martes, 16 de septiembre de 2025

ABC de España | EE.UU. salvó a Venezuela hace un siglo de una posible invasión europea



AlbertoNews

Nicolás Maduro está intentando seguir el libreto del presidente Cipriano Castro, que ante el bloqueo naval que Venezuela sufrió desde diciembre de 1902, con intervención de buques de guerra europeos para cobrarse la deuda externa del país (episodio que contribuyó a la creación del término de «diplomacia del cañonero»), apeló al sentimiento nacional y logró el alistamiento elementos importantes de la sociedad. Entre estos estuvo el médico José Gregorio Hernández, que el jueves será canonizado en la Plaza de San Pedro del Vaticano, aunque no exactamente por salir en auxilio de ese otro Castro.
Por ABC DE ESPAÑA
Maduro no solo tiene hoy dificultades en reclutar un ejército de verdaderos voluntarios para que tomen las armas en ayuda del chavismo, sino que a diferencia de aquel caudillo anterior (también ilícitamente en la presidencia, en tanto que derrocó por las armas a su antecesor) no tiene ninguna gran potencia externa a la que apelar para que acuda en su ayuda. Hace un siglo fue Estados Unidos quien medió para echar a los barcos imperiales del Reino Unido y Alemania (también se habían sumado buques de Italia y, en menor medida, de Países Bajos, Bélgica y España), pero ahora es la propia superpotencia americana la que protagoniza la presión naval sobre el gobierno venezolano. Ni China ni Rusia están en condiciones de sacarle las castañas del fuego a Maduro.

La crisis de 1902-1903 se debió a las deudas contraídas por Venezuela a causa especialmente de la construcción del ferrocarril durante las dos décadas previas y a los daños económicos sufridos por súbditos europeos en las guerras internas venezolanas. El conflicto duró un par de meses y terminó con el Protocolo de Washington, por el que Caracas se comprometía a pagar a plazos lo debido.

En medio de la confrontación, Venezuela contó con el aliento de otros países de la región, pero solo Argentina dio un paso al frente… de palabra: el canciller argentino Luis María Drago emitió una declaración, luego conocida como «Doctrina Drago», que quería asentar internacionalmente el principio de que el cobro de las deudas externas (que se acumulaban en países cuya independencia era relativamente reciente) no podía realizarse por la fuerza.

El principio no sería acogido de inmediato, así que ante el riesgo de que incluso el Reino Unido y Alemania fueran a poner tropas en suelo venezolano, Caracas invocó la Doctrina Monroe estadounidense. Esto sorprende, dada la trayectoria luego conocida de la relación de EE.UU. son el resto del hemisferio occidental, pero es que en su inicial formulación de 1823 la doctrina del presidente James Monroe (en realidad formulada por su secretario de Estado, John Quincy Adams, luego también presidente) había sido ideada contra las potencias europeas. Solo después, a raíz justamente del episodio venezolano, en 1904 Theodore Roosevelt aportó su «corolario»: el América para los americanos pasó a entenderse como América para los estadounidenses.
Desde entonces, el Gran Caribe fue un área de influencia directa –de injerencia– de Estados Unidos. Más recientemente pareció establecerse un cierto respeto de Washington hacia su entorno geográfico más inmediato. El derecho internacional avala la independencia y soberanía de los países, y es interés de las potencias medias y naciones pequeñas velar por que ese ordenamiento global retenga los tics autoritarios de las superpotencias. No es fácil la relación con un vecino hegemón, pero un régimen como el de Maduro –deslegitimado jurídicamente, que comete graves crímenes contra los derechos humanos y participa en el narcotráfico y el blanqueo de capitales– tampoco puede esperar que otros acudan en su auxilio. Ni siquiera lo está haciendo la Unión Europea.

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