Crónica de la sexta de la Feria de San Fermín de Pamplona
Mundotoro
Ni ‘La Tizona’ del Cid Campeador o la ‘Joyeuse’ de Carlomagno tuvieron tan importancia ni fueron tan trascendentales como el acero en Pamplona. Llegaron los mozos provistos de mayor y fuerte repertorio, convirtiéndose de nuevo la plaza de toros en una fiesta que celebró a golpe de ‘goles’ las seis estocadas con las que se dio muerte a una corrida de Fuente Ymbro de buen juego, pero escasos de raza, a pesar de medirla al máximo debajo del peto. Bien es sabido el poder de la estocada en los tendidos navarros y, lo cierto, es que las seis fueron de premio. Difícil ver matar una corrida mejor. Seis estocadas, siete orejas. Ahora bien, no todo fue el acero, pues Ginés Marín mostró su clarividencia y momento, dejando con poso un gran toreo al natural; mientras que Miguel Ángel Perera exigió con poder y dominio al mejor lote del encierro. Por su parte, Luque tuvo que hacer frente al más deslucido.
Es Ginés Marín uno de los toreros con mayor plenitud de la temporada y en Pamplona volvió a corroborarlo. El sexto, ligeramente cuesta arriba y con la expresión propia del toro con edad, tuvo una embestida con clase, que fue afianzándose a medida que el extremeño fue plasmando la faena. Comenzó de genuflexo en los terrenos del tercio con derechazos, en los que el toro marcó una embestida que hasta ese momento no se había definido. Le costó al toro entregarse en los terrenos de los medios en las primeras series sobre la diestra, humillando, pero moviéndose sobre las manos. Todo cambió cuando Ginés Marín se echó la mano sobre la zurda en los terrenos del tercio. Descolgó y se soltó más el astado gaditano, ganando el toreo en empaque y contundencia. Los naturales tuvieron trazo curvo y embroque templado, tirando de la embestida con la figura erguida. Siempre la faena fue a más y el remate por bernadinas cambiando los viajes del toro cuando los pitones ya rozaban el pecho del torero, llegó a los tendidos. La estocada, en corto y por derecho, fue de escuela. El presidente concedió las dos orejas. Arreó ya Ginés Marín frente al tercero, al que recibió a la verónica con gran templanza. Le faltó raza y fondo al astado de Gallardo, con una embestida que llegó dormida al último tercio. Por lo criminal tiró el extremeño, intentando siempre que aquello no parara. Y así fue capaz de arrancar una oreja con el refrendo de una estocada. Tarde que tuvo como clave su momento para acabar con tres orejas con un lote que en otras temporadas no le hubiera permitido salir por la Puerta Grande.El cuarto fue el toro de la corrida por su clase y humillación. Dio distancia Miguel Ángel Perera en las primeras para dar inercia a un astado, que fue a más a medida que el de Puebla del Prior fue exigiendo por abajo con poder. Faena importante que se desarrolló entre el silencio de un tendido más pendiente del bocadillo. Venció Perera la duda de su quehacer y se mantuvo bajo los mismos parámetros a medida que el trasteo fue ganando en tono y fondo. Tras acortar las distancias al máximo y recetar una estocada, el público se levantó del letargo y el presidente concedió las dos orejas del tirón.
Ya habían pedido los tendidos a ritmo de pañuelo y almohadilla las dos orejas a Perera en su primero, un toro que tuvo una embestida noble, aunque justa de brío y transmisión. Con templanza y largura lo llegó siempre embebido el diestro en su tersa muleta. Tuvo que provocar en los momentos de los embroques, pues a su aire la embestida en el embroque era al paso, y tirar de alardes en el tramo final para llegar al público. También contó con el gran refrendo de la espada.
Dos de los toros más deslucidos de la corrida entraron en el lote de Daniel Luque. El sevillano estuvo por encima de ambos toros con mucha solvencia, con la muleta siempre retrasada para aprovechar la escasa inercia que le permitieron dos toros que nunca humillaron y salían sin celo. Imposible hacer más. Las dos estocadas fueron de premio.
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