Sigue la recogida de muestras en el zoco de Wuhan en busca del origen del virus

Preparación de pinchos para barbacoa en un mercado de Wuhan el pasado 4 de abril (NOEL CELIS / AFP)
LICENCIAS Y controles
Desde el SARS en el 2003, el Gobierno ha tratado de mejorar las condiciones higiénicas
Conservacionistas y expertos en la salud llevan años
alertando contra el comercio de vida silvestre en los mercados chinos y
de otras regiones asiáticas, tanto por su impacto en la biodiversidad
como por ser un foco potencial de propagación de enfermedades. No es
extraño encontrarse en estos espacios animales enjaulados en pésimas
condiciones higiénicas, sin posibilidad de identificar su procedencia y
donde se mezclan las secreciones de los vivos con la sangre y los
desechos de los muertos: el caldo de cultivo ideal para que surjan virus
desconocidos.
Tan sólo en los últimos días, organizaciones como WWF,
Igualdad Animal, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre o
la secretaría ejecutiva de la Convención de Diversidad Biológica de las
Naciones Unidas han vuelto a pedir que se acabe con el consumo de estos
animales y se clausuren todos los mercados como el de Wuhan. “Me
sorprende que cuando tenemos tantas enfermedades que emanan de ese
interfaz inusual entre humanos y animales no los cierren”, dijo al canal
estadounidense Fox News el doctor Anthony Fauci, principal asesor de
Donald Trump en lo relativo al coronavirus.
Con la prohibición
Se teme que crezca el contrabando por el arraigado consumo de especies salvajes
Desde la epidemia del SARS en el 2003, que se originó en
una de estas lonjas de la provincia de Cantón, China ha avanzado en el
control y la detección de enfermedades infecciosas. También ha tratado
de mejorar las condiciones sanitarias de estos zocos, estableciendo un
sistema de licencias y prohibiendo la venta de aves de corral y otros
animales en grandes urbes como Shanghai o Pekín.
Sin embargo, conforme crece la economía, también lo hace el
apetito de los consumidores por los animales salvajes, ya sea como
alimento –en muchas ocasiones es una muestra de ostentación de la
posición social alcanzada– o para su uso en la medicina tradicional.
Tampoco ayuda que las inspecciones sanitarias no sean siempre lo
rigurosas que debieran o que el propio Estado haya animado el
florecimiento de esta industria en algunas zonas menos favorecidas del
país.
En el mercado de Wuhan
Vivos o a trozos, había cocodrilos pequeños, puercoespines, crías de lobo, marmotas...
Cuando la epidemia de coronavirus se desató en enero, el
Gobierno chino anunció una prohibición temporal sobre el transporte y el
comercio de especies salvajes –vivas o muertas– en mercados,
supermercados, restaurantes o en internet. Un mes después, el Comité
Permanente de la Asamblea Popular Nacional (el Legislativo) se
comprometió a prohibir totalmente el comercio ilegal y el consumo de
animales salvajes, “incluidos los que se crían o reproducen en
cautiverio”. Asimismo, estipuló que el uso de animales salvajes para
fines no comestibles –incluidas la investigación científica, el uso
médico o su exhibición– quedarán sujetos a un estricto procedimiento de
revisión e inspección.
Aunque los conservacionistas acogieron con simpatía esta
decisión, se muestran cautos. Por un lado, dicen, las granjas abiertas
con licencia podrían usarse para dar cobertura a los comerciantes que se
dedican al tráfico ilegal de especies exóticas y raras. Por otro, está
el factor cultural de este consumo, muy arraigado en algunos lugares, y
los intereses de criadores y comerciantes para que el negocio no
termine.
Además, frente a los que persiguen su abolición hay
voces que afirman que el problema no radica tanto en cambiar los hábitos
alimentarios como los higiénicos en granjas y mercados. Aseguran que
una prohibición total corre el riesgo de hacer florecer un mercado negro
mucho más difícil de controlar. “La existencia de mercados como el de
Huanan está impulsada por una demanda real de los consumidores. Mientras
esta siga existiendo, si no se cubre aquí lo harán en otro lugar”,
advirtió a la agencia Bloomberg Liu Yuanfei, cliente de la lonja ahora
clausurada y sin visos de ver la luz próximamente.
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