorias cosechó. Le gustaba el arte que nace del sentimiento: «No tiene que ver con conocimientos, sino con la emoción». La de ayer fue una jornada fría, y eso que hubo novillos de bandera, como el gran «Andaluz», un mayalde de cortijo que se marchó con las dos orejas puestas. Y alguna más que lució la noble novillada, con bastantes opciones, aun sin ser perfecta. «El toro perfecto no existe: perfecto solo es Dios», me dijo Domecq Solís hace una larga década.

Buscador de una bravura Z «como fe ciega en el ataque», la afición recordaba ayer toros como el «Jarabito» de Emilio Muñoz o el «Juguete» de Enrique Ponce. En medio de la división de opiniones por la «oreja de regalo» a Rafael González, que tuvo un lote «¡para encumbrarse!», se hablaba de Fernando Domecq, un hombre «esencialmente bueno», a lo Machado. Todo un señor. Y había un runrún ilusionante con Plaza, el novillero tranquilo que busca la senda de la verdad, con una calma impropia de un novel. Con muchas imperfecciones, sí. Ya lo sentenció el ganadero de Zalduendo: «Perfecto solo es Dios».

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