martes, 10 de noviembre de 2020

Orígenes del toro de lidia

Notas Taurinas


Por Álvaro Sandia Briceño

"Sin toro no haya na" es un dicho gitano y por eso el poeta Juan Beroes nos dice en uno de sus sonetos:

Toro fui de lejana pradería;/toro de juventud que allí crecía/sobre hierbas de campos volanderos/Terciado toro de mugir sombrío/que despertó en la noche por el frío/toda lumbre de un aire de toreros/

Don Gregorio Corrochano en una Carta Prólogo para un libro de toros de D. Julián Cañedo, dice lo siguiente: "Mi emoción por la corrida de toros va unida a una emoción que me dio Julián Cañedo una tarde de mayo -de mayo, cuando más pesan los toros-, allá por el año 1917. Fíjese que he dicho emoción de corrida de toros y no de fiesta de toros. La fiesta es una cosa y la corrida de toros era otra. Era, en tiempo pasado.

Había una cosa, -Cañedo se acordará- que se llamaba corrida de toros. Era un juego peligroso que hacían con los toros unos hombres, que por esto se llamaban toreros. A este juego se le llamó lidia. Una corrida se componía de dos factores: toros y toreros. Ponemos por delante el toro, por ser el instrumento de trabajo del torero. Sin toro no puede haber torero. A más toro, más torero. Sin toro no se puede torear. Torear sin toro es simular o disimular el toreo. No es jugar limpio. Es jugar con trampa".

Según Cossío: "La fiesta de los toros no es tan sólo una diversión más o menos recomendable desde el punto de vista moral, o pedagógico, o estético, o sentimental, sino un hecho de profunda significación en la vida española, y de raíces tan hondas y extensas, que no hay actividad social o artística en que no se encuentren sus huellas, desde el lenguaje hasta la industria o el comercio, valgan por hitos distantes".

La búsqueda del origen del toro español puede llevarnos hasta el yak (Poephagus Gray) que vive en el Tibet y está domesticado, posee largos cuernos y abundante pelo por la papada y el abdomen, es de color negro o pío, de una gran rusticidad y propio para los países fríos. Se dice que el yak es, después del cebú, el que tiene más afinidad con el toro. Los celtas llevaron a España estos animales y se han perpetuado sin perder sus respectivos rasgos característicos y pueden constituir en la actualidad una raza que se ha denominado Bos Taurus celticus, esparcida por el norte de España y Portugal, que no produce toros de lidia y si toros de gran valor zootécnico como productores de carne, trabajo y leche.

Después de aparecer esta raza, que es la más antigua, como se deduce por las pinturas rupestres conocidas, apareció la raza bravía venida de Egipto, algo más corpulenta que la anterior, con las características del toro de lidia.

Esta raza africana con algunas mutaciones, produjo el Bos Taurus ibericus, que, cruzada con ejemplares andaluces, produjo en España los toros de lidia, los mismos que con diversas modificaciones genéticas son los que vemos hoy en las Plazas de Toros.

La historia nos dice que en España solo hasta mediados del siglo XVIII es que se inician las grandes ganaderías para que sus toros sean lidiados en las plazas. En 1623, en las fiestas en honor del Príncipe de Gales, fueron toros de la ganadería de Felipe IV y también toros de Don Rodrigo de Cárdenas y la de Lamera porque Felipe IV poseyó una vacada importante en el Real Sitio de Aranjuez, de la cual hay testimonios de su existencia en 1634.

Don Francisco de Meneses Manrique tenía en Talavera de la Reina una importante ganadería que fue corrida en las Ferias de Santa Ana, con poco éxito. También es de mencionar la de Don Gaspar Valdés en 1638. La primera ganadera de que se tenga historia se llamó Doña Fabiana, sin que se sepa su apellido.

Trascendieron las que, en Consuegra, en 1646, tenía Don Antonio de Madrid Mostacero y en la misma localidad, en 1654, Don Matías de Madrid, que era ganadero y presbítero, quizás el primer eclesiástico del cual se tenga noticia como criador de toros de lidia. Para el nacimiento de Felipe Próspero proporcionó toros Don Francisco de Reoli, de Toledo, además de los provenientes de la real vacada de Aranjuez y en 1658 existía la ganadería del Duque de Béjar, según lo refiere Cossío en su monumental obra Los Toros-Tratado Técnico e Histórico.

 Composición fotográfica de Germán D’ Jesús Cerrada

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