El único que apostó de verdad fue el mexicano de dinastía que cerraba cartel: Diego Silveti.
Como escribirían los revisteros antiguos, estuvo en torero macho. Sin
más contratos en el esportón, expuso todo y más en el sexto, que hizo
sufrir las de Caín a Luis Enamorado.
¡Qué fatiguitas pasó el hombre para dejar media banderilla! El esfuerzo
grande lo enseñoreó luego su matador. Silveti quiso adentrarse desde
primera en el camino clásico, y en un derechazo «Canturreño» lo prendió por la barriga, lanzándole un tremendo derrote a la cara. La sangre asomaba por la boca partida.
No le importó. Allá que siguió con un toro que mostró pronto su peligro
sordo. Había que conducirlo muy tapado y gobernarlo por abajo, y así lo
hizo el bisnieto del Tigre de Guanajuato, convertido ayer en un depredador de raza.
Doble milagro
Aguantó y expuso una barbaridad, desde las gaoneras escalofriantes del inicio hasta el broche por bernadinas,
que rozaban la locura quijotesca. Nadie las veía. Salvo él, y al primer
cite el manso se lo llevó por delante. Doble milagro de su Guadalupana, que apareció en dos quites providenciales. Temblaba la plaza de miedo ante la temeridad, que pedía que lo matara, pero un valentísimo y hasta testarudo Diego volvió a jugársela por el mismo palo. Aquella faena de hombría solo
se vio empañada con el acero. A Madrid le faltó sensibilidad para
tributarle una ovación mayor que aquellas palmas de despedida.
A su anterior de Valdefresno, que lidió una corrida de desiguales hechuras y de mansísimo comportamiento, le faltaba remate para el mundial isidril. Largo y agalgado,
ni le acompañaba la presencia ni el juego. ¡Qué descastadito fue! Y
encima con ese genio que mostraba a cabezazos. Nada pudo hacer con este
Silveti, salvo intentarlo con dignidad.
«Campano» estrena la feria
Había estrenado la feria «Campano», con divisa negra en recuerdo de su ganadero, Nicolás Fraile. Poco tardó en saludar al sol y hacer amagos de saltar en el «5» por su huida condición. Pero en el capote de David Mora y en el mecido quite por verónicas de Luque se vislumbraron sus calidades, con el pecado, capital en Las Ventas, de su falta de fuerzas.
El toro se apalancó, y Mora nunca se puso en el sitio de la posible
embestida, tan picudo siempre. Le recriminaron la colocación en el
cuarto, manso hasta decir basta. Y basto de cuerna imposible. Y Mora que destoreaba. Un apaga y vámonos que se eternizó con el acero.
A medio camino de obra se quedó la de Daniel Luque en el quinto, que también tenía sed de tablas y con el que Neiro se ganó merecidos plácemes tras un corajudo par en el que voló por los aires. El de Gerena vio opciones a «Buscatodo» y brindó al público. Se gustó en el sabroso prólogo y se abandonó en la primera tanda. Pero el toro no estaba para desmayos y le propinó un pitonazo en la mismísima taleguilla. Para no dejar al descubierto intimidades, se enfundó unos vaqueros
que no le abrochaban. Debían ser de la época de la comunión, como el
traje... Valía «Buscatodo», y Luque toreó en versión 2.0 y 2.1. Ahora me
relajo, luego me saco la embestida para fuera y después aprovecho la
inercia. Entre la división de opiniones se despojó de la ayuda para marcarse unas luquecinas.
Sin unidad de terrenos ni cabeza preclara, antes no supo explotar los viajes de «Pitudo». Apenas unos naturales con otro hambriento de tablas que tuvo veinte arrancadas como para plantarle batalla en su querencia.
Si ahí hubiese dejado la muleta puesta, sin tantas ventanas abiertas,
otro gallo podría haber cantado. Pero ayer el único que rugió fue el
bisnieto del Tigre.
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