C.R.V.
En el toreo nos pasa que somos el reflejo de los que los pasa en España (Ortega y Gasset). Y cada día pasa que, cada mañana de cuatro millones de mañanas sin currelo, resuena el eco de frases equinociales, como la de Mr. Botín: 'Es un momento fantástico para España, llega dinero de todas partes'. Es cierto. A España, la de ellos, porque la nuestra nos la han quitado, le llega dinero de todas partes de tan barata que se ha puesto. España son ellos. Los dos últimos líderes de este país, tienen en común ser muy reconocibles. Apenas
mirados se les ve ya su inteligencia innata, su entereza, su
capacidad de liderar, su fortaleza moral y su mirada de lince de Doñana.
O de Doña Ana. A elegir.
Entre ellos y un tonto a las 3 hay todo un horizonte innmeso de 3 minutos de separación. La misma separación que hay entre las risas de los excarcelados de ETA y sus víctimas luego de un pacto secreto a voces
entre los dos ilustres linces hispánicos. Pero no pasa nada en un país
donde, se sabe ya a voces que no oculta esta prensa cada vez mas
paniaguada, el delincuente convicto, confeso y no arrepentido, es sospechoso de inocente. Y a escala, es la
misma separación que existe entre la paciencia de santos, el aguante
inenarrable del aficionado a los toros y sus atacantes impunes.
Este domingo en Francia y en Lima, como otros tantos días de tantos años, el público de toros ha de soportar ataques continuados, vejaciones, insultos y agresiones por parte de la violencia antitaurina de delincuentes sospechosos de inocentes.
Hace unos días la periodista Elena Salamanca escribió una carta a las autoridades de Sevilla pidiéndole que cesara esa provocación infame extramuros de La Maestranza cada día de corrida. Es lamentable y roza el estado de ira saber que ni siquiera tenían permiso para manifestarse, no llegaban a 20. Y allí estaban, allí están todos los días en todos los países y todas las ciudades, delinquiendo, atacando, usurpando la libertad. Y protegidos y amparados por un sistema
que exhibe su potencial policial, legal y de orden con los que pierden
sus casas, pero que es incapaz de hacer cumplir la ley con quien
delinque.
Es el que sufrimos un
terrorismo feroz, una amenaza continuada, una coacción cierta, de una
minoría impune, salvaje y violenta. Sospechos siempre de ser inocentes.
Los culpables somos los pacíficos. Que lástima de una buena hostia.
En el sentido mas ampliamente literal de la palabra.
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