miércoles, 17 de abril de 2013

La orejita a Daniel Luque no maquilla una tarde sin toros


La corrida arrancó con los insultos de los antitaurinos en un espectáculo lamentable

La orejita a Daniel Luque no maquilla una tarde sin toros
j. m. serrano
Daniel Luque, en un pase de pecho
 
A la puerta misma de la Plaza, un espectáculo lamentable: diez jóvenes (diez, contados) insultan a los que torturan animales, plantan un cartel antitaurino en las narices de los que bajan de los coches de caballos. Menos mal que nadie les replica. Es urgente que imitemos a los franceses...
Luego, nuestro disfrute ha sido parcial. Hemos saboreado hermosas pinceladas pero todo se ha quedado a medias por culpa de unos toros de El Pilar de escasa duración y flojera desesperante.

A Morante lo reciben con una ovación. El primer toro, muy suelto, huye del capote de Morante. Después del primer puyazo, dibuja el diestro cuatro verónicas y una media de cartel de toros. Quita Perera por gaoneras valientes; replica Morante con un quite barroco, primoroso. En la muleta, logra sólo dos derechazos muy buenos porque el toro se queda corto, se raja a tablas. Nos quedamos con la miel en los labios. Algo parecido en el cuarto. Brinda a Francisco Rivera: chismorrean los enterados. Después de un doblón, dos hermosos naturales... y muy poco más, porque el toro se para.

Perera, a portagayola

Comparece Perera con total decisión. En sus dos toros va a portagayola. Recibe al segundo, suelto, con verónicas cargando la suerte. Miguel Ángel está firme, sereno, con un toro que flaquea. Mata con decisión pero caído. También es flojo el quinto. Saluda Joselito Gutiérrez en banderillas. Perera lo llama de lejos, se muestra poderoso con un toro que dobla varias veces. 

Luque está mucho más suelto que con los victorinos, entra en todos los quites. Recibe al tercero con buenas verónicas. Muletea con gusto pero el toro llega muy parado. Recurre, al final, a su invento: sin espada, alternando muletazos por los lados. Lo estropea con el descabello. El último es flojísimo, lo sustituye un sobrero de Parladé, también noble y claudicante. Apenas lo pican. Brinda al público, muletea por los dos lados con cierto lucimiento. Arranca la música cuando la faena está acabando: aunque suene muy bien, la inoportunidad es notoria. Mata rápido y corta una orejita.

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