Jesús Ramírez "El Tato"
Uno de los sectores Taurinos más afectados por la pandemia china es el del ganado bravo. Un sector que venía cuesta abajo por altos costos de produccion, alimentación y mantenimiento, y que ha sobrevivido por coyunturas económicas favorables de los señores ganaderos que se refugian entre la dignidad y la resignación.
Es escasa la maniobra operativa con una actividad económica de nula rentabilidad, donde entre vacas y toros, bravura y mansedumbre, impera aún el romanticismo algunas veces heredado rebosante de afición y vocación ganadera.
En nuestro País la cría de reses de lidia, ese tesoro genético que habita el campo bravo, ha tomado la doble vertiente del romanticismo y la vanidad, movidos por un instinto sentimental de afición, esfuerzo y sacrificio.
En este sentido con una crisis muy fuerte sin antecedentes, que suspende ferias importantes y corridas en pueblos, que dejan en el campo centenares de toros y vacas comiendo todos los días, con medicinas y atenciones, la crisis puede racionalizar la crianza del toro bravo con un rasero de aguante inimaginario por la sobrevivencia.
Y cuando la nueva normalidad aparezca, Dios quiera sea muy pronto, con un espectáculo de difícil acomodo, cercado además por políticas populistas que buscan su aniquilación, tendremos que recordar la cruel década española de la posguerra, cuando el campo bravo quedó diezmado, y con toros muy justos de todo, las figuras de entonces dieron brillo al espectáculo que al final se vio signado por la tragedia de Linares.
Hace un par de años un conocido organizador de corridas, ante el incremento de costos ganaderos y generales y escasa ayuda de ayuntamientos nos dijo, aquí habrá que bajar la santamaría unos dos años y poner los pies en la tierra. Trajes colgados, toros en el campo y plazas cerradas. Premonitorio el hombre tal vez.
En las Porqueras de La Grita astados de "Rancho Grande"
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