«Contrario a las corridas de toros o a otros espectáculos en los que intervienen estos animales», figura en el DLE
A la afición y profesionales del toro se les ocurren muchas otras propuestas de definición
Un conocido antitaurino en la plaza de toros de Palma de aMallorca - Efe
Madrid
«antitaurino, na
1. adj. Contrario a las corridas de toros o a otros espectáculos en los que intervienen estos animales. Apl. a pers., u. t. c. s.»
Sí, los antitaurinos acaban de entrar en la arena de la RAE con la definición que encabeza este texto.
«Antitaurino» es uno de los 229 nuevos artículos que pasan a formar parte de la 23 edición del Diccionario de la Lengua Española (DLE). Ha explicado en rueda de prensa la directora del DLE, Paz Battaner, que los términos con «anti» son mcuhos, pero que el de antitaurino «tenía que entrar» porque «hay un movimiento social muy fuerte detrás». Ha pulso se han ganado entrar, aunque no era fácil encontrar las palabras moderadas que necesita la ciencia lingüística para definir la nueva voz.
Desde el corazón de la Fiesta lo que se ha ganado es una colección de méritos incívicos, tantos que merecerían un diccionario aparte. A los miles de espectadores que acuden cada tarde a una plaza de toros se les ocurren otras propuestas de definición, desde «antihumanos» que desean la muerte del torero, a personas de no poca violencia que alteran el orden público en demasiados espectáculos taurinos mientras lucen pintadas en sus lorzas después de zamparse chuletón y medio. Un acepción aparte merecería el famoso antitaurino que tiene querencia por Morante y que salta al ruedo allá donde torea el genio de La Puebla del Río. O aquellos que atacan a los toros como ataque a España.
Otras definiciones posibles serían las de «intolerantes que van de tolerantes», «contrarios a las personas» o «aquellos que desean la muerte de un niño con cáncer que sueña con ser torero» [recuérdese el caso del pequeño Adrián]. Pero hay más: «Gente que desea la cornada del que se viste de luces, que acosa, escupe e increpa a los aficionados que van a un espectáculo legal». O personas que dicen que «van a mear sobre la tumba de un torero muerto» y que «se alegran del sufrimiento de sus viudas». Por no hablar de los que atacan a los que comen jamón con gritos de «¡es cerdo muerto!». Lo de la violación de gallinas o el velatorio a los cochinos merecería también un diccionario aparte...
Efectivamente, hay un movimiento social fuerte detrás del antitaurino, cada vez más mezclado con el animalismo más radical, que parece haberse ganado a pulso entrar. «Antitaurino» ya hace le paseíllo en el ruedo de la RAE compartiendo cartel con «cumplemés», «arboricidio», «capillita» o «zasca».
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