jueves, 18 de octubre de 2012

La magia de Manizales…


Medellín - Colombia. Ya muchos han expresado su opinión sobre este fin de semana taurino en Manizales. Yo esta vez fui solo como aficionada, a disfrutar con los amigos y a descansar. Desde que organizamos el paseo me hice el firme propósito de no escribir nada distinto a mis notas personales y lo cumplí, solo que ocurrió algo que me siento obligada a compartir.

Al llegar a uno de los sorteos, en el fondo del patio de caballos, estaba una persona que me haría entender por qué estaba yo en Manizales en ves de estar en Medellín adelantando mil cosas que requiere mi trabajo actual.

Con la habilidad de los buenos toreros, me llevó a sus terrenos y cuando menos pensé, me había investigado media vida. Ya se había relajado un poco el tema y no sé en qué momento terminé contándole con quien estaba en Manizales.
“Me parece muy bien. Es mejor que te eches solo amigos y que no te eches marido”.

No Maestro. Somos amigos verdaderos. Dormimos en la misma habitación pero solo hablamos y hasta podríamos dormir en la misma cama y solo hablar.

“Entonces lo que tienes es un tesoro y cuidado, que los tesoros hay que cuidarlos”. Me dijo muy serio, mirándome a los ojos y levantando el dedo para marcar su afirmación. Tal como lo hace Juncal cada vez que lanza alguna de esas frases que obligan a parar y devolver o incluso a pararse para buscar donde escribirla.

Como él marcaba los terrenos como quería, de repente la conversación dejó de ser privada y se dirigió a “uno de mis tesoros”, con la confianza que ya le daba el conocer su procedencia.

“Es que este año ella me hizo una entrevista muy privada y yo ahora me estaba vengando”.

Venganza que agradezco Maestro porque la verdad es que tengo varios tesoros que muchas veces descuido. Decidí viajar a Manizales por agotamiento pero convencida de que lo correcto era haberme quedado trabajando. Mi decisión no estuvo basada en el cuidado que hay que tener con los tesoros, sino en como podría distribuir mi tiempo para no descuidar mi trabajo.

Usted me recordó que podía descuidar mi trabajo un par de días porque si no le dedicaba tiempo al cuidado de mis tesoros tal vez ya no los encontraría cuando regresara a buscarlos.

Las demás cosas que me enseñó, aún las sigo asimilando. No crea que no escuché cada una de las cosas que me dijo con sus silencios en los que simplemente sonrió y me miró luego de alguna de mis afirmaciones.

Sobre eso no voy a escribir porque como usted es quien marca los terrenos, nuestra conversación continuará en la cita que acordamos a su regreso.

Hoy solo quiero compartir la más simple de sus enseñanzas porque sé que muchos, igual que yo, olvidan permanentemente la importancia de cuidar sus tesoros. O tal vez, ni siquiera se han dado cuenta de que los tienen. Solo por eso, yo no puedo dejar ese pedacito de nuestra conversación solo para mí.

Y como quienes empezaron a leer este texto, seguramente lo hicieron esperando conocer mi opinión sobre lo taurino. Lo único que tengo para decir es que ojalá, cada uno de los que pisó el ruedo, tenga la capacidad de escuchar y asimilar con humildad las palabras de sus maestros. Si ya han logrado esto, los que empiezan llegarán muy lejos y los que van más adelantados lograrán cosas más grandes.

Y cuidado, que maestros hay muchos en la vida. No me refiero solo a quienes tienen a su lado permanentemente. Este fin de semana me encontré con uno muy reconocido, pero el resto de mis días tengo la fortuna de cruzarme con el vigilante y el conductor de la empresa para la que trabajo. Ellos no se imaginan cuanto envidio su alegría y el optimismo que irradian. No saben cuanto alegran mi día cada vez que los saludo.

Por eso reitero mi deseo para todos los que se jugaron la vida en el ruedo de Manizales. Si ya tienen la capacidad de escuchar, de asimilar las palabras que escuchan y de reconocer con humildad lo que les falta aprender, lo que yo opine sobre su toreo sobra, pues ustedes ya son seres grandes.

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