domingo, 28 de mayo de 2023

Un toreo al natural para rugir

Crónica de la 17º de la Feria de San Isidro de Madrid



Por Javier Jiménez

Mundotoro

De esos rugidos de ecos descomunales, de gargantas profundas, se escucharon en Madrid como ningunos otros en esta feria con la faena de Fernando Robleño al cuarto. Exquisito toreo al natural. Con la figura relajada, la suerte cargada, la cintura rota. Toreó Robleño como pocas veces, pero volvió a tener el mismo final de siempre. Dos Puertas Grandes perdidas durante la feria. Las dos vueltas al ruedo fueron unánimes. De esas que hacen calentar las manos. Fueron las faenas de Robleño el punto alto de una alta marcada por el grave percance de José Garrido, que se la jugó hasta ese momento con el complicado tercero, y la actitud de Román, que se topó con tres toros sin ninguna opción de una corrida de Adolfo Martín por debajo del nivel que se esperaba, a pesar de lidiar algún toro importante. 


Marcó la cornada de José Garrido en el tercero el orden posterior de los astados a lidiar y en quinto lugar, salió el que estaba previsto como cuarto. Un toro que en el capote de Fernando Robleño ya mostró mucha mayor viveza que sus hermanos, humillando, aunque quedándose corto, lo que propició que el diestro tuviera que salirse con él con lances por los adentros hasta el centro del ruedo. No se empleó en el caballo de picar por lo que, a pesar de perder las manos en alguna ocasión, llegó al tercio de banderillas con el depósito de bravura casi entero. Empezó a marcar el toro durante la lidia, que su tendencia era hacia la izquierda. Ayudó un par muy expuesto de Fernando Sánchez a calentar un ambiente, que saltó por lo aires en la primera serie sin probaturas en los terrenos del tercio en frente del tendido 7.


Desempolvó Robleño su mejor toreo al natural. Erguido de figura, con la cadera rota, la mano baja, naturalidad absoluta, trazo largo, línea curva… Un toreo rotundo que levantó los olés  de la feria. Una serie para recordar. Volvió al mismo tono en la siguiente, de nuevo, sobre el pitón izquierdo. De mayoría absoluta. Unos rugidos hicieron templar los cimientos de la Catedral del toreo. Se empeñó Robleño en ponerse por el lado diestro, el más complejo a priori del ‘adolfo’. Muletazos de embroque más retrasado – a la altura de la cadera-, para ganar en dimensión e impronta en los remates. Siempre con la línea curva frente al eje natural y erguido del torero. En un perder y ganar pasos constantes, pero dejando la muleta puesta en la cara, para tirar de la embestida hasta el final. Tuvo como remate esta serie una cambio de mano con trazo de circular y tiempo dormido. El obligado de pecho salió desarmado. Una sensación de lástima invadió el ambiente. El público rompió a aplaudir. Se vino abajo el toro en su embestida a partir de este momento, acusado, quizás, por unos terrenos también demasiado cerrados. Pero la obra ya estaba hecha. Sólo faltaba la rúbrica merecida. No llegó al primer intento. Sí al segundo: en todo el sitio. El público pidió la oreja con mayoría simple y el presidente decidió no conceder la oreja. Las dos vueltas al ruedo fueron unánimes. De romper las manos a aplaudir. Pero no hubiera venido mal que alguna de esas palmas se hubieran traducido en pañuelos durante la petición.

Ya había perdido Robleño una oreja del primero, faena que pecó de abrir plaza con una lluvia fuerte que comenzó cuando el sonido de clarines y timbales anunciaba la salida del burel. Muy en la línea de Saltillo fue el ‘adolfo’, de fenotipo por sus cortedad de manos y su amplitud de sienes enseñando las palas; pero también por su genotipo, pues se movió en los primeros tercios con la cara abajo, pero siempre sobre las manos, por lo que el recorrido era escaso. Poco a poco fue macerando Robleño una faena paciente, de ir alargando en cada serie una cuarta de la embestida, que, hasta ese momento, no había perdido ningún ápice de humillación. Fue desarrollando la faena un tono siempre a más, hasta conseguir varias series rotundas al natural y sobre la diestra. Paciencia maestra. Pero, de nuevo, volvió a pinchar. Toreó Robleño como pocas veces se ha visto en esta feria, pero con el mismo final de siempre.


El tercero, astracanado, más cerrado de cara, aunque con expresión de cinqueño, arrolló a José Garrido en el recibo a la verónica, obligándole a tomar el olivo. Toro muy complicado por su incertidumbre, pues nunca venía dentro de la muleta. Siempre con la cara entre las manos, escarbando. Estaba el extremeño dejando una actuación sincera y muy meritoria, cuando el astado le prendió en la parte posterior del muslo derecho. Enorme la violencia. Milagrosa la caída, atizando todo el peso de la caída en el cuello y en la espalda. Había calado el pitón y los signos de dolor eran evidentes. También la sangre, que ya manchaba la media torera de Garrido mientras le llevaban a la enfermería. Al toro, Robleño lo despachó con dignidad.

Tres toros de nulas opciones tuvo Román, que a pesar de eso dio una seria tarde. Su primero fue un toro de Adolfo con embroque, pero sin fondo, muy venido a menos, con una embestida muy difícil para conectar con los tendidos. De idéntico comportamiento fue el cuarto, que prontó marcó su mansedumbre al repucharse del castigo en el peto. Salió sin celo de los muletazos, totalmente vacio de casta desde el inicio. Lo intentó por ambos pitones. El sexto saltó al callejón y salió posiblemente lastimado, pues luego mostró escasa fuerza a pesar de no emplearse nunca. Finalmente, Regresó a los corrales. Estaba la gente esperando un Pallarés de línea Buendía, cuando por toriles salió un toro de fea presencia, más en la línea Quintanilla, la más antigua de este hierro. Alto y grande, no entraba por ningún ojo con cierto gusto. El comportamiento fue totalmente desclasado. Volvió a ponerse Román como si el toro fuera el mejor. Pero los rugidos ya se los había llevado Fernando Robleño.

Ficha del Festejo:

Hierro de Adolfo Martín - España

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Decimoséptimo festejo de la Feria de San Isidro. 18.666 espectadores según el dato oficial comunicado por la empresa. Toros de Adolfo Martín y Pallarés (6º bis), muy bien presentados todos, excepto el feo sobrero. De decepcionante juego en su conjunto. Sólo se salvó de la quema el buen cuarto, con un importante pitón izquierdo, aunque se vino a menos. Y el primero, que tuvo fondo. El resto, muy deslucidos. 

• FERNANDO ROBLEÑO, ovación tras aviso, silencio en el que hirió a Garrido y dos vueltas al ruedo. 

• ROMÁN, silencio tras aviso, silencio y silencio en el que mató por José Garrido. 

• JOSÉ GARRIDO, cogido. 

Incidencias: El banderillero José Chacón se desmonteró tras parear al tercero. Hace lo propio Fernando Sánchez en el quinto. 

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