Diego Ventura, Antonio Ferrera, Leo Valadez y José María Hermosillo, que toma la alternativa, inauguran la Temporada Grande
APLAUSOS
José María Hermosillo se convertió en el trigésimo tercer espada que se doctoraba en la PlazaMéxico y el toro de la alternativa no pudo ser más idóneo. Tuvo fijeza, calidad y nobleza el de Julián Hamdan, aunque le faltó un punto de empuje para romper hacia adelante. El toricantano anduvo asentado, muy solvente, templado por momentos, más arrebatado en otros, pero siempre con el denominador común de la disposición. Se lo pasó siempre cerca el espada hidrocálido, que pulseó con suavidad la humillada embestida del toro. La estocada le puso en sus manos la primera oreja como matador de toros.
Su segundo puso a prueba al toricantano. Un toro complicado que se puso a la defensiva, embistiendo a arreones y al pecho del torero. Nada pudo hacer el joven espada.
Tras el toreo a pie, llegó el turno de Diego Ventura a caballo. El sevillano sorteó por delante un toro de Fernando de la Mora, con movilidad pero de justo fondo y raza. Acabó apagándose. Ventura supo encelarlo con maestría desde el comienzo, a lomos de Joselito, gobernando con suma facilidad los arreones del astado. El de La Puebla del Río brilló con Bronce, con quien cuajó los momentos de mayor temple, llevando cosida la embestida del toro, a apenas centímetros. Si con Bronce apareció el toreo puro, con Dólar consiguió instantes vibrantes, como un par sin cabezada, y adornos de alta escuela. El rejón de muerte le dejó sin premio.
En quinto lugar, Diego Ventura lidió un toro con el hierro de Marrón, manso, parado y muy deslucido. El sevillano, que clavó dos rejones de castigo con Joselito, le buscó las vueltas con desigual fortuna. Trató de provocar la embestida, no siempre con éxito, ante un astado de nulas opciones de triunfo. Durante la faena, Ventura solicitó regalar un sobrero, hecho que el palco concedió.
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