domingo, 20 de noviembre de 2022

Brasil 1950 Uruguay vuelve para ganar. El Maracanazo


Doce años, ni más ni menos...

Doce años, ni más ni menos, les tocó a los jugadores y los aficionados esperar por el siguiente Mundial. La Segunda Guerra Mundial cambió el destino de millones de personas e hizo imposible la organización de varios torneos internacionales.

La repercusión de aquellos turbios años también se sintió durante el primer Mundial después de la guerra. El torneo tuvo lugar en el Brasil y reunió tan solo a trece países participantes en vez de los dieciséis planeados. Entre ellos estaba Uruguay, el entonces vigente campeón del mundo, e Italia. La llegada del equipo italiano parecía un milagro. ¿Por qué? Un año antes del mundial, los jugadores del club Torino, muchos de los cuales formaban parte de la selección, fallecieron en un accidente aéreo. Otro país que participó en el torneo fue Inglaterra, tierra origen del fútbol, que aceptó la invitación a participar en el Mundial por primera vez.
El primer partido del torneo comenzó el 24 de junio en Río de Janeiro. Precisamente en ese día empezó la primera etapa de grupos del Mundial. ¡Pero también se planeaba una segunda etapa! El partido final no estaba previsto en el mundial brasileño. El destino del título dependía precisamente de la segunda etapa de grupos, para la cual, entre otras cosas, era necesario clasificarse.
Durante el partido de apertura en el legendario estadio de Maracaná, la selección del Brasil ganó 4-0 a México. Según los resultados de la primera ronda, Brasil destacaba por encima de todos los demás equipos. Consiguió mantenerse en el primer lugar en su grupo y clasificarse para la etapa final. Otras tres selecciones que, junto a Brasil, continuaron la lucha por el título, fueron las de Uruguay, Suecia y España. Para los españoles, igual que para los brasileños, clasificarse para la segunda etapa era más difícil, ya que tenían que jugar contra tres rivales en la primera ronda. Los suecos lideraban un grupo de tres equipos, y Uruguay solo jugó contra Bolivia después de que Francia se hubiera negado a participar en el torneo.

La maravillosa selección de Brasil parecía la gran favorita del torneo. En casa, los magos del balón eran incontenibles. Liderados por su atacante principal, Ademir, derrotaron en la etapa final a Suecia (7-1) y a España (6-1). De esa manera, hasta un empate contra Uruguay en el último partido les daba a los brasileños la posibilidad de ganar el primer título en su historia.
Todo lo que pasó después, el 16 de julio del 1950, entró en la historia del fútbol como el ‘Maracanazo’; a pesar de todas las previsiones, Uruguay ganó 2-1.

El legendario Maracaná reunió a 200.000 hinchas, seguros de la victoria de su selección favorita.

Según varias fuentes, ya antes de que empezara el partido, el estadio estaba adornado con carteles felicitando a Brasil por el título. Se fabricaron monedas en conmemoración de la victoria del Brasil, y la orquesta local no tenía siquiera la partitura del himno de Uruguay en caso de derrota.
Sin embargo, Uruguay dio una grandísima sorpresa a todos los que asistieron al partido final. Los campeones del mundo de 1930 lograron concentrarse después del gol de Brasil, marcado por Francia en el minuto 47. Primero, el uruguayo Schiaffino logró empatar, y después Ghiggia, en el minuto 79, trajo la victoria a su equipo con un resultado final de 2-1. El Maracaná y todo Brasil se quedaron estupefactos ante aquella inesperada derrota. Justo cuando parecía que el título ya estaba en las manos de los brasileños, Uruguay logró cambiar el curso del partido. La sorpresa fue tan devastadora que los brasileños ni siquiera pudieron organizar una fiesta apropiada para el campeón.

Rimet, el presidente de la FIFA, que ya estaba preparado para pronunciar el discurso en honor del Brasil, cuando el resultado era 1-1, lo que ya hacía campeones a los brasileños, se dirigió hacia el campo y fue sorprendido con lo que vio. ¡Ni guardia de honor, ni himno para el vencedor, ni discurso de felicitación! De todos modos, Rimet cumplió con su deber y pasó el trofeo a Varela, el capitán de la selección uruguaya, pero fue lo único que pudo hacer aquel día.

Brasil estaba de luto, mientras Uruguay celebraba su victoria. Aquel día se convirtió en una fiesta nacional para el país. Pero para los uruguayos, aquella victoria en el Mundial fue la última hasta hoy. 

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