Prensa Arquidiócesis de Mérida/Emmanuel Rivas
Cada 15 de mayo, los agricultores merideños hacen una pausa para rendir homenaje a San Isidro Labrador, quien, más que un santo, es un símbolo de fe y esperanza para quienes ven en la tierra su sustento y el de sus familias.
Es 15 de mayo; el cielo merideño amanece despejado. Las pocas nubes que se ven en el firmamento parecen retumbar con el sonar de las campanas que anuncian la fiesta en honor a San Isidro Labrador, el patrón de los agricultores.
Cada año, los productores agrícolas detienen su arduo trabajo para rendir homenaje a este santo español que, de acuerdo con la tradición pasada de generación en generación, es símbolo de esperanza y protección para quienes dependen de la labor agrícola.
En Mérida, una región donde la agricultura pasó de ser una simple actividad económica a convertirse en un legado transmitido de padres a hijos, San Isidro es mucho más que un santo; es un guardián, una inspiración y un reflejo de la profunda conexión entre el hombre y el campo.
“Los ángeles le ayudaban a labrar la tierra”
San Isidro nació en Madrid en el siglo XI, y a lo largo de los años su figura se ha arraigado en la fe de los trabajadores del campo.
La tradición cuenta que, mientras él trabajaba la tierra, los ángeles lo ayudaban en el arado, permitiéndole dedicar más tiempo a la oración.
Este relato trascendió en el tiempo, convirtiéndose en un símbolo de la providencia divina para los agricultores que se enfrentan a desafíos diarios como las lluvias impredecibles, las sequías, las crisis económicas y el esfuerzo físico incesante que requiere el cultivar la tierra.
La celebración en Mérida
En un estado productor como Mérida, donde el trabajo agrícola sostiene a miles de familias y define la identidad local, la devoción a San Isidro Labrador es una mezcla de fe y agradecimiento.
La oración al santo no es un acto más de la rutina diaria, sino un diálogo sincero en el que depositan su anhelo de tener una cosecha próspera que recompense todo su esfuerzo.
“El culto a San Isidro Labrador tiene que ver mucho con la idiosincrasia que tenemos en Mérida, especialmente en el páramo, donde la agricultura es nuestra principal fuente económica; esto hace que la festividad sea de gran importancia para nosotros como agricultores (…) de manera personal, cada vez que siembro, le pido a Dios, bajo la intercesión de San Isidro, para que la cosecha se dé bonita”, comenta Álvaro Avendaño, un joven productor de Mucuchíes devoto de San Isidro Labrador.
Agrega que “no hay nada más bonito que, cuando uno está sacando su cosecha, dar gracias a Dios y a San Isidro por el don de la tierra”.
Para conmemorar a San Isidro, las comunidades se reúnen para organizar desde las novenas en las comunidades rurales o en los templos parroquiales hasta la festividad central, donde los agricultores exhiben orgullosos sus yuntas de bueyes, sus herramientas de trabajo y el fruto de sus cosechas.
La festividad de San Isidro Labrador reúne a toda la comunidad agrícola con el propósito de agradecer al santo y dejar en evidencia el profundo vínculo entre la fe y el trabajo diario.
Algunas de las actividades más comunes para celebrar a San Isidro Labrador en Mérida incluyen misas, procesiones y visitas por parte de los sacerdotes a las fincas para bendecir las cosechas y todo lo que implica el trabajo que -todos los días- realizan hombres y mujeres en los campos.
En las zonas agrícolas es común el desfile de carrozas adornadas con rubros como la papa, la zanahoria, ajos, brócoli, coliflor o frutas, todos estos alimentos producidos por las manos que, en medio de las adversidades, siguen apostando por el trabajo del campo.
La familia de Álvaro, por ejemplo, tiene más de 35 años presentando, cada 15 de mayo, sus carrozas adornadas con los frutos del trabajo que realizan.
“Es una devoción muy personal de mi papá, donde adorna su tractor, busca productos que después son donados como ofrenda a la iglesia y, por supuesto, agradece al patrón de los agricultores por la satisfacción que le deja el trabajo agrícola”, comenta.
En Lagunillas, municipio Sucre, “Los locos danzantes de San Isidro Labrador” con trajes muy llamativos realizan una danza tradicional que representa una mezcla de elementos religiosos, folclóricos y de la vida cotidiana de los agricultores. Los acompañan las Locainas, quienes reprenden a los asistentes con rejo en mano.
Rafael Soto es integrante del grupo de danzantes y asegura que su devoción hacia San Isidro Labrador se sustenta en el respeto y la fe hacia su imagen que lo lleva a bailarle desde el corazón como una muestra de agradecimiento por su intercesión en favores recibidos.
Esta tradición que invoca las buenas cosechas tiene su origen en las tribus indígenas y aborígenes, transformándose a partir del siglo XVII, después de la canonización de San Isidro Labrador en 1622, en lo que hoy conocemos.
Liborio Picón fue por muchos años mayordomo de la Capilla de San Isidro, también de Lagunillas. Comenta que la devoción al santo llegó a esta zona de Mérida entre el año 1620 o 1640 a través de los curas doctrineros agustinos quienes, al ver las fiestas que los habitantes indígenas realizaban a la naturaleza, decidieron convertirla en una festividad religiosa que ha ido evolucionando con el pasar de los años hasta convertirse en la manifestación religiosa y cultural que hoy se conoce y que, además, desde 1979, es Patrimonio Cultural Inmaterial del estado Mérida.
San Isidro y los agricultores: Devoción e identidad
Los agricultores ven en San Isidro una figura que representa su propia realidad: el trabajo incansable, la paciencia ante las dificultades y la fe en que, a pesar de los desafíos, la tierra siempre dará frutos.
Para muchos, la devoción a este santo va más allá de la festividad anual; es una tradición arraigada en el día a día. En cada jornada de siembra o cosecha, en cada amanecer en el campo, en cada plato de comida, en cada oración y en cada cosecha que llena los mercados y las mesas de millones de venezolanos.
La festividad en honor a San Isidro Labrador es un recordatorio de la resiliencia de quienes trabajan la tierra, de la esperanza que los sostiene y de la firme convicción de que la agricultura, más allá del duro trabajo que representa, es una identidad que se hereda y se honra.
La festividad en honor a San Isidro Labrador es un recordatorio de la resiliencia de quienes trabajan la tierra, de la esperanza que los sostiene y de la firme convicción de que la agricultura, más allá del duro trabajo que representa, es una identidad que se hereda y se honra.
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