domingo, 26 de enero de 2020

La chistera de Antonio Ferrera

Hizo una faena de mago y cortó dos orejas en La México

 
Juan Antonio de Labra
La corrida discurría sin historia alguna que contar, salvo la reaparición de Arturo Macías, debido a la falta de transmisión de los toros de Villacarmela. Y aunque los toreros estaban haciendo un gran esfuerzo para agradar sin demasiados resultados, la tarde rayaba el aburrimiento.

Entonces, Antonio Ferrera quizá consideró que no podía pasar por esta Temporada Grande sin dejar huella, así que delante del cuarto, otro toro dócil y deslucido, se sacó una faena de la chistera y acabó encandilando al público tras una enjundiosa puesta en escena que le granjeó un triunfo legítimo.

Tan legítimo como todo lo que le hizo a ese ejemplar de sosa embestida, que además acudía a la muleta del extremeño sin humillar nada, que era otra dificultad añadida a su ausencia de emoción.

Pero a base de colocación, y taparle siempre la cara, Ferrera lo fue metiendo en vereda procurando vender mucho cada muletazo que la gente le coreó con fuerza, convencido de que había un torero que venía a dar espectáculo.

Y si bien es cierto que el público estaba ávido de aplaudir lo que fuera, para salir de ese sopor tan tedioso en el que había caído la corrida, también es verdad que Ferrera le echo tipo, creatividad y temple, para provocar el entusiasmo colectivo cuando se fue a situar delante de la puerta de cuadrillas

En un palmo de terreno toreó a placer por ambas manos, intercalando cites afarolados, molinetes y otra clase de recursos para meterse a la gente al bolsillo, a lo largo de una faena interesante, de esas donde el torero se tiene que afanar en hacerlo todo, casi sin colaboración del toro.

A la hora de perfilarse para entrar a matar se puso muy lejos, como en la pasada Feria de San Isidro de Madrid, y desde ahí comenzó a avanzar, marchoso, en pasos cortos, hasta que el toro se le arrancó. En el inverosímil encuentro, Antonio le puso una estocada precisa y rotunda, lo que generó un grito de emoción del público, que terminó rendido a su capacidad taurina.

Las dos orejas fueron a dar a sus manos, y así se convirtió en el primer torero español en abrir la Puerta Grande en esta campaña, además de que ganó un paso más en este nuevo romance con la afición capitalina, que lo siente como suyo.

Luis David sorteó el lote más toreable del encierro de Villacarmela, y de haberse aplicado un poco más a fondo con el tercero, que tuvo algunas embestidas con un punto más de transmisión, hubiese podido cortar una oreja que, sumada a la que le tumbó al sexto, le hubiera permitido acompañar a Ferrera en la salida a hombros.

Pero con ese toro no estuvo igual de centrado, y la faena fue intermitente, con varios enganchones de muleta que impidieron la redondez del trasteo.

En cambio, en el sexto, un toro noble y con calidad, toreo francamente bien, pues no era fácil llevar al de Villacarmela tan despacio en series de excelente acabado, tanto por su temple como por su cadencia. El ritmo y la suavidad de aquellos muletazos compusieron una faena expresiva, que acabó por convencer a la gente por el esmero de Luis David series que abrochó con tersos y toreros pases de pecho.

Al momento de entrar a matar dejó una estocada de efectos rápidos y así fue como le concedieron una valiosa oreja que, más allá de abonar a su cuenta personal en esta plaza, dejó entrever su afán por superarse y seguir creciendo en su profesión.

Ver a Arturo Macías hacer el paseíllo fue todo un triunfo. Eso es inobjetable. Y aunque se nota que está obligado a hacer un esfuerzo para adaptarse a la férula que le otorga fuerza y sostén a su pierna izquierda, lo cierto es que buscó estar a la altura del compromiso y no defraudó.

En sus dos toros estuvo centrado, valiente, tratando de torear despacio, y la faena de más calado se la hizo al quinto, a pesar de que también se aplomó demasiado pronto. Fiel a su estilo, dotado de ese carácter tan recio, Arturo le robó muletazos metido entre los pitones, haciendo gala de entrega, arrestos y claridad de ideas.

La faena se alargó un poco más de la cuenta, y aunque había colocado una estocada entera y de buena ejecución, pues entró por derecho y con el corazón bien puesto, el toro tardó en doblar. En ese instante cayó un segundo aviso que nunca debió haberse escuchado, pero el juez traía muy puntual su reloj.

Al margen de que en esta reaparición tras la cornada de Madrid no hubo un triunfo, quedó constancia de su pundonor y el enorme esfuerzo para salir adelante de un problema de salud tan complicado.

El siguiente domingo no habrá toros en la capital, sino hasta el lunes 3 de febrero, con la primera corrida de aniversario. Ojalá que la entrada mejore notablemente con respecto de las tardes anteriores, en que la plaza no ha registrado ni siquiera un cuarto de aforo por festejo.
Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Decimocuarta corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 9 mil personas) en tarde fresca, con intermitentes ráfagas de viento. Toros de Villacarmela, desiguales en presentación y poco juego en su conjunto, de los que el 3o. y 6o. fueron los más manejables por su nobleza. Pesos: 541, 510, 510, 519, 556 y 536 kilos. Antonio Ferrera (grana y oro): Silencio y dos orejas. Arturo Macías (caña y oro): Palmas tras aviso y palmas tras dos avisos. Luis David (lila y oro): Silencio tras aviso y oreja. Incidencias: Sobresalió en varas Daniel Morales, que picó con eficacia al 3o. Y en banderillas Gustavo Campos Cristhian Sánchez, que saludaron en el 4o. y 5o., respectivamente.

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