martes, 9 de diciembre de 2025

Olga Casado: la revolución femenina que sacude la tauromaquia


 

Por Carlos Alexis Rivera CNP 10746
 
En un mundo que durante siglos ha sido territorio casi exclusivo de los hombres, la irrupción de Olga Casado marca un antes y un después. La torera española no solo se abre paso en los carteles más prestigiosos, sino que lo hace con la autoridad de quien ha demostrado que su muleta y su capote son capaces de dialogar con la historia.

Su trayectoria reciente es un mapa de conquistas. El 9 de marzo de 2025, en la Feria de Olivenza (Badajoz), realizó su primer paseíllo como novillera con picadores y cortó una oreja. Meses después, el 12 de octubre en Las Ventas de Madrid, logró salir a hombros tras compartir cartel con Curro Vázquez, César Rincón, Enrique Ponce y Morante de la Puebla. Aquella tarde fue más que un triunfo: fue la confirmación de que la tauromaquia podía abrirse a una nueva voz femenina con categoría de figura.

Las cifras avalan su discurso: 18 actuaciones, 37 orejas y 2 rabos en la temporada española. Pero más allá de los números, lo que distingue a Casado es su estilo: elegancia, personalidad, facilidad y estética. Su toreo no es una copia ni una concesión, sino una propuesta propia que se inscribe en la tradición y la renueva. El salto a América ha multiplicado la expectación. En septiembre debutó en la Feria Taurina de Tovar (Venezuela), y en octubre brilló en la Feria de Latacunga (Ecuador), donde compartió puerta grande con Alejandro Talavante en una tarde histórica. 

Ahora su nombre encabeza los grandes ciclos: el 14 de diciembre de 2025 en la Plaza de Toros Nuevo Progreso de Guadalajara (México); el 28 de diciembre en Cañaveralejo (Cali, Colombia) junto a Alejandro Talavante y Luis Bolívar ante los toros de Ernesto Gutiérrez; entre el 5 y el 11 de enero de 2026 en la Feria de Manizales (Colombia); y en Venezuela hará el paseíllo en la Feria de San Sebastián y la Feria del Sol, plazas donde la afición la espera como un símbolo de renovación.

La presencia de Olga Casado en estos escenarios no es solo un acontecimiento taurino: es un fenómeno cultural. La tauromaquia, tantas veces acusada de inmovilismo, se enfrenta a la evidencia de que una mujer puede ocupar el sitio más alto del escalafón. Y no por concesión, sino por mérito. 

En este punto, resulta inevitable recordar a Cristina Sánchez, pionera que abrió la puerta en los años noventa, y a Mari Paz Vega, que resistió durante casi tres décadas en los ruedos de España y América. Ambas demostraron que la mujer podía estar en el centro del espectáculo, aunque el sistema no terminara de aceptarlo. Olga Casado recoge ese legado y lo transforma en revolución: no pide permiso, se gana el sitio con faenas hondas, templadas y verdaderas.

En cada paseíllo, Casado no solo se juega el triunfo: se juega la posibilidad de reescribir la historia. Su muleta es un manifiesto, su capote una declaración de principios. La pregunta ya no es si podrá llegar a ser la mejor torera del mundo. La pregunta es si estamos preparados para aceptar que el futuro del toreo puede tener rostro de mujer.

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