La pinacoteca, que acoge una exposición sobre el genial pintor aragonés, sostiene que la serie Tauromaquia “se hace eco del debate sobre la legitimidad de la tauromaquia”
Juan Cristóbal García
"Solo la voluntad me sobra”,
que estará abierta al público hasta el próximo 16 de febrero. En esta
gran muestra se reúnen por primera vez más de 300 dibujos de Francisco
de Goya, del Museo del Prado y otras colecciones en el que se hace un
recorrido cronológico por la obra del genial pintor de Fuendetodos. Como
no podía ser de otra manera, los toros tienen un apartado en la
exposición a través de la serie Tauromaquia, aunque llama la atención la
versión oficial del Museo del Prado, que a través de su análisis sitúa a
Goya como crítico con las corridas de toros. “Se manifiesta
como el ilustrado que era, contra la violencia de los hombres que
contrasta con la fuerza y la nobleza de los animales”, afirmó Manuela Mena, comisaria de la exposición, durante la presentación de la muestra. “Las composiciones se sitúan en el ámbito crítico y dramático de los Desastres de la guerra, y el artista se hace eco en ellas del debate sobre la legitimidad de la tauromaquia que existía en la sociedad ilustrada”, aseguran en el texto de la exposición, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Goya era antitaurino?
Manuela Mena, comisaria de la exposición: “En la serie Tauromaquia, Goya se manifiesta como el ilustrado que era, contra la violencia de los hombres que contrasta con la fuerza y la nobleza de los animales”
Esta hipótesis la defienden en los últimos años una
corriente encabezada por José Manuel Matilla, jefe de Conservación de
Dibujos y Estampas del Museo del Prado y comisario de la exposición
junto a Manuela Mena. Matilla ya presentó esta versión en el año 2002 a
través de la exposición Visión crítica de una fiesta y El libro de la Tauromaquia,
en la que acompañaba la obra del pintor aragonés con textos
antitaurinos de ilustrados como Jovellanos, Vargas Ponce y Ceán
Bermúdez, con los que Goya tuvo relación, en una clara intención de
reforzar su postura, que ha sostenido en varios artículos durante estos años.
La Reina Letizia, junto a José Manuel Matilla y Manuela Mena en la inauguración de la exposición este marte
Javier Gallego: “La interpretación antitaurina que hoy se quiere hacer de Goya es una barbaridad. Goya fue un gran defensor de la tauromaquia"
El argumento de la violencia parece poco consistente a la
vista de otros estudiosos de la obra de Goya. Javier Gallego y
Sánchez-Rollón, comisario de la exposición La Tauromaquia, aseguraba con
motivo de la presentación de la muestra en Talavera de la Reina: “La
interpretación antitaurina que hoy se quiere hacer de Goya es una
barbaridad. Goya fue un gran defensor de la tauromaquia. Aquella era una
fiesta feroz donde moría la gente, los caballos... y el retratar esas
imágenes no era una crítica. Él era un fotógrafo de la realidad y la
reflejó tal y como era. Goya era íntimo de los grandes toreros de la
época como Pedro Romero, Pepe-Hillo o Costillares”.
Arturo Ansón, catedrático del Instituto Goya de Zaragoza: "No es contradictorio que reproduzca las escenas del toreo con dramatismo evidente con la valoración del animal como tal, no es inocuo al sufrimiento del animal. Pero plantear que es una réplica antitaurina es un auténtico despropósito, es sacarlo de contexto"
Arturo Ansón Navarro, doctor en Historia del Arte,
catedrático del Instituto Goya de Zaragoza hasta su jubilación en 2014 y
profesor de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, sostenía
en una entrevista realizada por Diario de Teruel en 2017: “En
estos momentos se están diciendo muchas tonterías, Goya fue un gran
aficionado a los toros, algunas de las imágenes que él reproduce en la
tauromaquia son de corridas que el vio, como la inauguración de la plaza
de toros de Zaragoza, en la que él estuvo presente en 1764. No es
contradictorio que reproduzca las escenas del toreo con dramatismo
evidente con la valoración del animal como tal, no es inocuo al
sufrimiento del animal. Pero plantear que es una réplica antitaurina es
un auténtico despropósito, es sacarlo de contexto y con una visión,
digamos, muy actual”.
Ozvan Bottois, doctor en Historia del Arte (Université de
Bourgogue) y miembro del CREC (Centre de Recherche sur l'Espagne
Contemporaine) de l'Université Paris III Sorbonne Nouvelle, que ha
estudiado el caso y ha publicado una interesante tesis al respecto, hace la siguiente reflexión: “La
violencia de las imágenes contenidas en la Tauromaquia hace también más
difícil la lectura de la serie. Resulta evidente que la representación
del drama y de la violencia puede impactar al espectador de las láminas.
Pero no podemos interponer nuestro juicio moral y atribuir un juicio a
un artista porque su obra choque con nuestra sensibilidad. Es importante
insistir en este contexto en un fenómeno bastante corriente: la
frecuencia con la que se asocia la representación de la violencia con su
condena. La brutalidad y la dureza en las imágenes de la Tauromaquia
son indiscutibles. No obstante, como ya mencionó Martínez-Novillo, el
deseo de realismo puede conducir al autor a la descripción sin concesión
de lo que sucede en una plaza de toros. Aunque efectivamente el artista
parece ensalzar algunas prácticas y criticar otras, resulta en todo
caso peligroso atribuir una meta moral a una imagen cuando nada en ella
indica una posición específica. Los títulos propuestos originalmente por
Goya tampoco indican una posición clara, como lo demuestra la
confrontación de los títulos escritos por Goya, los propuestos por Ceán y
los finalmente publicados”.
Bottois: “Se hizo referencia en muchas ocasiones a sus recuerdos de la Guerra de la Independencia, considerando que la violencia inherente a la tauromaquia debió de disgustar al artista después de la experiencia de la guerra. Pero resulta difícil no pensar en los varios ejemplos de artistas o escritores que se han interesado por los toros después de acontecimientos trágicos sin perder su afición hacia la Fiesta"
En cuanto a la etapa en la que fueron pintados, ya en la vejez y coincidiendo con los Caprichos, J. Blas Benito, defensor del Goya antitaurino, señala en el “Prólogo. La Tauromaquia de Goya” que “cabría
preguntarse cómo es posible que un individuo fuera capaz
isocrónicamente del desdoblamiento de sensibilidad tan acusado que exige
la actitud crítica hacia la aniquilación del ser humano, por una parte,
y, por otra, la presentación distante del paradigma de la Fiesta”.
En un juicio que pone a la misma altura la aniquilación del ser humano y
la fiesta de los toros, que no es más que querer aplicar su propia
moral a la intención de la obra de Goya. Matilla sitúa la Guerra de la
Independencia como un punto de inflexión en la obra de Goya y que a
partir de ahí cambió su perspectiva sobre los toros, a este respecto,
Bottois advierte: “Se hizo referencia en muchas ocasiones a sus
recuerdos de la Guerra de la Independencia, considerando que la
violencia inherente a la tauromaquia debió de disgustar al artista
después de la experiencia de la guerra. Pero resulta difícil no pensar
en los varios ejemplos de artistas o escritores que se han interesado
por los toros después de acontecimientos trágicos sin perder su afición
hacia la fiesta, como demuestran los casos de Hemingway o de Picasso”.
Por último, los que sitúan a Goya contrario a los toros,
también aducen su cercanía con ilustrados antitaurinos como Jovellanos o
Ceán -que intervino en la redacción de los títulos de la serie Tauromaquia-,
que repudiaban abiertamente la Fiesta. A este respecto, es difícil
demostrar que sus amistades antitaurinas pudieran influir en su visión
de la los toros. Al menos no hay constancia más allá de las hipótesis
defendidas por Matilla, Mena o Blas Benito. De los documentos que han
llegado hasta ahora, la conclusión apunta hacia otro camino. “Goya
dice que él ha toreado, en su tiempo, y que, con la espada en la mano, a
nadie teme. Dentro de unos meses, va a cumplir ochenta años”,
escribía Leandro Fernández de Moratín en una carta de 1827, por lo que
parece que Goya mantuvo su afición a los toros hasta el final. Y en la
correspondencia entre Goya y su amigo Martín Zapater y su cuñado
Francisco Bayeu hablan de toros como aficionados.
Si buscamos referencias de la época, debemos consultar Diario de Madrid, donde se anunciaba la colección de Tauromaquia
y lo hacía con el siguiente texto: “Colección de estampas inventadas y
grabadas al agua fuerte por Don Francisco Goya, pintor de cámara de S.
M., en que se representan diversas suertes de toros, y lances ocurridos
con motivo de estas funciones en nuestras plazas; dándose en la serie de
las estampas una idea de los principios, progreso y estado actual de
dichas fiestas en España, que sin explicación se manifiesta por la sola
vista de ellas”. Ciertamente, tampoco se puede concluir que la intención
sea contra los toros, más bien al contrario.
Las cartas de Goya que han llegado hasta nuestra época hablan de su afición a los toros y, según su amigo Leandro Fernández de Moratín, el propio pintor reconocía que en su juventud había toreado
Tal vez la conclusión más ponderada la emite Bottois: “La
posición que parece adoptar Goya frente a los toros en su serie cuadra
con la de un aficionado ilustrado, que ensalza las prácticas estéticas,
las que responden a las reglas del toreo, y que critica la violencia
bárbara que puede derivar de la fiesta. Del mismo modo, cabría pensar
según esta hipótesis, que, a través de la Tauromaquia, Goya
ensalza el camino de la libertad popular pero que advierte de los
peligros de la violencia incontrolada que conduce a la deshumanización,
como hacía paralelamente con los grabados de los Desastres de la guerra”.
LO QUE DICEN LOS TEXTOS
Entonces, ¿cuál fue la relación entre Goya y los toros? Si
bien es cierto que han llegado pocos testimonios al respecto del propio
pintor, lo poco que ha sobrevivido refuerza la afición del pintor de
Fuendetodos a los toros. Autores como Valentín Carderera, coetáneo de
Goya y su primer biógrafo, o José de Somoza, destacan la vinculación con
el mundo de los toros y su faceta como torero.
Probó como novillero e incluso según algunos estudiosos de
su obra, pudo llegó a pintar en alguna de sus obras como torero, como
en La novillada, en el que según la Fundación Goya: “El
de la derecha, vestido de rojo, podría ser un autorretrato de Goya
lidiando con el animal, pero no es una teoría comúnmente aceptada, pues
algunos autores sostienen que Goya no se habría retratado como un majo
de la calle, cuando sí lo hizo como servidor de la corte cinco años más
tarde en las obras La predicación de San Bernardino de Siena y el Conde de Floridablanca, si bien su gran afición a la fiesta taurina pudo llevarle a retratarse como torero”.
La novillada, cuadro de Francisco de Goya realizado en 1780. |
Goya compartió la afición con su amigo Martín Zapater y su cuñado Francisco Bayeu. Él era más de Pepe-Hillo y Pedro Romero, su cuñado era seguidor de Costillares
Y acudía con asiduidad a los toros. “Goya se
transformaba los días de toros, con su gran sombrero, su chupa y capa
terciada, y, con su espada debajo del brazo... entablaba relaciones con
los toreros de más nombradía, injeríase, identificábase con aquellas
interioridades que más perfectamente revelan el carácter de sus héroes”,
escribió Valentín Carderera. Y aseguran que recibía con orgullo el
brindis de toreros de la época como Pedro Romero -que fue retratado por
Goya- o Pepe-Hillo -con cuya muerte concluye la serie Tauromaquia-. De su presencia en los festejos queda constancia en una carta que Goya escribió a su amigo Martín Zapater en 1794: “Yo
estoy lo mismo, en cuanto a mi salud, unos ratos rabiando con un humor
que yo mismo no me puedo aguantar, otros mas templado como este que he
tomado la pluma para escrivirte, y ya me canso, solo te digo que el
lunes si Dios quiere hire a ber los toros, y quisiera que me
acompañaras, para el otro lunes, aunque dijera bobada que te abia buelto
loco” (sic).
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