Crónica de la 16º de la Feria de San Isidro
Por Javier Jiménez
Mundotoro
En época de escaso toreo con el capote, Diego Urdiales y Pablo Aguado pusieron caro el lance de la verónica, alzándose con uno de los momentos de la feria. En la jornada de reflexión, ambos diestros mostraron el más puro arte del toreo de capa. Sublime resultaron las verónicas de Urdiales, asentando primero las zapatillas en el ruedo para: embrocar, llevar y soltar. Sin inercias ninguna. ¡Qué maravilla! ¡Y qué difícil torear así! Más si cabe cuando el tren que pasa tiene una largura kilométrica. No se quedó atrás Pablo Aguado, que paró el tiempo con el segundo. De figura natural, pies juntos, trayéndose la embestida para una reunión perfecta entre cintura y pecho. Con varios momentos de majestuosidad a mitad del lance. Muy profundos. Y varias medias que se alzaron como monumentos en el centro del ruedo. Con el toro más preparado y dificultoso para torear desde el inicio. Tuvo la tarde también la actitud de Francisco de Manuel, que dio una vuelta al ruedo tras una faena de garra a un complicado toro de Conde de Mayalde. Los de El Pilar, con tanto esqueleto como vacíos de bravura y fuerza, sumieron la tarde en un ambiente denso que dio tiempo al indeciso a leerse todos los programas electorales. ¡Y mira que no son pocos!
Largo como varios días sin panes y con una altura descomunal, cuesta arriba, fue el primero, cuya alzada enfrentaba en línea horizontal su cara con la de Diego Urdiales. Brutal la estampa. De máximo respeto. Salió el astado de El Pilar sin el celo propio de este encaste, corretón, pasando a media altura. Sacó el presidente prematuramente el pañuelo blanco para salir los caballos con el toro todavía sin fijar, lo que provocó cierto desconcierto. El ‘conocimiento’ de encastes no es sólo a las 12 de la mañana. Tras pasar el toro por el caballo en el primer puyazo, Diego Urdiales cuajó un quite a la verónica para el recuerdo. Todo sobre el pitón derecho.
Asentando primero los pies al albero, enganchando la embestida muy adelante, para llevarlas muy toreadas hasta el final. De aquellas verónicas con trazo y duración de muletazo. Verdadero deleite. Tras el segundo encuentro, llegó el turno de Pablo Aguado que volvió a recoger el capote para instrumentar el lance de la verónica. Dando más inercia, pero con mucha armonía y belleza. Hizo la réplica Urdiales por el mismo palo y mismo pitón, para poner cara la tarde en el toreo de capa. Todo ello, con un tren pasando por allí. Llegó a la muleta ya el toro con el fondo escaso, sobre las manos y costándole mucho ligar dos muletazos. Más, en la línea curva. Intentó Urdiales siempre ejercer el toreo que le distingue, pero por condición y física -al tener tanta largura el toro, pero tan poca fuerza y flexibilidad para la línea curva- fue imposible. Le recetó una gran estocada.
Más suelto de carnes y fino de hechuras fue el segundo, que se tradujo en una mayor flexibilidad. Salió el toro con la intención de humillar en el capote de Pablo Aguado, pero apretando mucho hacia los adentros. Se sacó el sevillano el toro de esos terrenos y más en los medios, ya sin querencias, instrumentó el sevillano varias verónicas de enorme profundidad. Con la figura natural, el capote suelto, ninguna impostura. Trayendo la embestida al eje del cuerpo. Durmiendo el tiempo de mitad hacia adelante. Las del pitón derecho, fueron enormes. Imposible torear más templado y reducir tanto a un toro de salida. Tras pasar por el fielato del peto, donde el toro salmantino se empleó con la cara abajo, volvió Aguado a bordar el toreo de capa con una media de regalo en el centro del ruedo que ya forma parte de la memoria de los que la vieron, alzándose como uno de los momentos de la feria. Totalmente de frente, con los pies juntos, aprovechando la inercia del toro en el embroque, para ir reduciendo su embestida hasta la mitad del trazo y, en el momento de mayor dimensión, recogérsela detrás de la cadera. Para enmarcar. La salida, como no podía ser de otra manera, fue andando. Otra media de Aguado de gran porte, después de un quite exquisito de lances a pies juntos que hizo réplica a otro por verónicas de Francisco de Manuel.
Con la muleta, instrumentó el sevillano un precioso inicio a media altura por ambos pitones, andando hasta sacar al toro a los terrenos del tercio. De auténticas caricias. Fue una faena torera de Aguado a un toro de clase, pero justo de fuerzas y de motor. Que, además, pronto fue echando el freno y con una embestida deslucida. Aún así, algunos derechazos, naturales y molinetes tuvieron el aroma del gusto. El acto tercero empezó a marcar el devenir el ritmo de la tarde. Dos toros de El Pilar regresaron a corrales por su poca fuerza. Y tuvo que saltar el tercero tris, con el hierro de Conde de Mayalde. Ya marcaba el reloj una hora tardía cuando De Manuel lo recibió con una larga cambiada con las dos rodillas en tierra en el tercio, para, después, lancear a la verónica y por chicuelinas a un toro que llegó a la muleta sin mucho recorrido, pero sin definirse. No se lo pensó dos veces Francisco de Manuel para echarse de rodillas en los terrenos del tercio en busca de que la feria no se le fuera de vacío. Instrumentó varios derechazos de hinojos, hasta que, en uno de ellos, el cinqueño toledano se olvidó de la muleta, para prender al madrileño a la altura de la ingle. Angustiosos resultaron los momentos colgados del pitón. Afortunadamente, todo quedó en un susto.
Fue éste un toro muy complicado, siempre sobre las manos, embistiendo con el pitón de fuera. Nunca estaba metido en la muleta, con la cara metida entre las manos, escarbando. Faena de mucho esfuerzo y de garra que logró imponerse a base de estar siempre muy cruzado y provocar la embestida al pitón contrario. Robó muletazos por ambos pitones. No se le pudo poner ningún ‘pero’. Además, la estocada será recordada a final de la feria en los recuentos de votos. El público pidió la oreja sin la fuerza necesaria. La vuelta al ruedo fue de gallardía.
Los tres últimos toros de El Pilar salieron al ruedo más para curarse en salud a las 12 de mañana, que por probabilidades triunfo. Tres toros largos hasta decir basta, con unas alzadas enormes. De esos que sólo bajan la cabeza para comer y que hasta en la imaginación cuesta verlos embestir con el pitón de adentro. Para más inri, la casta y la bravura brilló por su ausencia, pero la gente quería poner punto y final a la jornada de reflexión. ¡Para qué más sobreros! Sólo un espejismo en el sexto -frente al que volvió a brillar, una vez más, Juan Carlos Rey con los palos- en varias tandas de embestida con ritmo, pero a media altura. Los muletazos de Francisco de Manuel fueron de largo trazo, pero sin un poder excesivo. Se cambió la muleta a la mano izquierdo, el toro era menos claro, ya se venía a menos, y el acople no fue el mismo. La faena se fue diluyendo. Urdiales y Aguado no tuvieron ninguna opción.
Ficha del Festejo:
Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Decimosexto festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de entrada. Toros de El Pilar y Conde de Mayalde (3º tris), bien presentados, aunque muy desiguales de hechuras. De muy deslucido juego. El mejor, el segundo, con mucha clase, aunque poca fuerza y fondo. Noble también el primero, aunque llegó a la muleta muy mermado, sin querer nunca ir hacia delante. El resto, sin ninguna opción.
• DIEGO URDIALES, ovación y silencio.
• PABLO AGUADO, ovación tras aviso y silencio.
• FRANCISCO DE MANUEL, vuelta al ruedo tras aviso y silencio tras dos avisos.
Incidencias: Los banderilleros Juan Carlos Rey y Javier Sánchez Araujo se desmonteraron tras parear al sexto.
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