Alumnos de la escuela taurina "Humberto Alvarez" Mérida Foto Notiferias |
Eduardo Soto Alvarez.
Las dificultades con que se
tropezó en Sevilla, parecen haber marcado la suerte de las instituciones
de este tipo, pues han llegado hasta las escuelas taurinas de nuestros
días y no se han salvado ni las únicas tres que aún subsisten en
Venezuela, ubicadas en su región andina.
La de San Cristóbal, es la que ha surcado por aguas menos procelosas, aunque su avezado timonel
ha tenido que sortear uno que otro temporal.
La de Tovar es un cascarón
que apenas flota, pero con un jactancioso apelativo. Por ahora, no tiene
ni siquiera instructores y bien pudiera dedicarse, mientras tanto, a
sembrar la simiente de la afición, para contribuir a preservar la larga
tradición taurina del terruño.
La de Mérida, está inmersa
en una borrasca institucional que la tiene casi paralizada y se ha
transformado
en una escuela macrocéfala: los directivos e instructores, superan el
número de alumnos; corregir esta anomalía sería ya señal de progreso.
Las Escuelas Taurinas de nuestro Estado, no dependen
del Complejo Recreacional de Mérida que, sin
embargo, les arrima el hombro para evitar su naufragio definitivo,
pues, a pesar de todo, conforman el grueso de las instituciones de
docencia taurina del país.
No obstante, sería
preferible encontrar fórmulas para inmunizar nuestras Escuelas contra
los avatares
de la política, los altibajos de sensatez taurina que pueden afectar
los entes públicos y las embestidas que puedan surgir del propio seno de
la afición. En este sentido, es de recordar lo que se hizo años atrás
con una importante y útil publicación taurina
de Mérida, que ahora adolece (como todas) de falta de recursos, pero no
se ha desdibujado su clara orientación.
Hay mucho por hacer, incluso
la exploración cabal y el sistemático aprovechamiento institucional
de las oportunidades de cooperación disponibles en el exterior, donde
existe ahora hasta una red internacional de escuelas taurinas.
Este lamentable cuadro que
ofrece la sedicente academia tovareña y la escuela de Mérida, se inserta
en la crisis nacional. La escasez de festejos, la impulsión a prodigar
premios a granel en los restantes y la tendencia automática al elogio
por su mera celebración, con reses que no siempre calzan la definición
de toros, se concatenan – a pesar de las buenas
intenciones - para deteriorar más la situación con la creciente
aparición de un malsano conformismo triunfalista.
Estos tiempos de vacas
flacas, pudieran aprovecharse para ampliar y apuntalar nuestra afición,
a pesar de que en la actual realidad taurina del país haya pocas luces y
muchas sombras; pero no podemos acostumbrarnos a estar en la penumbra,
ni en las calles, ni en los ruedos.
Nada escapa a la infortunada
coyuntura y todos conocemos tanto la raíz del problema como su
solución.
Lo que necesitamos, es lo que siempre les ha sobrado a los toreros,
para reafirmar nuestra histórica condición de bravo pueblo, nuestra
democracia y nuestra Fiesta Brava.
Eduardo Soto Alvarez.
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