viernes, 9 de mayo de 2014

LA CRÓNICA DE MADRID

El toro que pide Madrid

Sin material David Mora, sin remate Luque y sin soluciones Silveti

MARCO A. HIERRO, Madrid
Ha de ser grande, como el aforo de la Monumental, porque es el grandón y bastote el que transmite peligro, como todo el mundo sabe. Debe tener dos pitones, pero muy largos y cornivueltos, para que meta miedo con la pala del pitón, mazorcona y gorda como el tronco de una encina. Tiene que pesar lo suyo, porque si aquello no abulta, es que no han engañado. Y hemos pagado la entraga, oiga... Así fue hoy -excepto el larguirucho y escurrido tercero- la corrida de Valdefresno, y todos arrastraron los defectos propios de las hechuras de cada cual.

Porque el toro que pide Madrid no es el toro que embiste. Por eso es tan difícil que alguno se equivoque, y aún así los vemos con más asiduidad de la cuenta, a pesar de que se le suele hacer todo al revés. Al toro de hoy, que pasa veinte reconocimientos de veinte personas distintas y a ninguna pone de acuerdo, debería canonizársele por obrar el milagro de la embestida fija, templada, amarrada a la arena y larga como un día sin pan. El toro de hoy, al menos el envoltorio, es el que pide Madrid. Y en casa tienen José Enrique y Nicolás cuarenta más como estos, pero no son los de hoy los que hubieran traido ellos. Al menos, no todos. Pero los pide Madrid.

Y Madrid no repara ni piensa en que el toro con kilos no soporta dos trancazos de una puya que hace sangrar hasta la pezuña con un arañazo. Y ese par de varas dejó listo de papeles al noble primero, que descargó bajo el peto el escaso fondo para llevar lejos su acusada humillación. Y casi inédito a David Mora, al que la inercia de la oreja de Sevilla le duró dos verónicas de buen trazo y tres chicuelinas esperanzadoras en los medios antes de que el animal le cerrase la persiana. El horrible cuarto, abierto de palas y alto como un buey -que cruzó la vista con incertidumbre y se venció con descaro- cantó de mano que así sería su comportamiento. Por eso soportó el torero los pitos de la impaciencia que no entienden que un hombre quiera buscar su moneda con el toro que haya delante. El que pide Madrid.

También fue el Buscatodo quinto el animal que quiere Las Ventas. Pechudo, con trana, astracán y badana, con más frente que perfil, pero con cuello para humillarle a Luque en las verónicas del recibo, que hubo de ser en los medios porque allí se fue a buscarlo, y que tuvo luego cierta transmisión y una huida hacia adelante que casi le mata Daniel recortándole el inicio entre trincherillas y firmas. Tuvo son ese Valdefresno, pero le sacrificó Luque la profundidad en favor de la ligazón, el gobierno en favor de la compostura, y casi le cuesta caro al vencerse el toro y arrancarle la taleguilla por donde se busca ser padre. Le faltó remate al trasteo de Daniel porque le faltó estrechez y le sobró ansia, porque no es lo mismo desmayar que desmayarse, y el matiz está en el abandono que no se puede tener si no se siente.

No era tarde para sentirse, aunque quisiera enseñarlo el sevillano yendo a buscar al toro donde éste quería que lo dejasen tranquilo, y le faltó entrega en chiqueros, bravura en los medios y ganas de embestir en cualquier terreno, aunque se empeñase Daniel en molerlo a remates para arrancar un despojo. Tiene capacidad y solvencia Luque para ser cualquier torero, para amarrar orejas de presente sin futuro y para justificar un sitio en cualquier feria, pero sólo será quien quiera cuando quiera ser sólo él.

Fue Silveti el que sintió el varetazo del pitón por tres veces en la movilidad atolondrada del sexto. Una en el pecho por acostarse en el muletazo sin mando; otra de lleno por exponerle al manso cuando no le quedaban ya arrancadas y habían de pasar oleadas por las manoletinas del mexicano. Peor fue la de en medio. Había protestado, se había rebrincado y le había soltado la cara con mal aire el bicho a Silveti, pero también le amarró el morro y se desplazó con largura cuando el vuelo llegaba suave a los belfos y el temple dibujaba un nuevo trazo esperando arrancada con la muleta muerta. Una tanda al natural y se le olvidó hacerlo más. Fue en un destemple cuando Diego echó a volar, porque vaciaba la muleta sin que hubiera pelo negro en el embroque, y eso no suelen perdonarlo los del par de cuernos.

De eso, cuernos, tuvieron todos, cierto es; pero faltaron cuellos, sobraron kilos, escasearon las hechuras y sólo en la mansedumbre -en mayor o menor grado- quedó la uniformidad. Es el resultado lógico cuando sale al ruedo el toro que pide Madrid, que se olvida de la armonía, de la reunión y de la semejanza para confundir trapío con tamaño y tamaño con duración. El sentido común se usa muy poco.

Luego, cuando las cosas ocurren, se acuerdan de lo que pagan, pero no de lo que exigen, porque no sé si tienen claro qué espectáculo quieren ver. Luego culpan a un ganadero que presenta veinte toros para que le aprueben tres y debe llevarse al campo los que sabe que son buenos. Porque suelen estar demasiado bien hechos para lidiarse en Las Ventas. Y ese no es el toro que pide Madrid.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, primera de abono. Más de dos tercios de entrada. Feria de San Isidro. Toros de Valdefresno (de gran calidad y nulo fondo el primero; acometedor sin clase ni gracia el manso segundo; exigente y de complicado pulso el tercero; manso y deslucido el buey cuarto; con fijeza y noble humillación el quinto; con movilidad y transmisión el manso sexto), amplios, grandes y corazones.

David Mora (sangre de toro y oro): silencio y silencio.
Daniel Luque (blanco y oro): silencio y silencio.
Diego Silveti (lila y oro): silencio y silencio.
Saludó Abraham Neiro tras ser volteado al banderillear al quinto.

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