lunes, 22 de diciembre de 2025

El Caney Don Chuma: Donde el tiempo se detiene y la tradición de los D’Jesús Cerrada se hace sabor


Marilu, German y Antonieta.

​La Navidad es la celebración más esperada por la humanidad, un tiempo donde niños y adultos convergen en la alegría del encuentro.

En Venezuela, y con especial fervor en nuestros pueblos andinos, este espíritu se materializa en un ritual sagrado: la elaboración de las hallacas. 

No es solo cocina; es la integración de la familia y los amigos alrededor de una mesa que cuenta nuestra propia historia.

​​Esta tradición no nació ayer; tiene sus raíces en el amor de Doña Carmen y Don Miguel, quienes junto a sus hijos Heriberto, Antonieta, Alí, Miguel Enrique y Germán, forjaron un legado de unión. 

Hoy, ese testigo lo lleva la familia Montilla Suárez, alcanzando ya la tercera generación. 

En una jornada inolvidable en el Caney Don Chuma, nos reunimos para honrar este linaje: desde Antonieta y Germán (primera generación), pasando por Raúl y Marilú, hasta los jóvenes Jesús Adolfo, Raúl Adolfo y María Fernanda, quienes ya amarran con orgullo el futuro de la familia.

El secreto de Doña Carmen: El Ritual del Guiso y la Masa

​La jornada es de gran elaboración y comienza siempre el día anterior. Germán fue el encargado de preparar el guiso, siguiendo fielmente la receta de nuestra recordada madre, Doña Carmen. Es una alquimia perfecta: carne, cochino y gallina fundidos en un picadillo de pimentones, cebolla, cebollín y ajos. El sabor se construye con salsa inglesa, soya, cubitos y el toque dulce de las pasitas, junto a la firmeza de los garbanzos, aceitunas y alcaparras. Pero el ingrediente que jamás puede faltar, el que le da el alma a la receta, es una botella de vino Sagrada Familia.

​La masa, por su parte, es algo primordial. Se elabora con un caldo sustancioso de los huesos de gallina y se amasa con dedicación hasta lograr la textura ideal, teñida con el vibrante amarillo del aceite onotado.

Un trabajo de equipo bajo el calor de la leña



Armar una hallaca es una labor donde cada quien cumple un papel vital.

Antonieta puso su maestría al colocar el guiso sobre la masa, para luego dar paso a un momento de gran ternura: la bisnieta de Doña Carmen, quien con infinita paciencia fue colocando cada uno de los adornos: pimentones, cebolla, aceitunas, alcaparras y pasas, culminando con el sofrito de tocino con cebolla y aceite onotado.

Con sus manos jóvenes, ella misma envolvió la hallaca en la hoja de plátano, dejándola lista para el amarre final.

​La parte final es una prueba de paciencia: tres horas de cocción a fuego de leña, manteniendo la tradición más pura del campo andino.

​Fue un día largo, de trabajo arduo y risas compartidas, pero la recompensa llegó al final del camino. Eran las 2 de la mañana cuando, bajo el silencio de la madrugada y el calor del fogón, degustamos la primera hallaca.

Ese primer bocado, cargado de historia, es el que oficialmente abre paso a las cenas de Navidad y Año Nuevo.

​Mientras en el Caney Don Chuma se siga sintiendo el aroma del guiso de Doña Carmen, la familia D'Jesús Cerrada y los Montilla Suárez seguirán unidos, celebrando que la tradición es el lazo más fuerte que existe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermosa y deliciosa tradición. Felicitaciones por mantener y honrar ese legado