Impresionan los grabados de estos animales en el santuario turco, con casi doce mil años de antigüedad
Estambul
Cuenta que es el templo más antiguo del mundo, con una edad de casi doce mil años. Se trata del conjunto monumental de Göbeklitepe, en el sureste de Turquía. La historia está herrada en cada centímetros de este santuario: marca la época en la que la humanidad estaba descubriendo la domesticación de animales y el cultivo de plantas, base para su futuro desarrollo, informa Efe.
Sus monolitos impresionan, pero aún más la decoración. En ella destacan los toros. Junto a los bureles, hay relieves y grabados zorros, leones, grullas, serpientes y patos, toda una fauna tallada en la piedra calcárea en una época sin metales. Solo con herramientas de basalto o sílex. Alguna vez también aparecen humanos.
El descubrimiento del santuario, que el Instituto Arqueológico Alemán (DAI) excava desde 1990, ha roto muchos conceptos de la arqueología. Demuestra que las sociedades de la época, que apenas dejaban atrás la fase de cazadores-recolectores, ya eran capaces de organizarse para construir enormes monumentos. «Hasta ahora se pensaba que en esa época los humanos convivían en grupos de unas quince personas, sin especialización en oficios. Pero para construir Göbeklitepe se necesitan cientos de personas bien coordinadas», cuenta a Efe el arqueólogo turco Devrim Sönmez, investigador en el DAI en Estambul.
Posiblemente fuese precisamente la necesidad de mantener durante años a un gran grupo de personas en el mismo lugar -imprescindible para tallar las piedras, transportarlas y erigirlas- lo que impulsó el paso del antiguo nomadismo al sedentarismo.
La árida colina, a una docena de kilómetros al noreste de la ciudad de Sanliurfa, alberga varias estructuras circulares formadas por una decena de pilares de piedra, tallados en forma de T, de hasta 5,5 metros de alto. Y aunque hasta ahora solo se han excavado cuatro de estos conjuntos, los análisis hechos mediante geo-radares indican que aún hay otros 16 bajo tierra.
La Unesco registró el año pasado Göbeklitepe como Patrimonio Cultural de la Humanidad y, desde entonces, también se ha abierto a las visitas y se ha construido un acceso para visitantes y toldos que protegen el conjunto.
En todo caso, justo en la época en la que se construyó Göbeklitepe, a partir de 9.500 a.C, surgen indicios de la domesticación de animales y el cultivo de plantas en esta región de Anatolia, que hoy es Turquía.
Sin embargo, los constructores aún desconocían la cerámica o, mejor dicho, aún no la utilizaban para hacer cacharros, aunque sí figuritas, detalla Sönmez. Además, conocían textiles, collares de cuentas y herramientas finas de hueso.
«Se tiende a pensar que los humanos eran primitivos en esa época, pero su capacidad cerebral era similar a la de hoy, eran creativos y sabían muy bien resolver problemas», agrega el arqueólogo.
Tallar monolitos con un peso de más de diez toneladas en las formaciones rocosas cercanas, moverlos un centenar de metros colina arriba y colocarlas en círculo exigía una planificación y coordinación admirables.
Lo más misterioso es que no sabemos dónde vivían los constructores: en la colina hay indicios de lugares de fuego y de comidas, que pudieron ser parte de un festín ritual, pero no de hogares permanentes ni un asentamiento continuo. Eso sí, hay estructuras de aljibe para proveer de agua al lugar.
Göbeklitepe ha sido comparado por expertos con Stonehenge (Inglaterra), pero aparte de que el monumento anatolio es seis milenios más viejo, sus enormes pilares de piedra probablemente llevaban un tejado y formaban un recinto cerrado, indica Sönmez.
A su vez, el arqueólogo es escéptico con las recientes teorías de que los conjuntos de animales en los pilares representaran constelaciones de estrellas.
«Desde luego, las estrellas eran muy importantes para los humanos en esta época y seguro que las conocían bien, pero no tenemos pruebas para poder afirmar que precisamente estos relieves o la alineación de las piedras estén relacionados con la astronomía».
De todas formas, Göbeklitepe aún puede albergar muchas sorpresas: hasta ahora solo se ha excavado un estimado 5 %, y los arqueólogos prefieren avanzar muy despacio, dejando la mayor parte de la colina sin tocar... y preservada para futuras generaciones.
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