lunes, 9 de diciembre de 2019

Fernando Cepeda, apoderado y torero de culto: "He sufrido, pero he sido feliz"

Retazos de vida de un respetable taurino tras los avatares de una muy grave enfermedad

Fernando Cepeda, en Sevilla.
Fernando Cepeda, en Sevilla.
Antonio Lorca
Tras una exitosa carrera como torero artista, Fernando Cepeda (Gines, Sevilla, 1964) se licenció en Derecho con la ilusión de trabajar en un despacho como abogado; pero poco antes de colegiarse se cruzó en su camino Miguel Ángel Perera, un serio aspirante a figura al que no conocía personalmente, y cambió la toga por la labor de apoderado. Doce años después, una bacteria le ha fastidiado la vida, ha estado hospitalizado, perdió la movilidad de las piernas durante más de un año, ha pasado por el quirófano y todavía debe acudir a sesiones de fisioterapia para recuperar una normalidad perdida.
La enfermedad ha precipitado su amistosa ruptura con el torero, y ahora está apartado del mundo del toro, (“pero no desconectado”, aclara él), y en expectativa de destino, pues no descarta volver a las andadas de los despachos taurinos, olvidados ya los manuales jurídicos.

Entre medias, ha debido lidiar un ‘conflicto taurino familiar’. Fernando Cepeda tiene tres hijos, dos varones de 25 y 21 años y una chica de 17. Asegura muy serio que, plenamente convencido de las dificultades de la profesión de torero, ha procurado evitar el contacto de sus vástagos varones con el mundo del toro. “Son aficionados al toro, pero su vocación es el fútbol; son buenos estudiantes y muy deportistas”, asegura. “Pero me descuidé con María; claro, como era la más pequeña y niña, no pensé yo que…” “Lo cierto es que me planteó seriamente que quería ser torera…”

Añade Cepeda que María es la más aficionada de la familia, que le gusta torear en el campo, pero, por fortuna, ha desistido de sus intenciones taurinas. “La verdad es que me ha tenido un poco asustado”, comenta el padre, tranquilo ya de que el toro no haya vuelto a entrar en su casa.
“La labor de un apoderado es algo más que contratar corridas y cobrar comisiones”

Ha sonreído Fernando Cepeda mientras contaba la anécdota familiar, pero pronto vuelve a su habitual seriedad, mezcla de una natural timidez y severidad en el semblante. De cualquier modo, la grave enfermedad que ha padecido y los avatares del ejercicio cono apoderado independiente no son asuntos baladíes.

“He sufrido una muy mala racha de salud”, explica. “Todo comenzó con una infección en la cadera en plena temporada taurina de 2017. Estuve un mes hospitalizado y más de un año sin capacidad de movimiento. A pesar de ello, intenté cumplir con mi responsabilidad de apoderado desde la cama, aunque hubo días que no podía ni hablar”.

Cepeda reconoce que esa circunstancia ha precipitado el final de su relación profesional con Miguel Ángel Perera después de doce años. “Yo necesitaba parar, y el torero, un cambio de aires; ha sido una buena decisión para los dos”, añade.
Miguel Ángel Perera y Fernando Cepeda.
Miguel Ángel Perera y Fernando Cepeda.
“Ha sido una experiencia muy positiva”, prosigue. “Ser apoderado es algo más que contratar corridas y cobrar comisiones. Si tienes conocimientos profesionales, debes aconsejar al torero para que obtenga el mayor rendimiento de sus capacidades. Hay que estar pendiente de los asuntos personales, de modo que esté motivado, ilusionado y centrado en su profesión”.

“Yo he sido de todo con Miguel Ángel”, continúa Cepeda. “Y, sobre todo, la persona más exigente que ha tenido a su lado. Y he sido feliz, muy feliz”.

- ¿Cómo eran las negociaciones con las empresas?

- “Durísimas. Sobre todo, porque éramos independientes y no pertenecíamos a ninguna gran casa empresarial. He sufrido muchísimo, pero me ha compensado. He apoderado a un gran torero y he disfrutado mucho con él”.

“Ser torero ha sido lo más importante y grande que he hecho en mi vida”

- ¿Y ahora, qué?

- “Estoy apartado del mundo del toro, y todo dependerá de que me llame un torero que me vuelva a ilusionar. Descarto, eso sí, trabajar como abogado porque ha transcurrido mucho tiempo y no he vuelto a coger un libro”.

No sería justo, no obstante, que a Fernando Cepeda se le recordara por su etapa como apoderado porque ha sido un torero de culto, un reconocido artista, especialmente en el toreo de capa, y protagonista de una carrera corta en número de festejos pero plagada de momentos intensos.
“Ser torero ha sido lo más importante y grande que he hecho en mi vida; cuando vestía el traje de luces no me cambiaba por nadie”, afirma.

“Mis inicios fueron muy positivos; se crearon expectativas y tuve muchos seguidores, pero pronto llegaron las cornadas, tampoco estaba sobrado de valor y me descolgué de los carteles de las figuras antes de lo previsto, pero mantuve mi categoría y conseguí que se me respetara. La verdad es que alcancé más de lo que yo había imaginado”, añade.

“Y me retiré porque perdí la ilusión. Estaba muy limitado físicamente después de dos operaciones de espalda y cada vez me costaba más entrenar. Sucedió, además, que en noviembre de 2005 murió Ángel Caro, la persona que me ayudó en mis inicios, mi mozo de espadas, y me afectó mucho. En enero me di cuenta de que no cogía el capote y la muleta desde octubre, y ese detalle fue determinante para mí, que era un enfermo del toreo de salón. Total, que en enero anuncié mi retirada”.

Y hasta hoy. En los meses posteriores aparecería un joven Miguel Ángel Perera, necesitado de un consejero personal y profesional, con quien desde 2006 a 2018 ha formado una pareja de éxito, a pesar de las malas rachas, que también las ha habido. Y, después, la inesperada visita de la enfermedad que tanto limitó sus movimientos y su propia vida.

- Pero ya hace vida normal…

- “Si una vida normal es hacer deporte, torear, montar a caballo, que son actividades que me gustan, no. No puedo. Sigo muy limitado”.

- Al menos, sus hijos no le han salido toreros…

- “Uf, me daba mucho miedo, y cuando eran pequeños ni los llevé a los toros, ni a entrenar ni a los tentaderos. Los encaminé hacia los estudios y el fútbol. Y va María y me dice que quiere ser tore

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