viernes, 24 de abril de 2020

El colapso petrolero asfixia a Venezuela

La decisión de Trump de limitar a Chevron la producción de crudo en el país suramericano priva al régimen chavista de sus mayores ingresos y al borde de la ruina


Refinería de petróleo en Punto Fijo, Venezuela

LA RAZÓN
INTERNACIONAL

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En Venezuela han dejado de operar todos los taladros de perforación de petróleo, mientras los precios del mercado mundial del crudo se hundieron. Cuando la OPEP decidió recortar producción hace varias semanas, había excluido al país suramericano pues éste ni siquiera está en capacidad de cumplir su cuota diaria al apenas estar produciendo menos de 700.000 barriles por día (hace cinco años extraía casi tres millones). «Es la primera vez en 100 años que no hay un solo taladro funcionando en el país, que fue primer exportador de petróleo del mundo (1925-1970) y hoy tiene las más grandes reservas (de crudo)», detalla el economista Orlando Ochoa.

Las sanciones de Estados Unidos, que presionan a Maduro para que negocie su salida del poder, han limitado la capacidad de acción de la industria energética nacional. La gran aliada, la empresa rusa Rosneft, cerró operaciones dejando en manos de otra firma rusa sus activos, mientras que las empresas mixtas con firmas como Chevron o Repsol, por ejemplo, ya no están produciendo oro negro.

El Departamento de Tesoro de EEUU extendió hasta el 1 de diciembre la licencia para permanecer en Venezuela a Chevron y a las empresas de servicios Halliburton, Schlumberger, Baker & Hughes y Weatherford. Pero el permiso no permite perforar pozos, vender y comprar petróleo o productos derivados del crudo o transportarlos.

Maduro, por tanto, se ha quedado sin ingresos, y su posición internacional le impide aceder a créditos internacionales vista la cuestionada legitimidad del gobierno. Dos préstamos que solicitó al Fondo Monetario Internacional en el último mes y medio –después de años de retórica anti-FMI– fueron rechazados pues la institución no avala que Maduro efectivamente sea legalmente quien debe conducir el país.

El 97% de los ingresos nacionales dependen de la venta de crudo. Y sin dinero no hay importaciones ni de combustibles ni de alimentos. El economista Leonardo Buniak ha explicado que la gestión chavista no le ha quedado otra opción que volver activar la máquina de producir dinero para cumplir con sus compromisos internos (bonos y nómina pública), impulsando la inflación –la más alta del mundo, con más de cinco dígitos– y la devaluación. El bolívar perdió el 100% de su valor en los últimos 17 días. El país, por tanto, camina hacia una pobreza extrema generalizada.

El país se ha quedado sin suficiente gasolina para abastecer su mercado interno pues las plantas nacionales no están operativas después de años de fallas y falta de mantenimiento, y la imposibilidad de importar.

Por ello, se han comenzado a perder cosechas de vegetales, pues en zonas productivas andinas han transcurrido más de 22 días sin acceso a combustibles, mientras se sigue golpeando al sector ganadero, que ya había perdido la capacidad de atender la mitad de la demanda nacional.

Los productores denuncian que menos del 20% de ellos recibe algo de gasolina, que además deben pagar hasta en tres dólares por litro en el mercado negro. En algunas localidades el transporte ha vuelto a ser como del siglo antepasado: usando burros.

La nutricionista Susana Raffalli, experta en seguridad alimentaria, afirma que entre febrero y marzo de este año, con apenas dos semanas de cuarentena, la desnutrición infantil aumentó cinco puntos hasta el 13,2%. Agrega que «el distanciamiento social es una quimera. No se puede confinar a una nación sin alimentos, sin agua, sin gas, sin electricidad, sin trabajo, ni gasolina».

En el país se están produciendo protestas a diario por falta de alimentos especialmente en zonas rurales, donde ha habido saqueos con represión, heridos y en las cuales ya se ha registrado la primera víctima mortal. Una cóctel bomba que pareciera no podrá ser desactivado pues, por si fuera poco, la Organización Mundial de la Salud (OMS) augura que que América Latina está por vivir el peor momento de la pandemia del coronavirus.

Pero Maduro no da su brazo a torcer. Ha dicho que a pesar de la caída de los precios del petróleo el país está preparado para resistir pues «nos hemos entrenado». Afirmó que el barril venezolano se cotiza en alrededor de 10 dólares, lo cual estaría a menos de la mitad de su costo de producción.

En el camino, ha dicho que la revolución bolivariana «no se entregará», sin hacer alusión, por ejemplo, a que el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas ha alertado la posibilidad de que Venezuela, y otros cuatro países del mundo enfrenten una hambruna como consecuencia de la pandemia.

Yemen, República Democrática del Congo y Afganistán llevan años en guerra, Venezuela no. Pero igual al cierre de 2019, el gobierno de Maduro había convertido a su país en el más hambriento de todo el continente americano con 9,3 millones de personas en emergencia alimentaria, la mitad del número registrado en toda América Latina y el Caribe.


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