Los inicios de César Girón con el maestro Pedro Pineda y Moreno Sánchez primera vez de luces en Maracay con los criollos
Jesús Ramírez "El Tato"
Fotos archivo
Hoy Viernes 13 de junio recordamos el nacimiento del más grande de los toreros de América, César Antonio Giron Díaz.
Sin profundizar en su historial para recordar su grandeza, diremos que sus temporadas europeas fueron la ratificación inequívoca de un torero de proporciones incalculables.
Su entrega asombrosa en la media luna de los pitones, sus prolongadas faenas, sus pares de banderillas asombrosos y sus estocadas fulminantes, le colocaron en la cima de un grupo selecto de los mandones y figuras del toreo universal.
No existe plaza andaluza, castellana, salmantina, gallega, de la Mancha o del norte español, donde César Girón no triunfó y conquistó trofeos. Si cortar un rabo en Sevilla era difícil, una proeza, pues César cortó dos en menos de 72 horas a toros de Guardiola y Cobaleda. La hazaña más que proeza lo llevó a encabezar las estadísticas en España, los madrileños reclamaban su presencia y surge la disputa entre su apoderado y la empresa, porque el monto de la contratación trascendió escandalosamente el despacho empresarial. Un millón doscientas mil pesetas le dieron por confirmar la alternativa con Antonio Bienvenida y Pedro Martínez "Pedrés" con toros de Juan Cobaleda. Otra histórica tarde del venezolano con cuatro orejas y petición de rabo en Las Ventas.
Hasta 1966 que fué su prematuro retiro, César Girón fué figura postinera en las principales ferias de Europa y América. Nunca se encontró explicación a su retiro aun jóven y en figura. Esa tarde del sorprendente retiro en el Nuevo Circo de Caracas brindó un toro a doña Esperanza, su madre, que ya mermada de salud se encontraba en un palco de sombra. No pudo César contener la emoción en el brindis y tras brillante faena tiró al toro sin puntilla y recibió las dos orejas.
Quince días después en París, en familia con su esposa Daniella Ricard, recibió la triste noticia de la muerte de su progenitora.
Tras el retiro, César entró en el mundo de los negocios sin mayor fortuna. En 1971 tenía en arrendamiento la plaza monumental de Valencia y se anunciaba en grandes carteles con figuras hispanas que por cierto no lo consideraron a la hora de ajustar honorarios. Una tarde triunfal, la más importante de torero venezolano alguno en dicho coso, fué premonitoria de su fatal destino. Ése 24 de junio de 1971, le dió tremendo repaso a Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguin al cortar nada menos que cuatro orejas ante una plaza llena que lo sacó a hombros hasta la avenida Las Ferias.
117 días más tarde, su vida se apagaba en los hierros retorcidos de su viejo Wolswagen Camarguia que conducía procedente de Caracas.
César logró universalizar el toreo americano con sus gestas y gestos y vivió intensamente en gloria triunfal para ser admirado siempre por su gloriosa y ejemplar trayectoria de respeto a la profesión abriendo caminos de esperanzas al toreo venezolano con el fruto de su entrega y valor.
Hoy recordamos su grandeza porque tras lustros y decenios, sigue siendo vivo ejemplo para los jóvenes del mundo que quieren ser algo en la vida y los que sueñan con ser toreros y abrazar la fama, la grandeza y el reconocimiento general.
Gloría hoy y siempre a César Girón.
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