Epílogo triunfal del gran César Girón
Muletazo de César en su última tarde torera |
Jesús Ramírez "El Tato"
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La tarde del sábado 26 de junio de 1.971, fue la última con sello triunfal de César Girón en los ruedos. Y fue precisamente en la monumental de Valencia donde el glorioso torero se había convertido en empresario, contratando la plaza con un ambicioso proyecto que por su audacia, lo hacían ver como una isla solitaria en un inmenso océano taurino, donde figuras como Antonio Ordoñez y Luis Miguel Dominguin, se aprovecharon para exigir un dinero por actuación que ni soñaron cobrar a empresas profesionales de España y América.
Era la manera que exhibieron para vengarse del venezolano que los había pasado por la piedra en las más importantes ferias y plazas de europa, enjabonándolos con el poder de su muleta, valor infinito y espada certera.
De lila y oro vistió César Girón en su última tarde con la plaza llena. En el reverso de las entradas con sello húmedo, se leía: empresa César Girón, organiza Mycepa, iniciales de sus hijos Mirna, César y Patricia. Los toros de la ganadería mexicana de Reyes Huerta en los corrales de bonitas hechuras y peso, luciendo luego en la arena la divisa roja, blanco y carmesí del exitoso hierro. En las cuadrillas le acompañaron Vicente Aray "Camachito" y Rigoberto Bolívar como picadores y Rafael Girón, Carlos Saldaña y Diego Pérez como banderilleros, mientras que en el palco de usía presidía el doctor Rafael Betancur Moreno con la asesoría de Juan Flores "Brillante Negro"
Antonio Bienvenida recibió palmas y oyó un aviso, Luis Miguel Dominguin palmas y vuelta y César Girón en tarde de absoluta entrega recibió las dos orejas del toro "Lindero" que fue aplaudido en el arrastre y dos más de "Fabiolo", último toro de su vida al que le dieron la lenta vuelta al ruedo valenciano.
Fue la tarde soñada y completa de César Girón, bañando con su convincente triunfo a dos toreros consagrados en figura que mientras ambos salían de la plaza a pie ante la indiferencia de los aficionados, el venezolano era llevado a hombros por la avenída Las Ferias hasta la plaza Santa Rosa, donde lo recibieron Jhon Díaz Carabaño y el muy joven César Dao, para conducirlo hasta la habitación 44 del hotel Le Paris de la avenída Bolívar donde se había vestido.
Antes de salir en volandas de la entusiasta afición, César subió al palco presidencial donde le entregó al doctor Rafael Caldera, las dos orejas del toro que le había brindado.
A hombros izado el gran César para luego irrumpir por la avenida las ferias. |
Cubierto con su capote de paseo azul con bordado de rosas rojas, el ataúd del gran César era llevado por los aficionados desde la Gobernación del Estado Aragua hasta la plaza de calicanto. Frente al burladero de matadores se detuvo el cortejo con dramática ovación de la afición que tanto lo adversó, luego la nota del clarín desde lo alto de la maestranza, palcos de moriscos arabescos. En hombros hasta el cementerio de La Primavera en la calle mariño de Maracay. Allá en letras de bronce guarda su nombre el panteón familiar donde le esperaban Doña Esperanza y Don Carlos Girón.
La vigencia de César Girón se ahonda en época de crisis, porque el más que nadie en el toreo, vivió la vida sobre el indómito y malvado potro de la incomprensión. En esta fecha recordamos su gloriosa tarde que el destino convirtió en abrupta despedida hace 49 años. Tiempo suficiente para recordar aun ma su gloriosa trayectoria, sin la ofuscación inmediata del trágico suceso del accidente vial, sino ahondando en su gesta en tarde que se convirtió en lamentable despedida de luces.
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