Al rincón de pensar
Preocupante falta de raza y fuelle en el encierro de La Palmosilla
MARCO A. HIERRO. Madrid
Al rincón de pensar es a donde mandan
ahora a los niños los pedagogos. Antes nos daban un capón y lo
entendíamos a la primera, porque el libre albedrío hay que modelarlo. A
ese rincón deberían ir unos pocos de los que deambularon hoy por el
ruedo, a preguntarse por qué se fue de la plaza con el corazón encogido el mexicano que vino a ser macho y a entregar el cuerpo y el alma para que le pitasen una vuelta al ruedo tras mangazo de la autoridá. Pensar -y mucho- debemos todos cuando eso sucede en la primera plaza del mundo.
A ella llegó un encierro de bella
estampa, sobrado remate y podrido fondo que a estas horas tendrá al
ganadero -antes que ello, aficionado- en ese rincón al que mandan a los
niños. Fachada de atrezzo lució la corrida titular. Colección de nobles burras que fomentaron el tedio.
Lo peor que puede ocurrir en un espectáculo que cuando aburre, aburre
de verdad. No fueron mejores los remiendos del bovino, pero sí fueron
distintos.
Lo fue el apretado Torrealta
de honda anatomía con el que se jugó la vida el mexicano de Madrid al
que hoy Madrid le debe una disculpa, aunque no sepan por qué los que
silbaron su vuelta. Le clavó el talón, le ofreció el pecho, le entregó la vida Adame al musculoso burel de curva cuerna,
al que le faltó el ritmo para rebozarse en los finales, quedaba cruzado
en la vuelta y venía por dentro si quería el cite avivar la ligazón.
Buscó los frentes Joselito para hacerse don José, de uno en uno, ganando
terreno y voluntad para imponer al toro su ley para ver cómo se rajaba
ante las dos pelotas que escondía el tabaco y oro. Las mismas que le
puso sobre el testud al semoviente sexto, que permaneció en el ruedo por
no marear más el asunto después de tres horas y pico de somnoliento
sopor. Y aún hay más de uno que le apuntó en el debe no sé cuántas
cosas. Al rincón de pensar. Por bruto.
De ese mismo debería estar camino Manuel Escribano, que pasó de puntillas por Madrid con el alma en pena de La Palmosilla y le mató la codicia al fino sobrero de La Rosaleda
de largo cuelo y buen remate, que sacó cierto brío en los inicios y que
murió en las aburridas cercanías del muletazo suelto a que lo sometió
el torero. Que confirmaba hoy después de matar mil tracas en diez años
de doctorado. Al rincón de pensar debe ir Manuel, a
preguntarse cuándo va a ser, en Madrid, el día de querer morirse. Porque
comienza a hacer ya mucho tiempo de la miurada de Sevilla.
Tiempo lleva también Padilla
sin disparar en Las Ventas, pero hoy le dispararon a él con violentos
topetazos. Fue el sobrero cuarto, la finísima vaca vieja de González Sánchez-Dalp
que regaló violencia a la propuesta decidida de un jerezano plantado de
hinojos en el centro del platillo. Así, de repente, atracó a Padilla el animal a punta de navaja para que saliera en silencio del ruedo, camino del rincón de pensar.
Estará concurrido hoy el rincón. Estará Javier Núñez,
porque sabe lo que ha pasado hoy con una divisa que embiste cuando el
toro es más reunido y a la que el petardo de Madrid ha quitado de
Granada. Estará Escribano meditando para qué quiere un
torero el corazón si no lo inmola en Madrid. Y deberían estar, sobre
todos, los que no entendieron hoy la sincera apuesta de Adame, que puede preguntarse hoy para qué sirve vencer al miedo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, sexta de abono. Tres cuartos de entrada. Toros de La Palmosilla,
bien presentados y con remate. Flojo y mortecino el desrazado primero;
feble y soso el aburrido segundo; devuelto el tercero por inválido;
también el cuarto y el quinto; soso y sin empuje el feble sexto. Un
sobrero de Torrealta, tercero bis, de codicia sin ritmo y a menos; otro de González Sánchez-Dalp, cuarto bis, reservón e informal. Y otro de La Rosaleda, quinto bis, de buena estampa y remate, al que le mataron codicia y emoción.
Juan José Padilla (celeste y oro): silencio y silencio tras aviso.
Manuel Escribano (sangre de toro y oro): silencio y silencio.
Joselito Adame (tabaco y oro): vuelta tras aviso y silencio tras dos avisos.
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