Tres vueltas al ruedo
Oreja para un gran Román y ovación para Garrido
JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO,
Madrid
Saben lo que quieren. No se lo tomaron
como se toman las cañas, no. Se lo tomaron como la plaza que pisaban, la
Feria en la que estaban y las papeletas que tenían delante. Y, como a
veces se olvida qué es Madrid en San Isidro, Román y Garrido lo recordaron haciendo extraordinario lo que debía ser ordinario.
La novillada tuvo el trapío de una corrida y la mansedumbre geniuda de una embrujada maldición desclasada. Román
lo tuvo todo materializado en genio guasón de los que buscan y no
encuentran, pero el valenciano supo encontrar lo que no había. Cosa de
sabios. Y además, expuso lo que un tío que no es torero debe exponer en
Madrid. Cosa de valientes. Su segundo novillo fue a su aire y,
aquerenciado desde el primer instante, tuvo su puntito de gracia al
galopar. El plan perfecto fue medir cabalmente cada atisbo de su
movimiento, para impedirle que su voluntad se cumpliera. Lo hizo Román:
cosa de sabios. A la par, debía exponer el novillero. De igual forma
cumplió en dos tandas por el derecho y una al natural, que fueron el
mejor ejemplo para que el valenciano expusiera sus armas poderosas. Cosa
de valientes. Y además, postre de bernadinas ante la todavía viveza del
bicho. Cosa de toreros, sin serlo, y oreja.
En su primero se equivocó al dejarlo
crudo en el caballo, pues prestarle el dedo a un manso puede resultar
finalmente en que éste prenda para su propio instinto todo el brazo de
su oponente. Lo hizo. Y a pesar de los estatuarios iniciales, de los
derechazos en el tercio y de los cruces de pitón a pitón por el
izquierdo, el novillo ya tenía desde el tercio de varas todo el brazo de
Román para sí. Como se paraba a mitad del muletazo,
éste adelantó la cosa sabia y torera que expondría en su segundo y
envalentonó por manoletinas al propio valor a centímetros de las tablas.
Y ya van dos vueltas. Y una tres, la que dio Garrido en
la faena al sexto. Fue la vuelta del valor la que contó bajo unos ojos
que desprendían a raudales el candor expectante del triunfo. No llegó
por los pelos. Se fue a toriles y, tras limpiar los puñales del último
Fuente Ymbro, tres delantales con gracia presagiaron que de nuevo venía a
tocar pelo costara lo que costara, pues tenía hambre de galgo en
carrera. Pero cantó la gallina y de la raya del tercio no pasó el
cierraplaza, por lo que el ingenio infecundo de los que tienen hambre y
la gracia le llevaron a, en exposición temporal tendido a tendido, ir
dando muestra de su valor hasta que el Fuente Ymbro se cansó. La espada
rasgó, de nuevo, el sueño del hambre. Puro estuvo en su primero, hasta
que se mostró gallo y la gallina cantó el son brujo que había comprimido
durante toda la lidia.
Dejó detalles clásicos Mario Diéguez:
sevillano por concepto y procedencia. El que abrió plaza tuvo la
calidad del bueno y la sensatez del geniudo. Eso y la tela de los que
miran mal pero se quedan en un parpadeo apabullante que espanta a los
que no son toreros. Diéguez le hilvanó dos tandas por el derecho que
hicieron sacar esas virtudes nobles que atesoraba, pero materializó su
chispa guasona al propinarle una fuerte voltereta. Cosas, también, del
juego por medir los tiempos. El cuarto con saltar al callejón y armar la
marimorena tuvo lo suyo: no bailó tampoco después al compás de lo que
Diéguez le ofrecía, que es quizá de lo que pecó. Se paraba a mitad de
viaje y había de tragarlo, pero en el trago se tragó dos pinchazos
hondos el manso y un silencio el novillero.
Y, como lo antiguo es extraordinario, Román Y Garrido
volvieron a lo antiguo, haciéndolo ordinario. Entiéndase por antiguo el
valor, la entrega, el saber estar y, sobre todo, el respeto a los
tiempos en este juego de ser torero. Éstos los marca el toro, y Madrid
siempre ha estado al final del túnel, justo ese lugar misterioso en el
que los moratones de las demás plazas han encallecido el alma y han
puesto en su sitio el momento exacto en el que romper la barrera del
baile a la muerte. Por eso, precisamente porque el tiempo es la clave de
la vida, se dieron tres vueltas al ruedo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Novillada de Feria. Más de media entrada en tarde soleada y calurosa.
Seis novillos de Fuente Ymbro,
bien presentados. E primero con calidad pero desclasado; manso y con
genio el segundo; el tercero manso; cuarto y quinto exigentes; sexto
manso y rajado.
Mario Diéguez (blanco y azabache): ovación y silencio.
Román (corinto y oro): vuelta al ruedo y oreja.
José Garrido (sangre de toro y oro): silencio tras aviso y palmas.
Saludó tras parear al sexto Jesús Diez "Fini".
INCIDENCIAS: El cuarto novillo
saltó al callejón, armando el pánico en el mismo e hiriendo en el pie
izquierdo al ayuda de José Garrido y en la zona craneal a un mozo de
plaza. Ambos fueron trasladados a la enfermería de la plaza.
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