lunes, 7 de julio de 2025

La Casa Blanca confirma que 91 personas han muerto por las inundaciones en Texas.


Texas lucha contra el tiempo para encontrar supervivientes de las inundaciones: “El río creció y todo lo que teníamos quedó bajo el agua” 

AlbertoNews
Por El País

En la ciudad de Kerrville ya no llueve con violencia. El cielo todavía se ve plomizo. Sale el sol a ratos. La vida vuelve lentamente a la normalidad. Carros en las calles, negocios abiertos. De vez en cuando pasan helicópteros. En el parque Louise Hays, sin embargo, las brigadas de rescate no han parado de buscar personas, vivas o muertas, entre los árboles abatidos. Las autoridades locales han informado de más de 80 fallecidos de momento, entre ellos 28 menores, de la ciudad y en el condado de Kerr.

El río Guadalupe, que atraviesa el parque, se desbordó la madrugada del viernes, dejando a su paso un rastro de destrucción sin precedentes en esta zona del centro-sur de Texas, a unos 100 kilómetros de San Antonio. Los vecinos recuerdan que hace dos noches creció tanto que casi llegó a cubrir el puente.

El acceso principal a esta zona verde está en la intersección de las calles de Cully y Thompson de la ciudad, de unos 25.000 habitantes. Pese a la advertencia de las cintas policiales, la gente ha continuado pasando. “Esto era un parque donde jugaban niños. Es muy duro saber que ya no están, pensar en sus padres”, afirma una mujer de unos 50 años que observa desde el puente en referencia a los menores fallecidos y a las víctimas de Camp Mystic, un campamento de verano para niñas en el que se alojaban en el momento de la catástrofe 750 menores. “Yo trabajo cerca de acá. Mi casa no fue afectada, pero solo puedo pensar en esos niños que van a encontrar muertos”, comenta la mujer, al borde del llanto.
Debajo del puente, los rescatistas escarban viendo qué queda entre el fango y los escombros. Perros, drones, botes, motosierras, un columpio roto, árboles caídos, un coche todoterreno que se volcó en el agua, una grúa, barandillas, ropa, un sofá, una nevera. Un camión intenta remolcar un coche hundido que varios operarios han atado con una cuerda. Casi lo saca, pero falla dos veces.

“Aquí habían montado una carpa para celebrar el 4 de julio [fiesta nacional de EE UU], pero el desastre comenzó en la madrugada y arrasó con todo”, recuerda Kim, una mujer rubia de ojos verdes que fuma sin parar, nerviosa. “Eran como las dos de la madrugada, fue todo muy rápido”. Ella reparte comida a domicilio y la tormenta la sorprendió conduciendo. Cuenta que vive a unos 13 kilómetros del río. Su familia y su casa están a salvo. “Fui afortunada. Pero conozco gente que fue afectada y gente que está muerta. No eran mis amigos, pero sí eran conocidos de personas que amo”.

Esta mujer se mudó a Kerrville en 1994. Asegura que nunca había visto algo así. “Ahora está iniciando la ayuda comunitaria. Limpieza, asistencia, búsqueda… Llegan personas de todas partes y de la comunidad. Yo tengo que trabajar, pero absolutamente voy a ayudar porque es lo que se supone que tenemos que hacer”, señala.

“Esto puede tomar semanas. Es muy triste, estoy segura de que quedan personas bajo el agua”.
James Caller también mira a los socorristas desde una barandilla. Están a unos 100 metros, con botas y chalecos amarillos, limpiando el río.

“Espero que encuentren a alguien vivo, porque yo pude ser uno de ellos”, dice. Tiene 75 años, una barba canosa y lleva pantalón corto y gorra.

“Comenzó a caer muchísima agua, el río creció y todo lo que teníamos quedó bajo el agua. Estábamos congelados”, asegura este hombre, que se ofreció ayudar a pesar de su edad.

La cocinera del Church’s, un restaurante de pollo frito frente al parque, cuenta que estuvieron cerrados hasta el sábado. Abrieron este domingo por la mañana, pero apenas han recibido clientes. En el local están las tres trabajadoras, nadie más. Se sorprenden cuando llega un coche al carril de pedidos para llevar sobre las 11.00. En el río, a algunas manzanas de la entrada principal, Rafael Villarreal está en shock mientras observa a un rescatista inspeccionando un carro que se hundió. Viste sombrero y polo verde. Vive en Kerrville desde hace dos años y tiene su negocio cerca de Riverside Park. Pero la tormenta lo dejó sin casa. “Me estoy quedando en un motel por ahora”.

Según cuenta, a las tres de la madrugada el Departamento de Bomberos local le ordenó evacuar su vivienda con su familia. “Reuní todas mis cosas y, ya sabes, mientras estaba sentado allí en la camioneta, estaba viendo cómo el río subía muy rápido”. No le dio tiempo a sacar el vehículo y el agua la arrastró a 50 metros de donde estaba parqueada. “Tuvimos que irnos inmediatamente o de lo contrario probablemente nos habría arrastrado también a nosotros”, dice.

Pudo salir de su casa alrededor de las cuatro de la mañana y regresó a las seis. El río estaba empezando a bajar en ese momento. “Fue una cosa muy rápida, no había forma de advertir a todos y sacar a todos. Había mucha gente en la ciudad para celebrar el 4 de julio, en campamentos y casas rodantes”.

Villarreal está negociando con su compañía de seguros para que le reembolse el daño que sufrió su camioneta. También está intentando encontrar dónde vivir. Mientras tanto, se ha ofrecido a ayudar en la recuperación. “No hay mucho que podamos hacer porque no tenemos equipos ni nada por el estilo, pero estamos donando lo que podemos, comida y cosas así. Yo solía venir a este parque todo el tiempo. Estos árboles eran tan hermosos y ahora simplemente han desaparecido. Es una locura verlos así”.

Ante la tragedia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó este domingo una declaración de emergencia por desastre natural para atender la emergencia provocada por las inundaciones en Texas. “Estas familias están sobrellevando una tragedia inimaginable, se han perdido muchas vidas y muchos más siguen desaparecidos”, escribió el mandatario en su red social, Truth, anunciando la decisión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A Trump le faltó decir que había sido una «hermosa crecida del río americano Guadalupe».