Se lidian toros de Villa Carmela para el rejoneador Rodrigo Santos, Fermín Rivera, Daniel Luque y Sergio Flores
MARCO A. HIERRO
Acogía esta noche la Monumental Plaza de Toros
México una corrida de toros mixta que hacía novena de la Temporada Grande. Para
la ocasión, estaba listo un encierro desigual con el hierro de Villa Carmela. Rompía
plaza el rejoneador potosino Rodrigo Santos, que ayer sufrió una fortísima
voltereta de la que se ha recuperado en las últimas horas y, a pie, le seguían
en suerte el veterano Fermín Rivera, el sevillano Daniel Luque y el azteca
Sergio Flores, a los que el público obligó a saludar al romper el paseíllo.
Y fue accidentado el comienzo del festejo, porque se partió un pitón
el toro de rejones que abría plaza nada más saltar al ruedo, hubo de ser
devuelto y, al no haber preparado un toro de rejones, tuvo que correrse
turno.
En el tercio esperó
Fermín Rivera
la salida del primero, toro cuajado en la caja, más escaso de perfil,
pero colocado de pitones, que embistió con más brío que ritmo en las
verónicas del potosino. Más vistosas fueron las ajustadas fregolinas del
quite de Rivera, con el animal acortando ya los viajes después del
encuentro con el penco. Vertical y elegante, tuvo sabor el inicio hacia
afuera de Fermín, que pronto vio cómo la falta de fuerza le restó
recorrido a la arrancada mortecina, pero supo enganchar con la muleta
retrasada para dibujar con mucho gusto, tocar suave y vaciar con mimo
para conservar el celo.
Tuvo paciencia
el mexicano, haciéndose con la voluntad cansina del de Villa Carmela,
sobresaliente en la colocación y en el encaje, pero no le colaboró el
toro para engrandecer sus toreras formas. Supo Rivera trazar muy
largos los derechazos cuando se acabó la inercia y llegó el enganche
perfecto, la reunión armónica y la seguridad valerosa, madura y seca que
llegó mucho al tendido. Un pinchazo y una estocada dejaron el premio en
vuelta.

El saludo a la verónica de
Daniel Luque
al tercero tuvo cadencia y compás, con un gran remate a una mano para
presentar credencial. Breve fue el puyazo al castaño girón, que empujó
en el peto en el escaso castigo. Ceñidas fueron las chicuelinas del
quite, más expuestas que brillantes. Pero se acabó casi antes de empezar
el animal, a pesar de que no tuvo mal son en las escasas arrancadas.
Fue
complicado atacarlo por su carencia de fuelle y optó el sevillano por
ganar la cercanía y por el toreo de cintura en lugar del de muñeca para
intentar que fueran más largos los muletazos. Porfió en los cites
para lograr algún natural limpio pero no logró captar el rugido del
tendido, aunque sí el reconocimiento. Un pinchazo y una estocada corta
bastaron para pasaportar al bicho.

Brillante y bullidor fue el saludo de
Sergio Flores
al cuarto, al que le enjaretó verónicas de encaje a pesar de su falta
de ritmo y le varió la suerte con chicuelinas para que no decayera el
saludo al perder las manos el animal. Lucido fue el quite, con dos
chicuelinas, una tafallera y una revolera de mucha vistosidad y
conexión. Inteligente estuvo Flores en el inicio muletero, perdiendo
pasos y dando suavidad y el viaje muy largo para azuzarle el celo y el
recorrido al cárdeno animal. A más fue Sergio en la intensidad hasta
lograr una serie de ligazón y ritmo con la diestra para que cogiese
vuelo la faena.
Sutil en el toque y
preciso en la repetición, supo el mexicano administrar las arrancadas y
ponerlas en ritmo para ligar con mucho pulso, con regusto en los
naturales que humillaba el animal. Lástima que se le viniese
abajo en el epílogo y quiso rehuir la pelea, defendiéndose hasta pegar
un derrote que volteó al tlaxcalteca antes de encorajinarse y soplarle
una buena serie diestra, inconclusa por la brusquedad final del toro.
Con bernadinas concluyó Sergio, y con un pinchazo antes de cobrar la
estocada entera y saludar una ovación.

De nulo celo fue el toro de
Marco Garfias que salió en quinto lugar para rejones, haciendo estériles los esfuerzos de
Rodrigo Santos
por colocar el primer rejón. No fue hasta la primera banderilla la
primera arrancada con brío del animal, después de dolerse con
mansedumbre y de colocarse por delante de la cabalgadura.
Muy complicado fue andarle delante, restando precisión a la colocación de los palos y desluciendo la labor del caballero.
Animoso y bullidor, fue todo voluntad el mexicano, a falta de opciones
para que llegase la brillantez. Mal con el rejón de muerte, escuchó
pitos.

Hasta los medios se salió
Fermín Rivera
con el sexto para enjaretarle lances, y aún así le costó al cárdeno
emplearse en el capote del potosino. Con las manos muy bajas instrumentó
el quite por chicuelinas Rivera después del liviano tercio de varas.
Poderoso y serio fue el inicio a pies juntos del potosino, que se
encontró con un animal con fijeza y celo que repitió demandando temple.
Y
se lo dio el mexicano, que supo desgranar los muletazos armónicos y
bien pulseados, de preciso enganche y escaso desfallecimiento en viaje y
serie. A más en el pulso, llegó la conexión con el toreo macizo
de mano diestra, trayéndose al toro todo lo largo que era posible para
pasarlo entero por la faja. Macizo, sereno, serio y seguro, fue caro el
potosino sin un artificio para la grada. Todo en un palmo, siempre bien
colocado, hundido en la arena, puro y redondo en su concepto. Le buscó
con la zurda el natural perfecto hasta que lo logró, pero no fue ese el
mejor pitón del toro. Adornó el final con trincheras y desdenes y una
estocada contraria que hizo guardia y emborronó la obra.

El serio séptimo se fue pensando cada vez más las arrancadas al capote de
Daniel Luque hasta
dejar sin remate el saludo del sevillano. Y subrayó ese defecto durante
la lidia para llegar probón a la muleta, quedándose siempre detrás de
la mata y sin terminar los viajes.
Deslucido el animal en la muleta de Luque, que sólo dejó muletazos aislados con el complicado animal. Faena de robar embestidas y descifrar condición, no tuvo premio en el tendido.
El berrendo octavo humilló en el saludo a la verónica de
Sergio Flores,
pero acusó la exigencia para ir a menos. Lo vio el torero, que a penas
castigó al animal en el penco. Pero no dio opciones el animal al
tlaxcalteca, que se quedó zorrón y detrás de la mata, volviendo sobre
las manos y quedándose bajo la tela.
Hubo firmeza en la actuación de Flores, pero poco más pudo ofrecer con las condiciones del berrendo. Porfió con voluntad y paciencia Sergio, que terminó abreviando. Mal con la espada, escuchó silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros Monumental de México. Novena de
la Temporada Grande Internacional. Corrida de toros mixta.
Siete toros de Villa Carmela, de buena presencia y trapío, y un sobrero de Marco Garfias para
rejones, quinto. Se partió un pitón el primero de rejones y fue
devuelto; con calidad sin espíritu ni fuelle el segundo; de muy feble
fijeza el girón tercero; de buena calidad sin fuerza y a menos por no
tenerla; manso y sin celo el deslucido quinto de rejones; obediente,
fijo y repetidor el buen sexto; zorrón y a la caza el complicado octavo.
El
rejoneador Rodrigo Santos: pitos.
Fermín
Rivera (canela y oro): vuelta al ruedo y vuelta al ruedo.
Daniel
Luque (marino y oro): ovación y silencio.
Sergio
Flores (marino y oro): ovación y silencio.
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