Crónica de la corrida de toros del 15 de marzo en Valencia.
Estaba la Feria de Fallas de Valencia, taurinamente hablando, a la espera de la mecha y de la pólvora suficiente para su gran mascletá. La lluvia, que había restado lucimiento otros días, respetó para la gran cremá. Con cartel de ‘No hay billetes’ en taquillas y en el único sábado de la feria, respondió de nuevo Valencia a la presencia de Roca Rey que, entre sus partidarios, volvió a salir por la Puerta Grande. Una faena de estruendo a un excepcional toro de Victoriano del Río -el mejor de un encierro que contó con tres toros buenos- y otra de marcar diferencias con el manso y bruto quinto. En el filo del acero, se dejó Alejandro Chicharro la foto triunfal en el día de su alternativa en una tarde que contó con todo a favor, mientras que Alejandro Talavante tuvo opciones nulas con una corrida enlotada -mal- a las doce de la mañana, más por edad -tres cuatreños y tres cinqueños- que por hechuras.
Estaban los tendidos -con ruido durante toda la tarde- expectantes al inicio de faena de Roca Rey. En los medios y de hinojos, se desató la mascletá con varios cambiados por la espalda. La plaza era un hervidero y esa transmisión se mantuvo durante una faena rotunda que tuvo siempre vibración por la propia ligazón. Si lo más caro -emitiéndose bajo los parámetros de llevar y rematar los muletazos- fueron al natural, el público explotó por el pitón derecho y en los muletazos circulares finales de cada serie. Una autoridad del peruano que tuvo enfrente a un ejemplar excepcional de Victoriano del Río. Una categoría de embestida que, además, tuvo fondo. La gente empezó a pedir el indulto y Roca Rey, con acierto, optó por tirarse a matar. Tras la estocada, el rugido se escuchó varios kilómetros a la redonda. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro de Victoriano del Río.
Importante fue la faena de Roca Rey -que había sufrido un pitonazo seco en el muslo al intentarse estirarse en el recibo de capa a pies juntos- al manso quinto. No sé desgastó el astado madrileño en el tercio de varas y llegó con todo dentro a la faena de muleta. Los primeros viajes -por dentro y con arreones- justificaban una lidia sobre las piernas. Sin embargo, el peruano se puso en el sitio y, a base de exposición, encauzó varios muletazos que pusieron en pie a los tendidos. La intensidad, esta vez, llegó más por el valor más desnudo, pisando el sitio que marcan la diferencia. Sin embargo, la estocada se fue muy abajo y le impidió sumar otra oreja.
Alejandro Chicharro se doctoró como matador de toros con un toro ideal para la ceremonia. Noble y con clase, el de Victoriano del Río tuvo el recorrido y el fondo preciso para ligar los muletazos. Molestó el viento -algo común en los primeros toros dentro del microclima de la plaza de toros de Valencia-, sobre todo, en los momentos de los embroques. El madrileño dejó una faena limpia, de buen trazo, consiguiendo ese ataque y esa fuerza de matador de toros que necesita el triunfo en las bernadinas finales. Paseó una oreja, tras dejar una media estocada.
Se fue a portagayola en el sexto y al centro para comenzar su faena con pases cambiados. Tuvo el colorado que cerraba plaza un fondo de bravo que le permitió siempre ir a más. Se volcó el público con Chicharro en una faena más rotunda, buscando siempre los muletazos de mano baja y los pases de pecho al pitón contrario. El fallo con el acero dejó una tarde de triunfo necesitado en una vuelta al ruedo. Y perder la foto con Roca Rey en hombros el día de su alternativa, a pesar de su buena tarde.
Alejandro Talavante bailó con el lote más feo -por presencia y juego-. Dos toros altos que fueron contrarios a la entrega y negados a la flexibilidad necesaria para la buena embestida. Con el segundo, el extremeño se puso al natural como si el toro fuera bueno, obviando las embestidas a media altura y por dentro. El cuarto nunca tuvo la transmisión, por su poco poder, para que los muletazos llegaran a los tendidos. Con ambos, no se le pudo recriminar nada a Alejandro Talavante.
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